domingo, 6 de noviembre de 2016

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Sully: El factor humano

“Sully”
Director: Clint Eastwood
EEUU
2016

Sinopsis (Página Oficial):

Del oscarizado director Clint Eastwood (El francotirador, “Million Dollar Baby”) llega el drama de Warner Bros PicturesSully, protagonizada por el ganador al Oscar Tom Hanks (El Puente de los espías, “Forrest Gump”) en el papel del Capitán Chesley ‘Sully’ Sullenberger. El 15 de enero de 2009, el mundo fue testigo de ‘El milagro del Hudson’ cuando el Capitán ‘Sully’ Sullenberger hizo amerizar su avión averiado sobre las gélidas aguas del río Hudson, salvando la vida de las 155 personas a bordo. Sin embargo, mientras Sully era aclamado por el público y por los medios por su hazaña nunca vista en habilidades de aviación, se desarrolló una investigación que amenazaba con destruir su reputación y su carrera. Sully” también está protagonizada por Aaron Eckhart (Objetivo: La Casa Blanca, “El caballero oscuro”) como el copiloto de Sully, Jeff Skiles, y la nominada al Oscar Laura Linney (“La familia Savages”, “Kinsey”, “Con C mayúscula (The Big C)”) en el papel de la mujer de Sully, Lorrie Sullenberger. Eastwood dirige la película a partir de un guion de Todd Komarnicki, basado en el libro El deber supremo de Sullenberger y Jeffrey Zaslow. Producen el proyecto Eastwood, Frank Marshall, Allyn Stewart y Tim Moore, con Kipp Nelson y Bruce Berman como productores ejecutivos. La película reúne a Eastwood con algunos de sus viejos colaboradores, que recientemente trabajaron con el director en el éxito mundial El francotirador: el director de fotografía Tom Stern y el diseñador de producción James J. Murakami, ambos nominados al Oscar por su trabajo en “Al final de la escalera”; la diseñadora de vestuario Deborah Hopper; y el montador Blu Murray. La música ha sido compuesta por Christian Jacob y la banda The Tierney Sutton

Crítica Bastarda:

“Sully” comienza con una secuencia que pronto descubrimos que es de sentido onírico y pesadillesco, siendo el único elemento que puede perturbar al héroe imperturbable; aquel al que únicamente delatan sus 110 pulsaciones y cuyo sudor no viene del temor de la intimidación de las cámaras —o por parte de una periodista inquisitiva— sino, contrariamente, del calor de los focos y de ese ambiente que va cimentando alrededor un infierno en el que se ve inmerso. Esa escena inaugural determina tanto el tono como el leitmotiv de la obra. Los fantasmas del 11-S siguen presente en el pueblo estadounidense, albergan el espectro del horror social y la consciencia arrebatada por una imagen condenada a repetirse. Esa estructura cíclica del film, en la que vemos reiteradamente el accidente desde diversos puntos de vista, percepciones e incluso análisis emanan un significado esencial amparado en la radiografía de todo un país desde distintos frentes. La lectura más interesante de “Sully”, por lo tanto, la establece ese punto de conexión de la propia premisa al dejarnos claro que los norteamericanos vivieron, viven y vivirán atrapados sobre ese 11 de septiembre de 2001 que sigue produciendo temblores y sobre lo que todo pivota. Eastwood es suficientemente veterano para lanzar dardos envenenados sobre esos catastróficos medios que no parar de querer y desear una repetición de una tragedia, mirando fríamente una cámara y lanzando la crónica de las catacumbas del horror cronometrado. ¿Alguien puede salir a la superficie y respirar? ¿Algún héroe logrará romper el ciclo y abandonar esa eterna pesadilla condenada a repetirse? 


Sobre tal intersección, el autor de Gran Torinofocaliza la experiencia del héroe afectado por el crecimiento interior de sus aciertos y errores, como si las acciones de Chesley ‘Sully’ Sullenberger hubieran sido la consecuencia de una vida en el aire aprendiendo a aterrizar en las circunstancias más desfavorables. Y es ahí donde el sentimiento respecto a la intervención de diferentes intérpretes, en los sucesos acaecidos el 15 de enero de 2009, fueron el resultado de otro tipo de aprendizaje después de que unos aviones hicieran colapsar el World Trade Center. “Sully” se recrea sobre la épica de todos esos héroes que conceptuaron un milagro en medio de vorágine de una crisis económica y guerras desplegadas a lo largo y ancho del planeta; todos ellos estaban allí para recoger ese milagro errante aparecido desde el cielo hasta encontrarse con las gélidas aguas del río Hudson. Pero el ser humano no es conocido en la actualidad por buscar luz en las grandes gestas sino por escudriñar en las sombras que destellan frente a un foco milagroso. La investigación a la que se ve sometido el héroe nos transporta en ese eterno cuestionamiento del ser humano frente a cualquier virtud o elemento efímero que genera una proeza. Necesitamos hundir a aquel que se mantiene de pie en el agua y, valiéndose de tal metáfora del propio aterrizaje forzoso y idealizada en el póster de la película, Eastwood condiciona los interiores dramáticos de un héroe torturado y sometido a una presión completamente injustificada y que detonará en una especie de juicio supremo para desacreditarlo de cualquier clase de épica. El fin no justifica los medios porque, al fin y al cabo, el fin siempre será rebatido y cuestionado. Tal vez deseemos en la actualidad automatizar todo a unos niveles tan absurdos que las personas han de ser simples máquinas, alcanzando un aire de perfección y defensa ante cualquier ataque. El ser humano ha de desprenderse del propio factor que lo caracteriza y convertirse en un mero programa informático, una entidad atrapada en una eterna simulación. 


