“Nada que temer”
Título original: “Nothing Left to Fear”
Director: Anthony Leonardi III
EEUU
2013
Sinopsis (Oficial):
Wendy y Don viajan junto con sus hijos a la pequeña y aparentemente tranquila localidad de de Stull (Kansas). Él es el nuevo pasto del pueblo. Nada más llegar comienzan a sucederse extraños y terroríficos acontecimientos que amenazan la paz e incluso la vida de la familia. Primera producción de Slasher Films, compañía creada por el guitarrista Slash, opera prima de su director, que parte de la leyenda negra de Stull, considerada por muchos como una de las siete puertas del infierno.
Pulverizada por la crítica y defenestrada por el público, en “Nada que temer” no se sabe demasiado bien si aquello por lo que uno ha de sobrecogerse es ante las virulentas reseñas que cosechó la primera cinta producida por Slash. Precisamente uno de los alicientes publicitarios del film dirigido por Anthony Leonardi III era tanto la conexión con el ex de Guns N' Roses como la participación de Anne Heche, sin que tal caramelo envenenado sirviera para revelar cierto brillo en una banda sonora compuesta por Nicholas O'Toole y el propio guitarrista. Anodina y repleta de clichés, la película resulta tan aburrida como embutida de lugares comunes para dosificar en pequeñas dosis ciertos toques siniestros de relleno. Si bien para el espectador curtido en el género las intenciones de los habitantes de Stull (Kansas) son un tanto previsibles, ni la aparición de roedores, pesadillas o dientes satánicos en tartas van a ayudar a digerir que no hay demasiado terror en el que recrearse en comienzo. Amparándose en las leyendas del lugar, “Nada que temer” ni resulta incómoda en ningún momento de su metraje o perfila satisfactoriamente una sátira/crítica respecto a la religión. Es un bodrio, tampoco hay que hacer un drama más allá de tal irrefutable hecho.
Soporífera de principio a fin, hasta que no llegamos a la hora de película no aparece la presentación de ese portal directo al infierno en el que las ‘ofrendas’ van a ser realizadas. Podríamos entender que el sacrificio de un cordero era una marca premonitoria y todas esas metáforas recurrentes se utilizan para narrar la eterna lucha de la luz y la oscuridad. En realidad, “Nada que temer” tampoco cuenta la carta de tener a Anne Heche en el reparto ya que rápidamente se posiciona y decanta por un drama romántico entre la hija mayor de esa familia, que acaba de mudarse, y otro joven que esconde y es conocedor del oscuro secreto del pueblo y sus habitantes. El film, aparte de irrelevante, se ampara en un ritual de una comunidad donde la familia protagonista se convierte en objetivo. Tras la lentitud y sopor inicial, no falta alguna posesión en el menú para tratar de despertar la propuesta del letargo y el tedio impuesto. Y aquí surgen tanto las conexiones obvias al género (“The Ring”) como los efectos visuales desatados por esa entidad demoníaca que absorbe la energía vital de sus víctimas. Sin que podamos encajar en demasía los sueños premonitorios de la protagonista de la película, “Nada que temer” desarrolla su recta final entre cuantiosos absurdos para tratar de compensar sus problemas de guion. La razón es que film de Anthony Leonardi III trata de guardarse las maquinaciones demoníacas de ese pueblo generando demasiadas preguntas por el implícito absurdo del asunto. ¿No pudieron haber completado su misión de otra manera menos ilógica para cerrar el portal? ¿De verdad que era la única manera? ¿Y cómo descubrieron que había solamente existía una única manera y ésta era tan chapucera? ¿Es que los familiares de los desaparecidos no van a investigar nada de nada? En definitiva y resumen, no hay nada que temer de un bodrio que alcanzó el top 10 de las peores películas estrenadas en 2013.
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