“La dama de oro”
Título original: “Woman in Gold”
Director: Simon Curtis
Reino Unido
2015
Sinopsis (Página Oficial):
“La dama de oro” narra la apasionante historia real de una mujer que lucha por recuperar lo que es suyo y resarcir a su familia. Tras huir de Viena sesenta años atrás durante la Segunda Guerra Mundial, una mujer judía llamada Maria Altmann (Helen Mirren) emprende un viaje para reclamar las posesiones que los nazis confiscaron a su familia, entre ellas la célebre obra de Gustav Klimt Retrato de Adele Bloch-Bauer I. El joven abogado Randy Schoenberg (Ryan Reynolds) echará mano de su valor para suplir su falta de experiencia al acompañarla en esta lucha que los llevará hasta el corazón del gobierno austriaco y la Corte Suprema de Estados Unidos. Por el camino, Maria deberá enfrentarse a las terribles verdades de su pasado.
MORALEJA: La que lía Helen Mirren por un lavavajillas.
RESUMEN BASTARDO de “La dama de oro” de Simon Curtis (y me repito): la que lía la hija de fruta de Helen Mirren por un nuevo lavavajillas...
Con un recital de chistes del tipo «Alguna vez quiero ir a Austria con mi hija, le encantan los canguros», “La dama de oro” únicamente destaca por que nos confirma que los austriacos nunca bajarán la cabeza. Da lo mismo que hablen de dos Austrias, del pasado que le reclame al presente o que Austria es inimaginable sin Helen Mirren. Todo se reduce al Holocausto. ¿El pasado es el pasado? Puede que, tal vez, la película quiera trazar un discurso autocrítico respecto a ese pasado, que no puede ser enterrado si existen crímenes de los que los autores ya quellos que siguieron su legado no se arrepienten. ¿Hay que pasar página? ¿El exilio es la solución? Quizás el enfrentamiento a esas heridas/raíces sea el sentido dramático de la obra. Puede que acabemos siendo parte de nuestras raíces, que seamos incapaces de crecer sin algo que sirva de germen.
Dentro de esa dicotomía, “La dama de oro” resulta ser una cinta prototípica donde Simon Curtis se ciñe al manual de trucos del biopic con anticlímax al uso. Y un final a lo “Titanic”, en el que no faltan los créditos finales para recordar el destino de los protagonistas, tampoco ayuda en demasía:
Se estima que más de 100.000 obras de arte robadas por los nazis no han sido devueltas a sus legítimos propietarios
Lo dicho, la que lía Helen Mirren por un lavavajillas…
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