Páginas Bastardas

martes, 27 de julio de 2010

Mercadillo Medieval

En mi liturgia habitual se ha producido una incisión dramática. Ha sido breve pero intensa. La puerta del ascensor se ha abierto en la segunda planta… dos pisos antes de la llegada a su última y pretendida única parada. A esas horas, en las que el cuerpo no coordina y uno pulsa el botón de la Termomix pensando que está frente al inodoro, creía que se debía a una pésima pulsación de mi dedo sobre el botón que se encontraba inmediatamente superior en el panel. Al abrirse la puerta e invadir mi espacio vital un vecino mi ego aumentó pero inmediatamente se disparó. Me di cuenta, en ese instante, de que era un esnob al ser atufado por su colonia barata. Un frasco de Don Algodón caducado, de imitación y comprado en un rastrillo a pleno sol estaba a años luz de semejante mofeta aromatizada. Yo suelo usar Agua de Loewe pour Homme... Sí, no digan que soy un esnob porque se equivocarán. Deje que les explique: hace un tiempo, al decir semejante frase en otro trabajo, me etiquetaron con la peor de las categorías para un pobre trabajador que no es más que una pieza final de la cadena de montaje laboral. Mis compañeras de aquel entonces (y espero que sigan siendo amigas durante mucho tiempo) tenían intención de regalarme una colonia por mi cumpleaños y con semejante y lapidaria frase pensaron que era un esnob. Total. 


No es que uno se deje 60 euros o más en fragancias de alto standing o lo que denominan alta perfumería  sino que tiene contactos que se la ofrecen por 20 euros o 30 en pack con aftershave a precio de distribuidor. Nada de productos robados o Agua de Loewe de las gitanas de 6 €. Es cierto que mi oficina de mañana es un mercadillo: desde ropa de Titto Bluni, relojes a precio de ganga, pendientes y anillos de toda índole, piezas artesanales, etc. Es más, hace muchos años tuvimos top manta personalizado. Sí, eso era que te traían el CD en cuestión de encargo en tiempos donde la grabadora de CD costaba medio riñón. Yo no compraba porque en aquel entonces se podían comprar (y pagar) originales de serie media o novedades a precios populares. Mis discos de Missy Elliot bajaban a menos de 7 euros en cuestión de un año. Los tiempos cambian porque ahora llevo cinco años a que bajen de 20 sus últimos trabajos y no tiene la menor intención, pese a estar el top manta en cada hogar con ADSL. 


Pero los tiempos del mercadillo de mi empresa se modernizan y continúan: cremas de Neutrógena y Roc a precios de risa, la fábrica de Bimbo enfrente con Semilla de Euro (que no de Oro), cintas de VHS de la Disney pasadas a DVD cuando no se conocían reproductores ni el Mediamarkt, colonias de procedencia sospechosa, imitaciones de Tous y hasta falsicaciones importadas, pijamas, fulares y bolsos a tutiplén. A una compañera, que en paz laboral descanse, le llamaban la atención por sus notables y abundantes ventas al por mayor (media plantilla, y éramos mil por aquel entonces…, cayeron en sus garras y bolsos); a los cinco minutos era reclamada por el director general para ver el material y tenerlo en exclusiva.

Hubo tensiones cuando una persona adquirió, a precio de saldos, abundante material cosmético y lo revendió al doble o triple que le costó. Muchas personas, que se creían amigas de la susodicha, compraron pensando que les hacía un favor pero se enteraron de que, pese a estar muy por debajo del precio de la calle, les había cobrado lo mismo que a enemigas irreconciliables. Pura guerra de precios y mercadillo para hacer negocio. 


Yo, desde luego, compro mi colonia de Loewe a precio de escándalo y me la echo hasta para comprar el pan o mirar el buzón. Uno también se da cuenta de que paga marca o a múltiples intermediarios un 200% de lo que realmente cuesta el producto. A eso yo le llamo timo y cada mañana soy feliz de perfumarme con mi colonia esnob a precio de lowcost. Sobre todo he sentido esa sensación de superioridad olorosa al verme atufado por ese vecino con sobredosis de Baron Dandy del Metadona

Pero mi ego, de mercadillo no medieval, se esfumó cuando al entrar el Cercanías en la estación he observado como el conductor, con mirada desafiante, empuñaba un cigarro como si fuera James Bond. Semejante chulería seguramente iba acompañada de un bourbon de importación (con hielos de Evian) dejado en el salpicadero. Yo, en ese momento, desaparecí con un bolso de rastrillo fuera de temporada. Apostaría a que es el marido de la compañera que me aprovisiona de Agua de Loewe...

2 comentarios:

  1. ¿Va a hacer usted Sr. Bastardo mercadillo medieval en su blog? Puede proponer a esas mujeres de negocios (en la que en otros posts llama víboras, si es que son las mismas...) que den a conocer sus oferta aquí. Algunos mortales deseamos también fumigarnos con Agua de Loewe.

    ResponderEliminar
  2. Lo hablaré con sus representantes, maridos y novios. Aunque cuando el mercadillo se hace muy popular y masivo deja de ser mercadillo.

    ResponderEliminar

Lea antes los Mandamientos de este blog.