Páginas Bastardas

sábado, 13 de septiembre de 2014

Boyhood (Momentos de una vida): La cápsula del tiempo cinematográfico

“Boyhood (Momentos de una vida)”
Título original: “Boyhood”
Director: Richard Linklater
EEUU
2014

Sinopsis (Página Oficial):

“Boyhood (Momentos de una vida)”, de Richard Linklater, es un drama de ficción rodado con el mismo grupo de actores durante doce años, de 2002 a 2013, que nos embarca en un viaje tan épico como íntimo a través de la euforia de la niñez, los sísmicos cambios de una familia moderna y el paso del tiempo. La película sigue a Mason (Ellar Coltrane) desde los seis años durante algo más de una década poblada de cambios, mudanzas y controversias, relaciones que se tambalean, bodas, diferentes colegios, primeros amores, primeras desilusiones, momentos maravillosos, momentos de miedo y una constante mezcla de desgarro y de sorpresa. Los resultados son totalmente impredecibles, ya que cada momento lleva al siguiente, entrelazándose en la profunda experiencia personal de los incidentes que nos marcan a lo largo de la vida y la cambiante naturaleza del devenir. La historia empieza cuando Mason, un pequeño soñador, se enfrenta a la primera gran convulsión de su vida: Olivia (Patricia Arquette), su entregada y luchadora madre soltera, ha decidido mudarse con él y su hermana Samantha (Lorelei Linklater) a Houston, justo cuando Mason Sr (Ethan Hawke), padre de los niños, acaba de regresar de Alaska y ha vuelto a reaparecer en su mundo. Así comienza una vida de cambios. Entre una marea de padres y padrastros, novias, profesores, jefes, peligros, deseos y pasión creativa, Mason deberá emerger para encontrar su propio camino.

Crítica Bastarda:

Deje de mirar esas nubes donde la crítica norteamericana ha situado “Boyhood (Momentos de una vida)”, céntrese en usted mismo y analice las sensaciones y emociones que le ha dejado el film Richard Linklater. La tesis cinematográfica que plantea el director de “Waking Life” es concebir una gran cápsula del tiempo donde convivan tanto su propia obra como la vida en sí misma y ese eterno devenir y ciclo vital que establecemos con nuestra existencia. Linklater desea sobreponerse al existencialismo más fatídico y desvincularse de la muerte para ceñirse a esa infancia/niñez/adolescencia (boyhood) de su protagonista y enmarcar el renacer de todo ser humano dentro del mundo que le rodea. Inmersos en ese receptáculo nos topamos con dos líneas narrativas/psicológicas que el propio autor nos revela y sobre las que se concentra su obra. La primera la marca Olivia (Patricia Arquette), la madre de Mason (Ellar Coltrane) ya ejerciendo como profesora de psicología, hablando a sus alumnos sobre la teoría del apego de John Bowlby y la necesidad del amor en la propia supervivencia de todo bebé con un ejemplo contundente e incuestionable. Esa protección se encuentra en la estabilidad y lucha por ofrecer una mejor vida a sus hijos por parte de Olivia y el sistema de apego de Mason, que trata de establecer modelos tanto en su padre biológico como en su primer padrastro. Toda esa médula dramática le sirve al director de “Slacker” para voltear su propia narración y poder considerar “Boyhood (Momentos de una vida)” como la historia de una madre o incluso —en los fragmentos que la componen— ser el retrato de un canalla que nunca va a cambiar por una madurez impostada como simple carcasa del conservadurismo y evolución política (Ethan Hawke) o de la sumisión de Samantha (Lorelei Linklater) al desarrollo de la cultura más inmediata y comercial. Si nos centramos en la historia de Olivia entendemos su amor y sacrificio afín a los conceptos de Bowlby y motor para concebir un hilo narrativo sobre distintos entornos y frentes familiares. Su recorrido vital durante el film, en realidad, marca la propia fugacidad de la vida y sentir que finalmente ha pasado prácticamente todo sin que apenas quede ya nada… salvo ese vaso existencial cada vez más vacío. ¿Mereció la pena el sacrificio o Linklater hace ‘trampas’ incluyendo una secuencia dramática (a modo de sermón) sobre los efectos secundarios de su interés en el futuro de la vida de otras personas? 


La otra línea psicológica y vital —y, en mi opinión, el rasgo que estigmatiza “Boyhood (Momentos de una vida)”— viene también de otra incursión del protagonista en una clase de psicología con aquel que será su padrastro. Nos hablan de Pávlov, de los estímulos-respuesta involuntarios y condicionados dando señales manifiestas en esa letra de Rolling Stones (‘Bitch’). Toda esa concepción y conexión es realmente el motor de transformación de los personajes y evidentemente de ese niño que intenta relacionarse con el mundo y su entorno, con esas amistades, familia, romances y encuentros pasajeros que van resaltando durante todo su camino. En realidad, la película nos habla sobre la implicación y posibilidad de ser parte de ese contexto con nos ofrece la cultura, ya sea a través del amor/desamor y del aprendizaje a través de experiencias y otras personas. Todas esas líneas sobre las que se esbozan la cinta de Linklater son nuestro propio reflejo, nuestra propia y pasada evolución con la melodía a modo de gran mosaico con la que se refuerza el film. Esa fascinante, e incluso drástica y condicionada interacción, supone un impulso en nuestro mundo dominado por la cultura y la información, por las redes sociales y la vinculación de los seres humanos a través de la tecnología, música, cine, política, religión, espiritualidad y ese etcétera que nos va definiendo, condicionado y estimulando, cual perros de Pávlov. Somos la arcilla moldeada por el contexto. Y, en todo ese gran mural, nos encontramos también dentro de esa cápsula del tiempo donde todo gira alrededor de cómo sintetizamos la cultura y la asimilamos para que también nos guíe y forme. Nosotros también somos parte de la película.


