Páginas Bastardas

viernes, 8 de julio de 2011

La noche que no acaba: El mito y la imagen



De todas las condenadas películas que hice, Pandora sea quizás la menos famosa y sin embargo casi nada me ha influido tanto. Esa película cambió mi vida.
Ava Gardner

Como muchos actores, Ava Gardner odiaba ver sus películas. Decía que la mujer de la pantalla no era ella. Pero todas las películas cuentan dos relatos: el argumento y la historia de los cuerpos filmados. Esta película cuenta lo que sucedió entre dos imágenes: un primer plano de Pandora y un primer plano de Harén, el primero y el último que Ava rodó en España. Seguramente, Ava pensaría que ninguna de esas dos mujeres se parecía en nada a ella misma.
Historia de un giro

Así se inicia “La noche que no acaba” a partir del libro “Beberse la vida: Ava Gardner en España” de Marcos Ordóñez. El diálogo entre la misma actriz perdida en la distancia, la conversación en contra-plano de la Ava Gardner en los 40 con “Pandora y el holandés errante” y ese rostro marcado por el tiempo de los años 80 en “Harem”, último y primero que rodase en España. El que le dio y cambió la vida al que la postró a una futurible muerte unos pocos años después. Entre el collage y la moviola el montaje ofrece una realidad fragmentada en terceras voces, como si fuera Greta Garbo en “Ninotchka”. Pero también aparecen otros espejos donde se refleja la realidad que nos presenta Isaki Lacuesta en “La noche que no acaba” para la TCM: “¡Bienvenido, Míster Marshall!” podría resumir su rodaje y erupción en Tossa de Mar, su eterno rol de mujer española en su presunción de culpabilidad como femme fatale, su acercamiento al torero como amante como voz pública de devoradora de hombres, ese amor tan distante como cercano en la figura de Frank Sinatra, con el que nunca llegaría a coincidir en una película. Esas contraposiciones se detallan en las voces de la dos narradoras del documental: Ariadna Gil y Charo López; de nuevo el eterno contra-plano de dos mujeres, de dos edades, de dos vidas que fueron una.

El mismo día en el que se preestrenaba en la capital la película de “Harry Potter y las Reliquias de la Muerte - Parte II”, rodeada de toda la pirotecnia de medios, seguidores y emoción plastificada en flashes, lo hacía también el documental de Lacuesta. Y lo que había en uno no existía en el otro: puro frente y espalda. El mito se enfrentaba a lo mitómano. Las dos caras de una misma industria: lo nuevo y lo viejo. Esa misma minoritaria historia se vivía en la sala de proyección frente a la multitudinaria repercusión en unos cientos de metros. La memoria de lo oculto en esas visiones de personas que apenas fueron una sombra, un breve espacio de fotogramas son el resorte que emplea el director de “La leyenda del tiempo” para describir en el tiempo a Ava Gardner: desde su doble de cuerpo para un desnudo hasta un pianista, desde un fotógrafo hasta un pescador, desde una figurante hasta el portero de la plaza de toros de Girona…

Recuerdo, estancia y vigilancia

La censura del entorno siempre entorpece la visión real y tal vez “La noche que no acaba” sea tan dispersa como los pequeños discursos, entrevistas y puntos de vistas que forman un conjunto tan turbio como descriptivo. Entre la tempestad y la tormenta, entre la calma y la mirada perdida, “La noche que no acaba” es una historia de dos mujeres que son una, cara y espalda de la misma esencia que oculta siempre una verdad y una mentira. La realidad no existe ya que el secreto de la ficción permanecerá oculto y retenido para siempre pero queda la esencia del mito, de la imagen que tienen otros sobre ese icono, sobre esa leyenda exenta del tiempo y abierta en el espacio.

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