“Area 407”
Título original: “Tape 407”
Directores: Dale Fabrigar y Everette Wallin
EEUU
2012
Sinopsis (Oficial):
Después de despegar en un vuelo desde Nueva York a Los Ángeles en la víspera de Año Nuevo, los pasajeros del vuelo 37A pronto se encuentran en estado de shock y de alarma cuando el avión experimenta una turbulencia severa. El ataque incesante hace que aumente el clima de pánico y terror entre los pasajeros hasta que el avión se estrella en última instancia, en una remota reserva de pruebas hechas por el gobierno, AREA 407. A través de imágenes capturadas por dos hermanas adolescentes, podemos ser testigos del accidente y de los eventos que ocurren a continuación, además, no debe ser visto por los débiles de corazón. A medida que continúan a la película, se hace evidente que los supervivientes del vuelo 37A no pueden sobrevivir a la noche.
«Esto es de todo menos gracioso, me cago en la puta».
Cuando uno de los personajes de la película define el BODRIO que estás viendo… mal vamos. “Area 407” es considerada uno de los peores filmes del siglo XXI según Filmaffinity. Sobran la palabras, hay poco más que aportar ante un despropósito que no se sabe si desea rentabilizar el éxito de las cintas de ‘found-footage’ o volver a resucitar las monster movies vía dinosaurios. La cuestión es que nos vamos de Nochevieja y directos al vuelo 37A para que una niña repelente comience a grabar a todo quisqui y todo el mundo desee su muerte… He ahí el truco porque el avión se ‘vierte’ pero los escritores y directores han pensado en hacernos sufrir haciendo que sobrevivan los pasajeros más ‘monguers’ y nuestra desesperación comience a crecer en este experimento ‘zoociológico’ hecho BODRIO. Por supuesto hay una persona con sobrepeso que se gana el odio de todo el mundo y simplemente abre la boca para encabronar a diestro y siniestro. Pasan cosas paranormales (?). Allí nadie tiene una ‘fruta’ linterna pero lo primero que hacen es explorar un lugar en el que no se ve una ‘fruta mielda’ porque está tan de noche como los ‘cojons’ de un grillo. El drama aparece cuando surge de ese manto de oscuridad una velociraptor tróspido con mucha hambre para comenzar a darse un festín entre mongolidades varias y la pestosa y pestilente mocosa grabando todo porque ella lo vale. Horrible. Repito, horrible. En resumen, si sobrevive a los primeros 20 minutos de esta infecta película ya puede gritar al mundo que sería capaz de sustituir en un accidente de avión en la Cañada Real junto a un grupo de drogodependientes en rehabilitación. Y no se olvide de incluirlo en su currículum. De nada.
“Area 407” nos enseña cómo el grupo de protagonistas empieza a descubrir que allí ocurren cosas raras y al final pasa… lo que pasa… O sea, BODRIO TOTAL con un desenlace para incitar al suicidio masivo de cualquier persona que trate de tomarse en serio semejante cúmulo de idioteces escritas sobre ese papel higiénico hediondo que conforma el guion. Olvídese de suspense o sustos porque los dinosaurios tróspidos del filme de Dale Fabrigar y Everette Wallin simplemente pasaban por allí para hacer el ridículo junto al resto de los humanos que hormigueaban durante todo el metraje. En realidad, podemos entender el EPIC FAIL cinematográfico como la construcción de la peor película de la presente década con los personajes más estúpidos y desagradables posibles. La idea sería que nadie nos cayera bien y rogáramos por la posibilidad de ver a esos dinosauros asesinar a todos esos insoportables seres. En definitiva, que nuestro dolor y tortura se convirtiera en suyos. ¿El fin y el cine cutre justifican los medios? Quizás la cuestión sea que el ‘found-footage’ siempre ha sido un subgénero de terror con auténticas atrocidades fílmicas o películas muy discutidas y controvertidas. Siempre se ha basado en el amor/odio y “Area 407” se retroalimenta sobre lo peor de esa forma de hacer cine low-cost que no deja de caer en la mismas deficiencia y trampas. Fabrigar y Wallin no solamente no aportan nada sino que han engendrado en sus descuidos posiblemente el fondo de todos los fondos de este tipo de producciones. La razón aquí no hay espacio para el atemorizar en la audiencia sino para condicionarla al irremisible odio. Hablemos claro: esta defecación merece ser considerada, por los votantes de Filmaffinity o habitantes de Raticulín, como uno de los peores filmes del siglo XXI… salvo que su segunda parte diga lo contrario.
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