Páginas Bastardas

viernes, 18 de marzo de 2011

Despedidas

‘Uno, cualenta’. Ella me repetía siempre lo mismo con su atenta y noble mirada. Sonrisa y elevación del brazo con apertura de mano para recoger el botín, por mero intercambio mercantil. ‘Uno, cualenta’. ¿Se preguntará dónde o qué pasó con el bastardo que una vez fue su cliente? ¿Si uno de sus asiduos volverá a cruzar esa puerta un fin de semana a eso de las seis y media pasadas? ¿Me olvidará o ya me tenía olvidado? Las despedidas a veces son crueles o simbólicas, tiernas o directas, sucédanos de un recuerdo pasajero y tan trascendente como etéreo. ‘Uno, cualenta’. Esa fue nuestra última conversación, mi despedida a un lugar al que, de momento, no volveré en tiempo. Tal vez, nunca.

No vale ni sirve de nada planificar nada porque nada sirve ni vale. Me dan mucha pena los cambios y los nuevos conflictos. Sobre todo si son inesperados e inusualmente culpables. No sé si Kafka hubiese podido escribir con esto una novela aunque por extensión y contenido quede en un frotado y celebrado microrrelato felliniano o berlagaliano. Hubo pasillos con gente extraña donde me incluyo, discusiones morales y comedia laboral de situación. Esto es una despedida por fin de una obra llamada medio-tres-cuartos-de-trabajo. ¿Para un trabajo de ‘Uno, cualenta’?

Cuando uno tiene que prostituirse acepta a cualquier cliente que te pida un completo o un parcial. Quién algo quiere, algo le cuesta y quién aprovecha, disfruta. No sé a qué es debido que en los trabajos de oficina o de telemarketing vespertinos los trabajadores, jefes incluidos, sean tan adictos al picoteo dentro y fuera de su puesto de trabajo. Siempre están comiendo chucherías y guarrerías varias compulsivamente. Ese acto ‘reflejo’ lo he vivido en las empresas donde he trabajado e incluso en mi trabajo actual madruga-mañanero hay pruebas de los delitos gastronómicos que comete el turno de tarde. Entiendo que es debido al que los jefes-jefes suelen abandonar el nido laboral, por su turno partido, a eso de las seis o siete. En ese instante, comienza el pecado.

PICOTEO LABORAL
Durante aproximadamente y más de un año he estado trabajando lo fines de semana con amor y sin compañía de ningún jefe-jefe, jefe, o semi-jefe. Eso es la libertad absoluta para el pecador sin tener que pasar por el confesionario. Yo, como siempre, he sido muy disciplinado debido, tal vez, a los años de represión canina y prohibiciones en mi turno de trabajo de mañana. Jamás me he planteado esa posibilidad y aluciné en colores cuando contemplaba a compañeros de un antiguo trabajo saquear literalmente la máquina de refrescos cada hora, bajarse a fumar cada media, desvalijar el Opencor más cercano o ser clientes asiduos del bar de enfrente. Son cosas de poder trabajar dentro de la ciudad. No en edificios en los que no se permite salir durante la jornada o complejos empresariales con lago y parque pero sin asfalto y vida pública de otros civiles en su interior.

NEGOCIO SEGULO
Mi pecado, durante mi periplo en ese medio-tres-cuartos-de-trabajo, fue pasar por el chino del barrio para comprar un litro de Coca-Cola (pero Light ojo) antes de ir a trabajar una tarde. ‘Uno, cualenta’. ‘Un poco cara, china hija de Sinde’, pensé. Pero una sonrisa y amabilidad compulsiva me hizo desestimar la posibilidad de cualquier competencia cercana e incluso lejana. No quería llevar un litro de Coca-Cola comprada del Metadona en mi mochila, deseaba comprarla allí y escuchar ‘Uno, cualenta’ otra vez. ¡Y no era la cafeína ni ese ingrediente secreto!

Cuando estaba su señor esposo la cosa cambiaba y mucho. Era tremendamente frío y calculador. Lo de ‘frío’ puede ser por su tono de voz sibilino, plano y escasamente cautivador porque su refrigerador dejaba cuantiosas veces mucho que desear; lo de ‘calculador’ no va por aquello de que ‘impulse determinados actos para obtener un provecho’ sino porque siempre iba a todos lados con su calculador-a. Su ‘Uno, cualenta’ era un bodrio y daba pena. Para colmo de males achinados y mayoles agarraba la calculadora que tenía en el mostrador y te hacía el ‘cálculo’ de las vueltas… aunque fueran de un euro y medio. Increíble, pero chierto. También engrosaba el cliché de la ‘uña-lalga-de-chinol’ pero no quiero entrar en detalles por si alguno de mis compañeros se encuentra trabajando, comiendo y mirando internet en este mismo momento. Ups…

UNO, CUALENTA
Mención especial para la televisión que se encontraba en la parte superior del refrigerador donde sólo se hablaba chino (a veces con subtítulos en mandarín). Sobre todo ponían Wu Xia pero supongo que se trataría de su “Águila Loja bajo el mandato de la bandela loja. Yo, me hacía el interesado y miraba mucho la tele como si entendiera lo que decían y, después, me acercaba a caja para ver la reacción en esos labios de su ‘Uno, cualenta’. También tenían un niño pequeño que no llegaba a cuatro años y después vino otro, pese a no ver a mi china de ‘Uno, cualenta’ embarazada. También había otro señor mayor que no hacía nada y que podría ser y pertenecer a la Familia Soplano de Usera. Como he dicho estas vivencias podría ser kafkianas y lynchianas en su expresión aunque como forman parte del pasado, en esos momentos, son netamente melodramáticas.

MONTAJE BASTARDO: ASHES OF TIME and COCA-COLA
Porque este será el primer viernes que no escuche ese melodioso ‘Uno, cualenta’ y todo lo que conlleva. Me da mucha pena romper el ecosistema local pero las despedidas son siempre así de crueles. He hecho el cálculo y van a perder conmigo cerca de doscientos euros cada año chino: ¡el sueldo de un funcionario de grupo A chino en China en todo el 2011!

Nuestro último encuentro fue el más frío de todos: ella miraba la televisión fijamente, pese a parecerme que ya había visto esa secuencia en ese mismo televisor tiempo atrás, y su ‘Uno, cualenta’ fue ciertamente plano y sin sentimiento. Tal vez, sin saberlo, hubiese cierta ínfula de tragedia en ese mensaje. De una despedida con Coca-Cola y una sonrisa que se fue al pasar por caja para no volver jamás. 

2 comentarios:

  1. Espero por tu bien que lo de no mencionar a tus maravillosistupendos ex-compañeros sea parte de una genial metáfora... o pienso tragarme todas las series antes de verte la próxima vez para que no puedas hacerme ni un solo spoiler! Sufre, sufre!

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  2. ¡¡Hola Converse Mendigas!!
    Sí, y tengo tarjeta y permiso de dirección para entrar cuando quiera y cómo quiera al centro de trabajo para espoilearos. Al parecer y según un informe 'putear' con spoilers de las series que siguen los empleados hacen mejorar su rendimiento. ¿Motivo? Ya no tiene nada de qué hablar...

    Saludos (y hazte seguidor de mis Converse que no paran de mojar los cordones).

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