Ese factor humano nos lleva a desenmarañar ese ciclo en el que todos los personajes de la cinta se ven inmersos ante la desacreditación por parte de una indagadora junta de investigación. ¿Por qué todo tiene que ser un fraude? ¿Por qué todo tiene que tener alguna clase de deficiencia si ese fin justificó un medio al que no podían llegar otros? Eastwood da la impresión de ironizar con ese frente de antagonistas personalizado en la elección de sus intérpretes. Mientras que Mike O'Malley es un actor más conocido por la comedia (del que se suele olvidar su faceta teatral), Anna Gunn conecta con el subconsciente seriéfilo generando ese odio que rodeaba a su personaje en Breaking Bad. “Sully” no quiere estar afectada en ningún momento por una dramatización directa y superficial para emocionar sino sugerir en esos elementos que adornan su historia ese clima de tensión que aborda a su héroe. Negándole incluso un encuentro físico con su esposa e hijas, la elegancia del film viene determinada por un incisivo bisturí sobre esos elementos que rodean y aprisionan al protagonista y que incluso amenazan con destruir su existencia a todos los niveles inimaginables… pese a realizar una proeza que ahora es deliberada y avizorada desde un prisma claramente inhumano y ventajista. Eastwood tampoco desea ejercer de Frank Capra aunque pudiéramos imaginarnos a James Stewart ocupando ese espectro sobre el que se recrea un brillante Tom Hanks. Alejándose de la moralina de la fallida El vuelo (Flight)de Robert Zemeckis y bajo el alerón de ser considerada una cinta menor de su filmografía, el director de “Cartas desde Iwo Jima” extiende el conflicto de su héroe al suyo propio; como si la heroicidad de seguir detrás de las cámaras, entregando brillantes proposiciones, fuera analizada y cuestionada en los márgenes de ese factor humano que enmarca su obra. Eastwood, rodeado de un reparto plagado de secundarios y caras conocidas, desea encapsular su propuesta en esos ciclos que se repiten una y otra vez hasta su desenlace, sin alargar innecesariamente la historia en pos de alguna clase de concesión emocional. Y el respiro y escape a ese bucle impositivo, respecto a revivir una y otra vez el vuelo 1549 del US Airways, viene determinado con el control de la situación por el héroe y su escudero, lanzando éste último un chiste como único consuelo a su victoria y épica tras la rendición de sus enemigos. Tal vez sea consecuente que los créditos finales, a modo de epílogo, formulen un enlace emocional entre la transcripción de la historia con la audiencia y esas personas que protagonizaron y fueron parte de ese milagro que sucedió el 15 de enero de 2009. 

Heads down, stay down!
Brace, Brace, Brace!

Apuntes bastardos

Una de las grandes incógnitas de “Sully” era saber cómo iba a afrontar Clint Eastwood la complicada misión (más milagrosa que el amerizaje del avión de la película) de plasmar los extraños pezones de Tom Hanks. Al director de “Million Dollar Baby” haber ganado 4 Oscars de nada le ha servido para hacer frente a un hecho que ni los mejores directores de la historia del cine hubieran sabido resolver. Eastwood ha aplicado la censura sobre tales carnosas protuberancias con un baño de vapor para que el espectador aparte su mirada sobre las tetillas de su estrella y se centre en el personaje. Lamentablemente no lo consigue. Nadie podría hacerlo… 


Una lectura de la película para nada positiva es la que propicia el asesinato indiscriminado de esas pobres aves que volaban hacia un final feliz, que se truncó cuando el avión pilotado por el indeseable Capitán Chesley ‘Sully’ Sullenberger acometió sobre sus existencias para borrarla de un plumazo (?) para siempre. Se habla mucho de esas 155 almas que fueron salvadas pero nadie habla en la película de los pobres pájaros que allí perecieron. Y estamos seguros que fueron más de 155… Perdonen, a ESO se le llame genocidio… o ‘avicidio’… Me parece vergonzoso e hipócrita, además, que PETA guarde silencio con este tema de vital importancia cuando suelta mierda por cuestiones claramente menores y, digámoslo, tocahueveces varias sin sentido (del ridículo). Del mismo modo, es criticable el posicionamiento de todos esos que hacen llamarse y se declaran cada día animalistas —y que han quedado retratados como execrables personas más falsas que el currículum de Anna Allen—. Mucho desear la muerte de niños con cáncer que quieren ser toreros pero ninguno de ellos ha salido a las calles a hacer una quema/pintada de los pósteres de “Sully” o boicotear el estreno en sala de cines con carteles de apoyo a las aves allí asesinadas impunemente dentro de un espectáculo sádico y celebración aberrante y prehistórica. Se ve que son animalistas que comen pollo (o derivados)… Es tan patético y lamentable que ninguno de ellos se haya manifestado todavía tan airadamente como suelen hacer por esos pobres y desprotegidos vertebrados ovíparos, que fueron masacrados el 15 de enero de 2009, que solamente puedo desearles desde aquí mi más absoluto desprecio y un graznido en señal de luto por esas almas difuntas que desdeña la cinta.

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1 comentario:

  1. Es que es bien sabido que los animalistas
    sólo defienden los intereses de los mamíferos ,
    considerando "inferiores" a ovíparos e invertebrados ...
    Malditos racistas !!
    Y por qué no hay vegetalistas ??
    Quién defiende los derechos de las pobres plantas ??

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