GLOW: Segunda temporada

[AVISO SPOILERS] La segunda temporada de “GLOW” parece formalizar un relevo respecto a “Orange is the New Black” en lo que podemos definir como el bastión del feminismo de Netflix. La nueva entrega de esta comedia dramática entra más en el formato que aquella que se ha ido diluyendo, temporada a temporada, respecto al correccional de Litchfield. En el espectáculo creado por Liz Flahive y Carly Mensch el tiempo —y las tramas centradas en diversos personajes— han servido para acrecentar el retrato interior de las Hermosas Damas de la Lucha Libre. En ese mismo espectro, hemos descubierto conflictos y enfrentamientos latentes y pendientes pero aquí, sin embargo y realmente, la idea es que las mujeres no luchen entre sí —más allá de ese espectáculo en el ring—. Todo lo contrario. En “GLOW” nuestras protagonistas al final de la temporada revelan una fortaleza interior por prevalecer y, sobre todo, respaldándose las unas a las otras ante la adversidad e infortunios que van surgiendo episodio a episodio. Sobre todo en la recta final temporada… También ha jugado bastante bien con esa dosis de homenaje a la década que representa y, máxime, sobre ese espíritu de crear algo nuevo y que también, en cierto modo, sea caótico. En realidad, las miradas de Ruth Wilder (Alison Brie) y Sam Sylvia (Marc Maron) parecen conformar el espectro creativo de ese programa de televisión que va a orientarse a sorpresas y giros de guion. Pensemos en la idea de ese director de películas de Serie B. ¿De verdad que la televisión pudiera ser el cementerio para todo ese talento que se fue diluyendo con el paso del tiempo? En cierta medida, Ruth es esa discípula que revela un conflicto y dicotomía en Sylvia y le empuja a establecer en GLOW un revulsivo que desea seguir creciendo. ¿Qué más nos ha ofrecido la segunda temporada de la serie de Netflix? 

Vayamos a los hallazgos de una entrega en la que se ha inmiscuido las ínfulas del «#MeToo» y los abusos o acosos que han sufrido innumerables mujeres en la industria audiovisual a lo largo de muchas décadas. El posicionamiento de Ruth y Debbie da la impresión de dividir esa denuncia (y sus consecuencias) frente a los trucos (?) para consentir esos abusos sexuales y sobrevivir en el intento. Incluso sobre Ruth se cierne un extraño triángulo romántico con dos compañeros de trabajo, revelando en ese proceso esos contraplanos a su acoso o la posibilidad de que alguien pudiera aprovecharse de sus intentos de establecer su independencia. Hay heridas todavía aquí con Debbie y los escritores se han empleado en dar una salida catártica en un espectro físico y emocional para que arreglen sus diferencias. En la segunda temporada de “GLOW” ningún personaje queda fuera para establecer un avance en su historia personal, dejando en el tintero a algunas protagonistas que seguramente progresen en nuevos episodios. Lo interesante del espectáculo de Netflix es su mirada metaficcional y en establecer, por ejemplo, en el argumento de “Los Teleñecos conquistan Manhattan” los intentos de supervivencia de ese programa en peligro por la determinación de Ruth de ser víctima de un acoso sexual por parte del director de la cadena. Lamentablemente, nada del anterior va a servir… por lo que, nuevamente, la sorpresa se erige como el condimento del guion para buscar una salida. Ray (Horatio Sanz) parece el nuevo mesías para poner fin a la televisión y llevar el show a un lugar que pudiera ser incluso mucho más propicio. ¿Próximo destino Las Vegas? En realidad, una secuencia final en el que van variando los primeros planos de todas las protagonistas es el perfecto aliciente para ver lo mucho que nos importan y lo que necesitamos de estas mujeres dentro de nuestra otra pantalla. Pese a todo, el gran trabajo de Alison Brie permite establecer esa dualidad entre incertidumbres y secretos que todavía quedan guardados. ¿Estamos condenados a sumergirnos en un mar de dudas? 

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