viernes, 10 de junio de 2016

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The Americans: Cuarta temporada


Para comprender esta sobresaliente cuarta temporada de “The Americans” deberíamos establecer una línea desde el comienzo de la serie creada por Joseph Weisberg e incluso pensar en el futuro del espectáculo de FX, que finalizará con su sexta entrega en 2018. He aquí la historia de los posibles motivos que descongelaron y derritieron ese supuesto témpano gélido inquebrantable de hielo que conformaba la Guerra Fría, el trazado de una evolución que viene marcada en todos esos personajes que componen el universo televisivo de la serie que nos ocupa. Incluso pudiéramos imaginarnos un desenlace final con unos provectos Elizabeth y Philip Jennings paseando por las calles de Moscú y analizando los sacrificios previos de esa batalla ideológica en el semblante capitalista de Rusia rememorando aquella Unión Soviética que apenas conocieron. En los márgenes de esa metamorfosis la jugada de Weisberg siempre ha sido una implicación íntima y emocional y no sólo de ese matrimonio de espías rusos sino de los agentes del FBI o el personal de la Rezidentura. Tal vez aquello que nos trata de contar esta gran historia es que la consciencia fue minando a todos los implicados, dando cierto sentido al propio sinsentido de sus acciones, desligándose poco a poco de su condición de marionetas de un enfrentamiento cargado de exigencias, responsabilidad inasumibles y presiones que acabaron destruyendo sus almas en el proceso. Esa sensación va a ser uno de los instrumentos argumentales para que veamos cómo incluso Elizabeth Jennings se ve tocada emocionalmente por una de sus misiones y solicite otro modo de conseguir su objetivo a la central. Gabriel (Frank Langella) parece también afectado por ese virus sentimental, dándose cuenta de que ese matrimonio que tiene delante está siendo destruido hasta las entrañas y que ambos necesitan tomar un respiro a tal efecto. De nuevo, el savoir faire en la sala de la guionistas de la serie eleva el tono metafórico al enfocar gran parte del material de la temporada a los mortíferos programas de armas biológicas de las potencias enfrentadas y cómo un infiltrado del Directorio S, interpretado por Dylan Bakerpudo hacerse con el gran avance estadounidense. ¿Qué vivimos, entonces, desde Glanders” (4x01) hasta “Persona Non Grata” (4x13)? ¿Con qué nos han sorprendido los productores en esta última temporada?

En esta cuarta entrega de “The Americans” hemos tenido la primera gran elipsis interna para remarcar ese concepto en que la relación de Elizabeth y Philip y su estructura familiar han pasado de ser su mascarada a la única vía de humanidad a la que puede aferrarse. Y ahí surgen un par de interesantes líneas que conviene detallar. La primera es el asidero vital que ha supuesto Henry para Stan Beeman, como si ante el divorcio de su esposa y la falta de relación con su hijo Matthew tratara de captar ese periodo perdido en su vida debido a su deber y lealtad a la agencia gubernamental en la que trabaja. ¿Podrá volver a sentirse un padre o ha acabado sumido en una depresiva soledad perdiendo a todos aquellos que estaban a su lado (incluida Nina)? Aquí existe una lectura completamente siniestra que no es otra que la del propio entorno personal del agente del FBI, rellenando sus múltiples carencias y vacíos existenciales y personales precisamente con aquellos a los que persigue, como una doble jugada armónica de Joseph Weisberg. Esa dependencia nos hace pensar en una posible captura de los Jennings y al propio Beeman destrozado por aquello que desencadenó… La segunda viene de la mano del descubrimiento de Paige en el cierre de la anterior entrega, confesando al Pastor Tim la verdadera identidad de sus padres. La evolución de Paige también ha sido otra de las más satisfactorias modulaciones de una temporada que sigue haciendo crecer al espectáculo a uno niveles de calidad que parecían previamente ya inalcanzables. Y es que “The Americans” es cada vez más y mejor serie, más capacitada para revelar esa lluvia de contradicciones personales en cada uno de sus personajes y trasladando unas mecánicas dramáticas junto a una sobresaliente puesta en escena para ir detonando una historia con una final cada vez más cercano. Que nadie se asuste recordando el cierre de March 8, 1983” (3x13) porque los escritores han utilizado la confesión de Paige Jennings para que ésta viese cómo funciona el mundo en el que el idealismo está sujeto por muchas ramificaciones y cuantiosas líneas de grises. En cierto modo, la fe impulsada por el Pastor Tim y los conflictos internos de la adolescente brotaron hacia esa confidencia que causó un terremoto que finalmente fue controlado. Desde el season premiere Paige se vio incapaz de estar en clase ante el juramento de lealtad a la bandera estadounidense y todo se convirtió en un territorio mucho más inestable cuando la joven descubrió que ese Pastor en el que confiaba (y su guía y baluarte moral) hacía partícipe de su secreto a su esposa Alice. La cadena de revelaciones hizo que los Jennings tuvieran que tomar cartas en el asunto y lidiar con el elefante en la habitación que pudiera suponer su perdición. Aunque el volcán fue calmado desde todos sus frentes ―y por azarosas cuestiones biológicas el asesinato (por accidente) del matrimonio nunca llegó a realizarse―, la desaparición del Pastor Tim en una misión a Etiopía hizo explotar todo por los aires con su embarazada esposa amenazando con destapar la identidad de los Jennings al pensar que todo formaba parte de un plan de los soviéticos. La lava, de nuevo, fue enfriada y la reaparición de Tim y la vinculación de Paige con Alice ató una serie de lazos en las que todo fue enfocado hacia el crecimiento personal de la hija de Elizabeth y Philip. 


