“Cazafantasmas 2”
Título original: “Ghostbusters 2”
Director: Ivan Reitman
EEUU
1989
Sinopsis (Oficial):
Han pasado cinco años desde que los Cazafantasmas entraron por última vez en acción. El doctor Peter Venkman, notable parapsicólogo de persuasivos encantos, ha quedado relegado a maestro de ceremonias de un programa de televisión donde se discuten fenómenos psíquicos. Ray Stantz y su colega Winston Zeddemore se ganan la vida entreteniendo a niños en fiestas infantiles, y el mago tecnológico Egon Spengler continúa sus investigaciones sobre los efectos de las emociones humanas en el campo de energía psicomagnética. La relación de Dana Barrett con Venkman se disolvió; ella se casó con otro hombre y tuvo un hijo, pero el matrimonio fracasó. Ahora Dana vive sola en Nueva York, criando a Oscar, su bebé de ocho meses, y trabajando como restauradora de cuadros en el Museo de arte de Manhattan, junto a un excéntrico experto en pinturas del periodo romántico, Janosz Poha. Todo parece normal hasta que el cochecito de Oscar rueda por sí solo y se mete entre el peligroso tráfico de la ciudad. Dana rescata al niño, pero se da cuenta que elementos sobrenaturales han entrado de nuevo en su vida y que amenazan a su hijo. Los Cazafantasmas no pueden resistirse a la petición de ayuda de Dana, especialmente Venkman, que aún sigue enamorado de ella. Se les une de nuevo el intrépido contador y ahora recién graduado abogado Louis y Janine, su secretaria de inagotable paciencia.
¿Qué se supone que debo hacer? ¿Hablar por televisión y decirles a diez millones de personas que tienen que ser buenas con las demás? ¡Ser malo y tratar mal al prójimo es un derecho divino que todo neoyorquino tiene!
Pudiéramos remitirnos al soniquete de «segundas partes nunca fueron mejores» pero en el caso de la continuación de la exitosa “Los cazafantasmas” (1984) era evidente que el conjunto iba a ser inferior al carecer de ese factor sorpresa que caracterizó al film de Ivan Reitman. Con el propio director al timón del proyecto, “Cazafantasmas 2” cumplió sobradamente en taquilla siendo una de las 10 cintas que más recaudó en EEUU en 1989 pese a no conseguir mantener la magia de ese fenómeno cinematográfico de la década de los 80. La secuela era una experiencia colectiva para el equipo aunque el conjunto está pensado para el lucimiento de Bill Murray y dotar de un matiz más dramático la participación de Sigourney Weaver. El libreto de Harold Ramis y Dan Aykroyd trata de potenciar toda la tensión romántica entre Dana Barrett (Weaver) y el Dr. Peter Venkman (Murray) tras haber roto ambos su relación y tener ésta un hijo pequeño llamado Oscar de un matrimonio fallido con otro hombre. El regreso de aquella que fue poseída por Zuul hace inevitable el encuentro de la pareja y saca a relucir los motivos de su separación y problemas que provocaron tal punto de giro, siendo la falta de compromiso de Venkman la principal causa de su ruptura. Dana trabaja actualmente en el Museo de Arte de Manhattan en el departamento de restauraciones bajo la atenta mirada (y erección) de su jefe Janosz Poha (Peter MacNicol). Es evidente que el libreto va a sobreponer una capa fantástica —para también justificar el regreso de los cazafantasmas— a esa atracción argumental inherente entre Venkman y Dana sin que sepamos realmente si es que la mujer es una gafe monumental (a modo de deus ex machina), si su nevera ‘uterina’ sigue en modo ‘no frost’ o su chocho quedó electrificado por pulsos electromagnéticos de otra dimensión y es, por lo tanto, un imán para los planes diabólicos de entidades sobrenaturales. La cuestión es que, en realidad, ella es solamente el objetivo romántico-erectil del peón del gran villano de la película (Janosz) y su hijo es el objeto de los deseos de Vigo el Cárpato, atrapado en una pintura obra del tatarabuelo de Grumpy Cat y que un año antes se sintió inspirado por el plan de Chucky en “Muñeco diabólico”. El resto ya sabemos que es todo ese bla, bla, bla… de todos conocido y que tampoco nos va a llevar a ninguna parte.
