Toda serie de culto tiene que llegar a su final y “The Few Who Dare”, primer episodio de la última y quinta temporada de “Orphan Black”, ha marcado los tiempos de esos diez episodios con los que concluirá la aventura del Clone Club. Si bien Tatiana Maslany consiguió el Emmy que merecía, los seguidores de la propuesta de BBC America necesitamos que se complete el prometedor círculo iniciado en 2013. Tal vez la estructura de cajas chinas, entrega a entrega, haya apuntalado la crónica de un enfrentamiento entre los ‘neolutionistas’ y otras corrientes del transhumanismo, entre conspiraciones y maquiavélicas corporaciones. Todas esas batallas han ido presentando un problema común para todas las clones exceptuando para Sarah Manning: una enfermedad que se podría definir como plaga que es capaz de exterminarlas una a una. Con tanto giro de guion, torsión argumental y proyectos secretos (Leda y Pastor), uno puede imaginar que la nota de pie de página es más simple y sencilla bajo una constante y reiterada referencia a ‘La isla del doctor Moreau’. Tras Susan Duncan y la aparición de Topside, la corporación que lo controla el Grupo DYAD sirviendo al Neolution, existe la figura de un provecto hombre que podría ser el Mago de Oz… P.T. Westmoreland ―el autor de ‘On the Science of Neolution’ y fundador del movimiento y creador de esa sociedad científica secreta― es aquel personaje clave de la historia al que ni siquiera vamos a conocer personalmente en el season premiere. Ha permanecido con vida desde la época victoriana y entendemos que la llegada de distintos clones a Renacimiento, el lugar en el habita él y sus muchos colaboradores, va a ser parte de la esencia para dar un sentido mitológico a la serie y resolver los misterios todavía pendientes alrededor de “Orphan Black”. ¿Es el principio del fin o el comienzo de una nueva y clónica era?
Vayamos a elementos ya divisados al cierre de la anterior temporada. Delphine está viva y va a ayudar en todo lo posible a Cosima. Rachel se ha hecho con el control de todo pero conocer a Westmoreland va suponer un cambio de rumbo en sus asesinas y vengativas políticas contra todo lo que huela a Sarah Manning. ¿Es tiempo para pactos con el diablo o aquí la gran villana de la serie se guarda una hábil carta para su jugada final? Sabíamos que Sarah estaba herida y esa isla del doctor Moreau esconde feroces criaturas que seguramente sean obra de experimentos de Westmoreland. La dura realidad para Sarah es que Siobhan y su hija Kira están en poder del pérfido Ferdinand Chevalier y nada al otro lado del océano (y línea telefónica) son buenas noticias. Menos mal que la batería del Smartphone de Sarah tiene la suficiente vida para hablar todo lo necesario y buscar refuerzos. Además, se va a enterar por parte de sus perseguidores de que las apariencias engañan en ese no tan idílico lugar. Da la impresión de que Westmoreland se ha amparado en un modelo comiquero de ciencia ficción para una sociedad en la que cada uno de sus miembros tenga una labor y objetivo pero, como remarcan los experimentos en el mundillo de la Serie B, nada va a salir como se esperaba. Allí se está revolucionado al ser humano y es evidente que la ‘eternidad’ era la primera de todas las posibilidades a tratar… Los Hendrix tampoco van a estar mejor al encontrarse en un Parque Natural bajo la protección de una embarazada Helena. Aunque el matrimonio pensaba en hacer las maletas van a ser sorprendidos por las acciones del Neolution… del mismo modo que Art tendrá que lidiar con una nueva compañera (Enger) que sabemos que trabaja para los villanos. En la serie ya no hay tiempo para la sutileza y todo va a avanzar rápidamente. Art va a ser chantajeado con la vida de su hija y Alison caerá en sus redes siendo Donnie y Helena la única esperanza… El problema es que nuestra ex monja siberiana quedará herida en uno de los enfrentamientos con los hombres del Neolution y da la impresión de que visitar un hospital va a ser el comienzo del fin… o la única posibilidad de salvar a los bebés de Helena.
Podemos entender (y defender) “The Few Who Dare” como un sumatorio de malas noticias en el que sabíamos que el reencuentro de Cosima y Delphine iba a durar lo justo. No parece que The Messenger, por orden y mandato de Westmoreland, quiere que la pareja se distraiga en arrumacos y su enésima separación puede que obedezca a otro tipo de agenda en Renacimiento. Felix y Scott, con un Ira que todavía no ha elegido bando, dan la impresión de ser el único frente que maniobra por conseguir oponerse a los designios del Neolution… Aquello que destaca del season premiere son los descubrimientos de esa villa establecida en la isla desde 1908 para mejorar la raza humana. Charlotte nos va a mostrar el adoctrinamiento que allí se vive por parte de esos ‘elegidos’ que van a utilizar la ciencia para reinventar la historia. Desconocemos si Westmoreland es el gran villano del cuento o, por el contrario, Rachel quiere hacer su jugada y ocupar el rol que se espera de ella. De momento, va a ayudar a Cosima con su tratamiento y los planes de Rachel son utilizar a la bióloga para salvar a todas las clones. ¿La cura está más cerca que nunca? Podemos imaginarnos a un ejército de clones saliendo a las calles por todo el planeta con la sintonía de ‘Aquarius (Let the Sunshine in)’ aunque la oscuridad inicial de este inicio de su última temporada no es en absoluto esperanzador. Sarah sigue teniendo el apoyo emocional de su hija como gran motor para seguir adelante y, poemas de Ella Wheeler Wilcox aparte, sabemos que está condenada a enfrentarse nuevamente a ese diablo y clon de ella misma. Su némesis espera… aunque los planes de Rachel son utilizar esa isla para conquistar a todos los clones… ¿Una Isla para gobernarlos a todos? ¿Una Isla para encontrarlos, una Isla para atraerlos a todos y atarlos en las tinieblas? Continuará…
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