«Abróchense los cinturones…» es el inicio de una frase célebre y cinéfila de “Eva al desnudo”, notable filme de Mankiewicz. Desnudo se puede quedar también uno si no se abrocha el cinturón y sigue las pautas del product placement. Esto es una técnica de marketing visual, viral y funcional al que nos tiene acostumbrados cualquier medio multimedia e incluso cinematográfico. Es cierto que las imágenes subliminales como ese pene con el que cerraba David Fincher “El club de la lucha” o con el que Bergman abría una de sus obras maestras, “Persona”, están prohibidos salvo guiño creativo pero, ¿quién necesita lo subliminal si le vale lo obvio? ¿Creen acaso que sea una casualidad que cuando Marty McFly en “Back to the Future” abra una nevera esté perfectamente colocada una resplandeciente lata de Pepsi? En “El mundo de Wayne” juegan con ese ‘despiste del script’ para realizar un sketch y de paso sacarse un extra por producto mostrado. Los ejemplos podrían sucederse como diferentes marcas anunciadas.
En los cines los anuncios eran antaño, por lo tanto, durante la proyección y lanzados en lo subliminal pero ahora son antes e incluso después. Los hay de una cutreza extrema con voces de doblaje del primo o del vecino (que lo hace más barato). Son de barrio, de toda la vida. De esa autoescuela a la que ya nunca acudirás o de ese restaurante al que no accederás ni a tomar una caña. Efectivamente produce el efecto contrario hasta niveles insospechables. Pero imaginarse un mundo repleto de publicidad podría ser desolador aunque ya Spielberg, que metió el product placement hasta en “La lista de Schindler”, nos anunció el futuro viral y personalizado de la publicidad en “Minority Report” a golpe de iris. No enciendan la televisión: en un simple clip, como “Telephone” de Lady Gaga se anuncia canción, refresco, furgoneta, producto de limpieza, ropa interior, comida basura y obviamente y por supuesto teléfono (móvil). Pasen por caja.
Ahora somos víctimas dentro y fuera de la misma publicidad. Me explico, habitualmente la imagen de los autobuses se ha visto modificada por ‘capas’ de publicidad. Antes había un espacio dedicado a tal fin en un pequeño rectángulo situado en un lateral. Ahora es el autobús entero el que se encuentra envuelto como si fuera un macro-condón viral.
«Abróchense los cinturones…» y en ese movimiento uno puede sentirse como un espermatozoide atrapado en las redes de una plastificada corporación. Ahora los anuncios están en los lugares menos recónditos e integrados en el mismo mobiliario.
Sorprendido me quedé cuando al entrar en una autobús las desaparecidas ‘agarraderas’ de piel se habían colocado botellas de plástico endurecido de Bezoya. No es que sea algo novedoso ya que Burger King había colocado agarraderas (menos deslizantes y sin forma de hamburguesa) en autobuses del centro de Madrid y es habitual recibir en el típico correo electrónico con publicidad viril, viral y original en cuartos de baños o lugares urbanos. Pero son simples fotografías en 2D. ¡Bienvenidos a la publicidad en 3D, palpable y real!
Aparte de ser un estorbo y poder utilizarlas para completar una venganza con un golpe certero en la cabeza de un enemigo si el autobús se llenaba ¡eran deslizantes! pudiendo provocar más de un accidente. Yo los utilice como una atracción de un parque infantil para realizar una regresión ante la mirada atónita del resto de viajeros. El product placement cobra un doble significado al ‘emplazarte’ al otro barrio mientras formas parte de un anónimo anuncio. ¡Vaya muerte estúpida para titular una lápida! ¡Murió agarrando una botella Bezoya! Encima podría ser víctima de que muchos recurrirán a la rima de Bezoya, que es del parentesco del nº 13 y enemiga de la rima de nº 5.
Pero el verdadero horror sería intentar esquivar durante al menos 24 horas y sin parar por casa cualquier atisbo de publicidad. ¿Se imaginan no ver la marca de unas deportivas, móvil, de ropa o relacionado con cualquier producto? Tiren todas sus bolsas (van todas con marca, incluso la de los chinos) e incineren todas sus pertenencias. Intenten hacer la prueba porque es imposible: estamos más rodeados de publicidad y asociación a marcas que Tippi Hedren de pájaros en la genial película de Alfred Hitchcock. Y están allí, inmóviles y mirándonos sigilosamente... esperando darnos el picotazo fatal a nuestra cartera...
¿Cuál es el nombre de la fobia a la publicidad? La consecotaleofobia es aquella que describe el pánico hacia los palillos chinos, la cometofobia a las cometas, la escolionofobia al colegio (muy habitual en nuestros días) y la filofobia el terror a enamorarse (muy útil en tiempos de crisis). He buscado y buscado pero no hay ninguna fobia respecto a la publicidad... Aunque la mejor que podría describir la fobia a la publicidad sería la panofobia o lo que es lo mismo el terror a todo. Desde luego, en un mundo que ya es víctima del product placement a la vista de una estación espacial, «Abróchense los cinturones…».
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