El conjunto se pudiera resumir en los propios y fallidos intentos de la banda sonora por tratar de hacer olvidar el imperecedero tema de Ray Parker Jr. con ‘On Our Own’ de Bobby Brown (en cuyo clip teníamos cameos de Donald Trump, Christopher Reeve, Iman, Marky Ramone entre otras celebridades). Vayamos al propio interés del regreso de los cazafantasmas y esa gran dicotomía establecida desde el film original. Ese grupo de científicos construyó un modelo de negocio exitoso que les otorgó fama y dinero pero, por el contrario, su gran conflicto es que su actividad empresarial se basa en los maquinaciones de poderosas fuerzas oscuras y, consecuentemente, detenerlas para salvar el mundo (y su ciudad) ocasiona la implícita quiebra técnica y eliminación de una demanda con la que continuar su comercio. Como suele ocurrir normalmente, la sociedad olvida pronto a sus salvadores/iconos como modas de temporada y es sugerente que el olvido que viven los protagonistas trate de trasladarse como discurso al otro lado de la pantalla. ¿Qué pueden hacer ya nuestros héroes para que los recordemos para siempre? ¿Es posible no pasar nunca de moda dejando huella? El argumento del film es bastante infantil e intrascendente y “Cazafantasmas 2” empieza con carros poseídos descontrolados y con un leitmotiv un tanto crítico: no importa que el final de mundo esté cerca si uno puede vender libros antes del apocalipsis (o sacar pasta en el proceso haciendo el ridículo delante de niños y pulverizando el beneficio y ya escaso margen de la nostalgia).
Entre cuadros posesos y Dana Barrett en todos los fregados, la cinta de Ivan Reitman trata de rentabilizar principalmente la comicidad de Bill Murray y el potencial paranormal de esos ríos de lefa rosa (o semen de unicornio del amor y humor) que recorren los interiores de Nueva York. Por mucho que se hable de energía psicomagnética y restauraciones de obras de arte, el film pasará a la historia por inspirar a Cecilia Giménez a meter mano con una pistola de protones al Ecce Homo de Borja. La cinta, además, trata incluso de revelar que los cazafantasmas están ya por encima de la ley y que su regreso va a servir para perfeccionar sus efectos visuales con trenes fantasmas, tostadoras cantantes y, sobre todo, esa imagen remarcable de ver a la Estatua de la Libertad desfilando por las calles de Nueva York para que sus habitantes se unan al júbilo colectivo junto a la celebración navideña. Mientras que Dana y Peter se llevan todo el peso dramático —y el resto del equipo parecen ser meros figurantes—, “Cazafantasmas 2” trata de sacar del escarnio sufrido en la primera parte a Louis Tully (Rick Moranis) que, con ayuda de Mocoso, será el gran héroe del pueblo y se convertirá en ese quinto miembro del equipo. O el único, según se mire. Vigo el Cárpato será derrotado simultáneamente por ese semen rosa cargado de maldad pura y concertada pero que, por el contrario, se vuelve en su contra cuando los neoyorquinos dejan de ser, aunque sea por unos instantes, unos groseros hijos de fruta y abrazan la alegría y el amor al prójimo. El chiste se cae por su propio peso y el cambio de mural artístico de Vigo (el Grumpy Cat Cárpato), por ese lienzo en el que los protagonistas hallan el sentido de la divinidad y salvación, sirve a Reitman para avanzar el icónico influjo de ese bebé salvado que crecerá para unirse a una legión de seguidores de los cazafantasmas. Y, como toda obra artística, esos museos llamados videoclub/televisión/internet potenciarían la magia de un legado todavía presente. No obstante, ya sabíamos a quiénes teníamos que llamar desde 1984. No hacía falta que nos los repitieran dos veces.
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