Y es que esta cuarta temporada de “The Americans” se ha sentido como una modélica excusa para que Paige vaya acercándose a un posicionamiento similar al de una espía siendo ella misma aquella que acaba comportándose como tal. Siempre existe una justificación para cada giro de guion y cualquier arco argumental siempre ha encontrado un resorte emocional y/o psicológico de cara a la evolución de los personajes. Pero, en realidad, la serie de FX siempre ha tratado de revelar el otro lado más humano y desagradable del (contra)espionaje y los sacrificios personales que se realizaron en un fuego cruzado ideológico en el que la deserción nunca fue opcional. Y aquí surge la triste historia de Nina Krilova y su paso final por ese gulag que acabó conformando su ataúd tras declinar someterse de nuevo a más planes y maquinaciones. En cierto modo, la impactante muerte del personaje interpretado por Annet Mahendru fue tan demoledor por el fondo y la forma de la secuencia. Siempre ha existido un acercamiento de la audiencia a Nina y cierta esperanza en que las acciones de Oleg (y por extensión de Stan) consiguieran detener una maquinaria finalmente implacable, dejando como único recuerdo esa mancha roja sobre una sábana blanca, como si el concepto del patriotismo y sus reversos hallara una brutal metáfora plasmada en la pantalla a modo de bandera. La tragedia siempre ha estado implícita en la vida del espía como esa soledad que confesó también William Crandall, antes de formar parte de las víctimas de la temporada. Una soledad que da la impresión de ser el nexo de unión que esos agentes del FBI que observaban su agonía al otro lado del cristal, esperando una revelación que les haga dar sentido a una caza que parece no tener nunca fin y que ha llegado a tocarles a extremos directos. Posiblemente el espectáculo de FX siempre trato sobre traiciones personales, sobre infidelidades dentro de un juego de máscaras (y pelucas) y, además, sobre esa ilusión que perfectamente sintetiza el truco de David Copperfield el 8 de abril de 1983 haciendo desaparecer la Estatua de la Libertad. He ahí la perfecta metáfora de que un solo hombre pudo hacer desparecer un icono del espíritu de los Estados Unidos ante una nación, dotando de una doble lectura esas imágenes de archivos que se proyectaron frente a los Jennings, sin que sepamos si se revela una vía inspiradora a sus futuras acciones o por el contrario se trata de una desmotivación a tal efecto. ¿Ese simbolismo también representaba la necesidad de hacer desaparecer (literalmente) su vinculación al icono que representa su patria madre? ¿De poder olvidar todo y comenzar a seguir viviendo la mentira sobre la que construyeron todo a su alrededor? ¿He ahí el sentido de esos trucos de magia llamados capitalismo/comunismo?


La magia de “The Americans” siempre ha estado en sus referencias respecto a la cultura popular para vestir su poso emocional y el juego de ilusiones no sólo vino de la mano de Copperfield sino que el adiós de Martha Hanson se conjugó en una especie de revisión de “Casablanca” en el que la soledad acabó siendo el gran conflicto de los personajes. Martha era una de las bombas del tiempo de la serie y ha dado la impresión de que en esta temporada los escritores se han quitando todo tipo de lastres para progresar hacia otro tipo de compromisos familiares. No obstante, aquello que convierte a la propuesta de FX en una de las series favoritas de crítica y seriéfilos es que nada a estas alturas puede ser considerado gratuito o efectista. Todo tiene un matiz dramático que asume una perspectiva personal en los citados conflictos de los personajes. Y con una caída de una ficha de dominó, el entramado argumental actual hizo que caigan el resto. De este modo, las sospechas de Stan y Dennis respecto a la secretaria de Gaad, detonaron en la extracción de ésta haciendo saltar por los aires todo a su paso. Aunque Martha acabará rehaciendo su vida en Rusia, los descubrimientos personales conformaron una materia prima de primera categoría para postular un enfrentamiento entre esas dos mujeres que compartían a un mismo hombre. Philip dejó caer ya sus gafas y extensiones prostéticas delante de Martha tiempo atrás, equiparando los celos de ambas implicadas. “The Americans” evidentemente no es un vodevil sino que todo esos argumentos son generados tanto para filtrar los mecanismos de acción y suspense y, al mismo tiempo, posicionar capas dramáticas sobre las implicaciones personales de los personajes en ese juego de máscaras, personalidades y pelucas. Son humanos y cometer un crimen o destrozar la vida de otras personas cada vez se convierte en una pesada a estas alturas insostenible. El adiós de Martha era implícitamente la despedida de Gaad, al quedar en evidencia tras casarse su secretaria con un agente del KGB y ser ésta la pieza que puso en entredicho a la agencia encargada de combatir y proteger a los estadounidenses de tales amenazas. Los guionistas prepararon otra hábil pieza al gestar un intento de captar a un activo en un viaje a Tailandia del supervisor del FBI en el departamento de contrainteligencia con su esposa y salir todo mal en la acción. Su desafortunada muerte se sumó también a la conciencia de Philip, al incluir en su informe a la central los detalles de tal viaje que dejó caer Beeman en una conversación. Que ‘Tainted Love’ de Soft Cell pusiera banda sonora a un asesinato a manos de Philip puso en relieve ese cóctel de viaje al pasado a través de la cultura popular y su mutación a la causa personal de los personajes. En “Persona Non Grata” (4x13), season finale, quedaron entrelazadas todas las piezas y mecanismos de tensión para que Stan y Dennis siguieran a William Crandall tras la pista de Oleg Burov y los métodos con los que dieron con la identidad de ‘Clark’, el marido y agente de KGB que se casó con Martha.


