Tras la vuelta de tuerca de “Chapter 6” (6x06) “American Horror Story: My Roanoke Nightmare” ha entrado en una nueva dimensión en la que todas las piezas expuestas y previas impactan doblemente bajo ese juego de enfrentar una falsa realidad a una falsa ficción. Ese estilo documentalista y dramatización de los primeros cinco episodios ha llegado a una fase en la que el choque con la ficticia realidad, desde nuestro punto de vista, ha elevado el espectáculo a una carcasa que alterna el reality, con la secuela y un estilo cercano a “El Proyecto de la Bruja de Blair” con [•REC]. Ese juego de réplicas y doppelgangers también nos transporta a un bucle y patrón en el que vivimos atrapados junto a los protagonistas en la crónica de una repetición, como si esa Luna de la Hierba Moribunda estuviera condenada a salir a cada año para celebrar (?) un festival cercano a Halloween de vísceras, violentas muertas y toneladas de sangre con las que bañar esos terrenos malditos. En realidad, aquello que seguramente nos quieren plantear Ryan Murphy y Brad Falchuk es que la televisión actual y el género de terror viven atrapados en una espiral reiterativa en la que la dramatización se viste de retórica, pose y efectismos mientras que esa realidad, representada en este actual de la temporada, es mucho más cruel, directa, fea y brutalmente grotesca. Y poco o nada se tiene que decir… Esa contraposición también eleva el discurso de “American Horror Story: My Roanoke Nightmare” y “Chapter 7”, séptimo episodio, nos recuerda que ese festival gore no necesita ni una sola palabra por parte de los villanos de la historia, como si su esencia fuera simplemente primitiva y más impactante por tal motivo. Repasemos el capítulo.
Nos hallamos posiblemente ante una de las mejores combinaciones de episodios en el universo de “American Horror Story” en lo que gore y horror se refiere, adentrándonos al igual que esos actores que pensaban que todo era una gran farsa en el impactante descubrimiento de una realidad capaz de devorar a todos. En cierta medida, los personajes que se dieron cita en ese truculento reality show fueron por diferentes motivos a ese lugar maldito. Aquellos que tiempo atrás vivieron el terror en primera persona simplemente acudieron por unos conceptos tan egoístas como preocupantemente suicidas. En el caso de Lee limpiar su nombre de esa marca de asesina que la sociedad había decretado se convirtió en prioridad pero, al igual que el personaje interpretado por Adina Porter, veremos que el dinero vale poco en ese mundo de atrocidades fantasmales e incluso canibalismo desmedido humano. La redención, en definitiva, puede considerar una especie de turbulenta purificación en sangre y vísceras y nos encontraremos en los casos de Shelby y Matt, por ejemplo, ante la necesidad de encontrarse el uno con el otro… o morir en el intento (en el sentido literal). Esas capas dramáticas se fortalecen con esos actores y dobles que nunca creyeron que nada que lo interpretaron fue real o, como en el caso de Dominic Banks, viven atrapados en roles que dictamina la audiencia y los telespectadores. Es interesante, por ejemplo, que Audrey Tindall viva en primera persona las situaciones que interpretaba cuando estaba en la piel de Shelby Miller, enalteciendo todo ese discurso que enfrente la (falsa) ficción a la (falsa) realidad tan propicio en el actual modelo de la serie y la temporada.