“Boyhood (Momentos de una vida)”, como todo receptáculo vital y cinematográfico, trata de dimensionar el tiempo de un modo orgánico. Linklater es consciente de que la originalidad de su proyecto está enterrada en el propio pasado fílmico y en la trilogía de Bill Douglas“My Childhood” (72), “My Ain Folk” (73) y “My Way Home” (78)— y los documentales de Michael Apted y Paul Almond que enmarcan su ‘The Up Series’, entre innumerables enfoques y ejemplos. La cuestión —como ese selfie diario durante siete años que tomó un joven canadiense siguiendo los pasos del vídeo viral del fotógrafo Noah Kalina— es centrarse en el impacto de la cultura sobre nuestra propia vida y la posibilidad de recrearla como ese estímulo-respuesta para generar un nuevo estímulo; y una nueva respuesta a modo de gran cadena. Definamos “Boyhood (Momentos de una vida)” como la antinarración generada por la ficción invisible de la vida, la épica del intimismo o la inmortal humanidad que ya encontraron los cineastas neorrealistas y la magia de lo cotidiano, con la que conectó Alan Ball con la propia audiencia a través de sus personajes en esa obra maestra de la televisión titulada “A dos metros bajo tierra”. Recordamos, abordamos el diálogo de ese padre e hijo y uno de los temas troncales de la cinta: la magia que habita en nuestro mundo existente pero también la necesidad de soñar y de imaginar en otra realidad (como un niño) para evadirse. El choque queda patente con ese guiño a ‘Harry Potter’ y esos pequeños protagonistas, sintiéndose intérpretes de una saga ficticia sobre magia y encadenando frontalmente al fondo de la propuesta: la obligación de respaldar la vida con un mosaico cultural como autorreflexión, aprendizaje y sabiduría por encima de sermones, charlas y moldes morales externos focalizados en el constante «¿Quién quieres ser?». Tal y como revela Olivia no hay un plan, todos vamos improvisando mientras repetimos los mismos errores y tropezamos en las mismas piedras que prometimos no volver a saltar tiempo atrás. Pero Linklater utiliza su propio discurso como recurso de guión para evadirse de esos lugares comunes del drama familiar e independiente norteamericano. Pasamos de la dureza y efectos secundarios del alcoholismo a un vídeo viral de Funny or Die protagonizado por Will Ferrell para voltear la situación y potenciar ese alegato de escape gracias a la cultura que nos rodea para sortear la otra y áspera realidad.


Toda esa humanidad que yace en “Boyhood (Momentos de una vida)” está condenada, del mismo modo que Alan Ball cedió a que Claire Fisher fuera el hilo narrativo que diera sentido a todo, a una vertiente creativa donde todo arte, como el propio cine y televisión, decide someterse a ese una posibilidad de escape retratando la vida a través una mirada fotográfica. Tanto Claire como Mason son prisioneros de esa libertad creativa a través de sus ojos y lentes fotográficas, en dotar al mundo de otra percepción propia. Y en ese camino final del protagonista —que bien pudiera ser un nuevo comienzo o guiño cíclico a la trilogía de “Antes de amanecer” (95), “Antes del atardecer” (04) y “Antes del anochecer” (13)— nos acabamos encontrando a nosotros mismos, tratando de integrarnos en la otra realidad. Finalmente somos nosotros el contraplano final, el punto de arranque y parte de los paralelismos y contexto de esos personajes que nos han alcanzado en el tiempo dentro de su cápsula. Proseguiremos con nuestro ritmo vital y recordaremos el de sus protagonistas durante esos 12 años antes para pensar en quiénes éramos y quiénes somos ahora… o quiénes fuimos cuando vimos por primera vez “Boyhood (Momentos de una vida)”. Improvisemos el futuro, pues.


APUNTES BASTARDOS:

—• Tengo la teoría conspiratoria (y bastarda) de que los rostros de Ellar Coltrane y Lorelei Linklater se deformaron tanto (y tanto) en la adolescencia que Richard Linklater aprovechó el presupuesto de la película para someter tanto a su niña (y niño) a unas cirugías estéticas para que les reconociéramos al final. Imagínense que hubieran cambiado tanto que pensaráramos que nos son las mismas criaturas. ¡Imagínense! ¡12 años por la borda por cambios hormonales! ¡Al cirujano más cercano, YA!

—• ¿Cómo trollear a Richard Linklater? Encargándole la continuación de “Boyhood (Momentos de una vida)” con Jordi Hurtado. Realmente sería un proyecto más afín a David Lynch desconcertando a los espectadores. ¿Se encuentra Jordi Hurtado en un instituto dando clases o es el profesor? ¿O es el abuelo del profesor que pasaba allí? Piénselo pero no mucho que es un rollo chungo que puede dejarle frito el cerebro… 

Licencia de Creative Commons
Historias Bastardas Extraordinarias by Maldito Bastardo is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License.

2 comentarios:

  1. Gran crítica.
    Como sugerencia, estaría bien que incluyeras la nota dentro de la crítica.

    ResponderEliminar
  2. Creo que te quiero Señor Bastardo

    ResponderEliminar

Lea antes los Mandamientos de este blog.