Páginas Bastardas

martes, 29 de junio de 2010

True Blood (3x03) It Hurts Me Too: A mí también Me Duele

La concepción de esta tercera temporada va a pasar por esporádicas ráfagas sanguinolentas de acción. Eso es, dejar la acción suspendida en alto con un disparo homenajeando a la más cutre Serie Z y empezar en nuevo episodio con otro tipo de dedicatoria al mainstream. Ambos, polos opuestos e incluso suplementarios. En este arranque aparece un homenaje a “Matrix” con una bala en slow-motion a lo show-motion que hace que la visión vampírica cobre una nueva dimensión en “True Blood”. Otra novedad. Los vampiros se mueven tan rápido que rompen la barrera del sonido… y ese efecto distintivo sirve pare que el espacio en off indique la fuga.

“It Hurts Me Too”, tercer episodio de la esta nueva e inacabada transfusión de temporada de “True Blood”, parece enfocar tramas y conspiraciones aunque toda la sangre embotellada, por supuesto, no está vendida. 



Sookie Stackhouse había limpiado la casa el día anterior y llega un sucio hombre lobo para poner sus peludas pezuñas, que Eric pare su bala para ofrecerse de cebo con más sangre en el asador y que después se saque la poca información (a golpe mental de la camarera telepática porque los modales del vampiro milenario dejan mucho que desear). Jackson parece un nombre el clave pero es un simple… lugar.

Sookie, a falta de novio, busca consorte y Eric se convierte en ese bodyguard ideal. Él está preocupado por esos hombres lobo capaces de tumbarle cuando toman V y que Sookie se encuentre en medio de una guerra. Proteccionista y amable coloca a un ¡hombre lobo! como guardaespaldas peludo de la fémina hacía su viaje a Jackson. Él se llama Alcide Herveaux y le veremos más esta temporada aunque la investigación de ambos allí es simplemente penosa y de coña. Local de copas para hombres lobos, con pintadas de hombres lobo e imágenes de hombres lobos. ¿¡Eso era vivir en las sombras y de incógnito!? Rencor de Alcide porque su chica se ha liado con los de la tribu maligna y rival, los Coot. Al parecer se ha tirado a todos… pero ahora está ¡prometida! y la fiesta es ¡mañana!


Sam Merlotte descubre a su padre en calzones y a su hermano capullín que le deja tirado e intentó matarle… o al menos putearle. Su madre quiere que su hijo pase la noche pero Sam decide volver a Bon Temps. ¿Será la poca clase de ropa interior que luce su padre alcohólico? A la mañana siguiente ya está ahí pero su ‘familia’ le sigue para despedirse correctamente y gorronear un poco. Bueno, mucho y bastante… tanto que los efluvios etílicos provocan cabreo familiar y disputa. Para colmo de males hay una urraca infiltrada muy mala que le quiere robar… y encima es su propio hermano. El capullín de esta temporada tiene nombre.

Jason Stackhouse quiere ser poli pero hay examen teórico. ¿Fin de la historia? Seguramente; el joven Stackhouse sólo lee jeroglíficos indescifrables en frases simples y preguntas cerradas. Previamente habíamos visto su nula capacidad para realizar test y su catálogo de frases memorables va por la centena. ¡Está preparado y punto! Bueno, para el suspenso y para seguir con sus traumas de balas entre ceja y ceja. Fuego a sus sueños. 


Tara Thornton conoce los placeres sexuales vampíricos por parte del misterioso Franklin Mott. Estos vampiros son capaces del poner el ‘flujo’ a punto de nieve con movimientos escrotales y lenguales (que se lo digan a la estonia que se trabaja Pam, que a este paso van a matar a orgasmos).

Tara se entera del funeral de Eggs. Ella es la única presente conocida del difunto… hasta que aparece Sookie, que ha pagado todo. Obviamente hay reconciliación y cesión de casa.
Tara pensaba que lo de Franklin era un rollo de una noche y ni siquiera le dice su nombre pero la incompetencia de esa vampira novata y sin manual llamada Jessica (su seudo novio-ex-novio Hoyt le va a la zaga de idiotez en temas amorosos) hace que Franklin le localice y… pese a no tener invitación… la busca en la mirada de Tara. Como Jessica esta chica va a perder la cabeza. 


Bill Compton deja a Lorena frita y en su punto al dente pero Talbot parece más preocupado por la tapicería Celta regalada por el Señor de Glyndyfrdwy en 1387. Y es ahí donde aparece la ironía y mala leche de Alan Ball al cachondearse del género e incluso parodiándolo sin tener piedad de los personajes y las situaciones que los rodeen. Russell Edgington parece condenado a erigir de showman cómico y que su plan de traer a su lado a Bill para que Sophie-Anne, Reina de Louisiana, ceda a sus encantos para el espectáculo. Hay poca violencia por parte de un vampiro superior sobre Bill sino que su intelecto y dialéctica le realza y le plantea el conflicto a Bill: ¿Convertirá a Sookie como él hizo con Talbot para protegerle de fuerzas poderosas y nada terrenales como el propio Rey de Mississippi? Y ahí aparecen las pesadillas de tiempos pasados cuando Bill vuelve con su mujer y descubre a su pequeño vástago muerto por la viruela. Su mujer, Caroline, le ve como un demonio y Lorena le demuestra nuevamente que no puede conciliar ambos mundos, lo mortal y lo inmortal y que tan solo quedan lágrimas de sangre y sufrimiento. Hipnosis vampírica, borrado de mente y olvido. «La única forma de mostrar amor por un humano es mantenerse alejado».

El duelo de deseo y odio cobra forma en que Bill juega su principal carta: colaborará con Russell Edgington y le rendirá pleitesía. Lorena quería liquidar a la camarera a modo de venganza de esa manera pero los interesen del Rey de Mississippi han cambiado. Jaque pero no mate. Sacrificio por amor. El mate era rematar a Lorena y romperla el cuello pero ella es una mala víbora.

Torsión y la más bizarra secuencia de sexo de lo que llevamos de “True Blood”. Posiblemente, véanla y repitan porque este chico ha perdido su ‘humanidad’. Besos, bocados, despelote, arañazos, penetración, rotura de cuello y quítate de mi vista… pero ¡terror! Lorena lo ha conseguido, sobre todo sorprendernos y horrorizarnos.

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