“Chapter 7” es uno de los episodios más espeluznantes y gores que veremos en la televisión en mucho tiempo pero, por el contrario, el horror es claramente humano ya que Agnes Mary Winstead ha quedado condenada a la locura a vivir en su personaje de La Carnicera. La actriz, en estado completamente enajenado y asesino, será aquella que comience a sembrar el terror y alimentar esos terrenos con la sangre de los actuales protagonistas del espectáculo. Sabíamos que tenían que morir pero nadie pensaba que se iban a lanzar a liquidarlos a casi todos en cuestión de un episodio. No obstante, el episodio decide concluir con el enfrentamiento formal entre Agnes y la auténtica Carnicera, amplificando en esas resonancias la llegada de esa realidad ‘espectral’ que encarna una cara que parece una máscara de muerte de odio. Y, repetimos, no hacen faltas palabras (salvo los cánticos de los colonos) para revelar el auténtico horror de un impactante relevo que, por fin, distinga la irrealidad de la realidad. También podemos entender esa secuencia como la muerte del personaje una vez que deja de creer (y ser) el mismo. Agnes deja de ser La Carnicera ante ese otro contraplano real que no se revela en un primer plano. Es su sentencia de muerte al perder la esencia que definía su personaje. Sobre ese territorio, encontrarse a los auténticos Polk revela un toque juguetón por parte de Ryan Murphy y Brad Falchuk para incluir el cameo de un difícilmente conocible Finn Wittrock. Aunque podemos jugar a las comparaciones entre Frances Conroy y Robin Weigert la idea es que ese estilo de improvisado found footage y planos sacados de las cámaras de los smartphones de las actrices revele un tono más realista, creíble y, por lo tanto, sumamente aterrador. “Chapter 7” arranca con esa delirante matanza que va ejercer Agnes Mary Winstead tratando de aniquilar a todos aquellos que osaron apartarla de esa experiencia sangrienta. Será aquella que se va a encargar de amenizar el primer día de esos tres que los personajes van a vivir en el infierno absoluto. Si pensábamos que Sidney James y su equipo técnico iban a aguantar hasta el final de la temporada, Agnes visitará su caravana para cobrarse sus primeras tres víctimas. Agnes se llevará una cámara a esa bodega cercana a la casa para relatar sus propias vivencias y seguir atrapada en un personaje que interpretará hasta que la auténtica Carnicera haga acto de presencia. Anges no duda en visitar la mansión que tiempo atrás construyó Edward Phillipe Mott para atacar a Shelby y herirla gravemente en su hombro en un momento bastante tremendo. En realidad, esa secuencia en la que Shelby amarra la cámara de su smartphone como arma frente a aquella que desea asesinarla, simboliza ese concepto de la ‘realidad’ a modo testigo y prueba de lo que allí ocurrió… aunque ese proceso televisivo y edición final conlleve el público considero todo como una gran farsa. Por otra parte, tenemos el sentido de esas réplicas al repetir Shelby con otra cicatriz truculenta a su colección de encuentros con esos monstruos para nada espectrales que habitan por el lugar.
Poco a poco, todos aquellos personajes que estaban dentro de la casa se darán cuenta de que nadie parece ayudarlos desde el exterior y que están incomunicados. Comienza tanto la desesperación como el encuentro con una brutal realidad que desea devorarlos. A la desesperada, el plan consiste en que Audrey, Monet y Lee vayan a buscar ayuda en la caravana de Sidney o al pueblo más cercano por esos túneles que una vez utilizaron los Miller. El espectro de Edward Mott no se va a tomar demasiado bien y al visita y el arma que porta Lee servirá para ofrecer algunos sustos prototípicos antes de que todas ellas sean testigos en el exterior que la luna empapada de sangre ya está aquí… Con bastantes dosis de “El Proyecto de la Bruja de Blair”, en lo que confesiones y lloros se refiere al toparse Audrey (en gotas sangrientas de ‘lluvia’) con el horror de ver el destino su amado. Llegamos también al humor negro (¿quién podría pensar que una persona destripada estaba simplemente herida? y al nuevo enfrentamiento con Anges que cumple sobradamente con esos clichés que suelen enmarcar a los villanos prototípicos. Que veamos a la actriz sumida en la locura extraerse la bala que puso en su pecho Lee conforma parte de la lectura de su personaje mientras que Shelby consigue conectar con Matt gracias a su convaleciente estado de salud. El problema es que Matt sigue bajo el influjo y hecho de esa bruja que revelará, de nuevo, ese sentido de la infidelidad que enmarcó su relación cuando vivieron la pesadilla en ese lugar que se ha convertido en su propia tumba. Matt confesará que volvió para reencontrarse con esa presencia primigenia de la que está enamorado. Shelby no podrá aceptar la traición y asesinará brutalmente a su ex esposo con una palanca destrozándolo la cabeza como si fuera Negan. Sobre este punto, interesa que vemos cómo cada uno de los intérpretes de la función se someten a sus propias necesidades básicas para cometer asesinatos. Desde el despecho hasta la propia fama o la simple necesidad de alimentarse… Para colmo, esas tres mujeres ahora viven atrapadas entre los fantasmas y los mortales. Los Polk capturarán a Audrey, Monet y Lee, atando a esta última para ofrecer una sobredosis de gritos y escenas truculentas. La comida está servida… y Audrey y Monet tendrán que iniciarse en el canibalismo con el muslo de Lee… El horror ha comenzado y la llegada de la colonia a la casa que ahora ocupan Shelby y el ‘falso’ Matt sirve al espectáculo para confeccionar ese jugoso juego de réplicas en el que la verdadera Canicera ha llegado para dejar claro que la ficción siempre será superada (y ejecutada) por la realidad. Y la muerte de Agnes Mary Winstead es tan sumamente impactante y brutal que simboliza perfectamente ese corte directo a la recta final que nos espera. Ya solamente quedan cinco personajes vivos… Bueno, cuatro y tres cuartas partes de otro…
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