Otro de los planteamientos interesantes de esa recta final, en la que conscientemente los productores y guionistas subieron el pie del acelerador, fue la madurez inusitada de Paige, convirtiéndose en alguien con el que van a poder hablar esa matrimonio de espías cada vez más aislados y con el cerco más estrecho alrededor de ellos. Philip encontró en los EST (Erhard Seminars Training) su vía para hallar cierta conciliación con sus conflictos y traumas, incluso revelando un asesinato que cometió cuando apenas era un niño o los motivos por los que no puede desertar del KGB. Dejar todo pudiera contrariamente la única opción pero curiosamente el destino del hijo de Philip, Mischa, va ser unas de las futuras piezas venideras. Tras volver de Afganistán y salir de un centro de salud mental (al quejarse públicamente de las acciones de su país), trató de tomar el control al darle su abuelo una vía y última voluntad de su madre Irina. Sabemos que sus planes pasan por viajar a EEUU y reunirse con su padre y tiene suficiente dinero para conseguirlo… Que el FBI atrapase a Crandall también hizo despertar todo tipo de conceptos hipócritas en las armas biológicas desarrolladas por EEUU y la URSS durante la Guerra Fría. Tanto la muerte de Gaad como la crisis destapada por el último miembro del Directorio S arrestado, así como sus planes, generando que esa persona ‘non grata’ a la que hace mención el episodio fuera Arkady al ser expulsado de Estados Unidos. Son nuevos tiempos para la Rezidentura al hacerse con el poder aunque sea de modo temporal Tatiana Evgenyevna, pero aquí queda cierto poso de si todas las acciones fueron parte de una maquinación de Oleg para que ésta se quedara en el país y no partiera, como una doble jugada en la que el ex amante de Nina regresará a Moscú con su familia de nuevo el corazón roto. El nacimiento del hijo del Pastor Tim contrastó con una dolorosa muerte que no vimos de Crandall, como si el horror por el que pasó como parte de su sacrificio fuera la única vía de liberación ante la trágica ironía en la que se vio inmerso. Su última misión acabó siendo, efectivamente, la última… sin contar con el ofrecimiento de una Coca-Cola más desafortunado de la historia de la televisión. La cuestión es que Crandall dejara una pista en el aire a Dennis y Stan, hablando entre delirios antes de su muerte de un matrimonio con dos hijos… No obstante, el regreso de Beeman a su hogar será para confirmar la nueva relación romántica entre Paige y su hijo Matthew, generando una culminación de todas las piezas expuestas previamente. Gabriel anunció a Elizabeth y Philip de que tal vez haya llegado el momento de hacer las maletas y partir de nuevo a la URSS debido a la información que Crandall pudiera haber compartido con el FBI. Philip vio incluso en el momento la vía para poder sugerir una falsa traición de aquel agente que compartió sus entrañas (antes de ser destruidas metafórica y físicamente) en sus encuentros, aunque aquí aquello que importan son las intenciones de Paige en todo el asunto. ¿Es real su relación con Matthew o se ha unido a la mascarada de sus padres? Quizá esa icónica imagen de dos casas ‘enfrentadas’ y, al mismo tiempo, ‘unidas’ no sea tan poderosa para esa parcela de espectadores que esperasen un brutal cliffhanger como cierre de la temporada. La hija de ese matrimonio de espías ha madurado y visto el poder de autodefensa de su madre (con el ataque de dos asaltantes), su capacidad para sobrevivir y tal vez esté siendo atraída por el poder de la sangre, la adrenalina y el idealismo de una profesión mucho más oscura y peligrosa que un simple y ansiado control. Al fin y al cabo, tal y como reveló el Pastor Tim nadie tiene el control y todo da la impresión de conformar grandes arenas movedizas para todos los personajes, atrapados y sin capacidad de maniobras, víctimas y sombras de la ironía de esos iconos sobre los que se asienta una guerra ideológica. Posiblemente ese plano que pudiera ser una despedida para Arkady revela de nuevo la gran capacidad de una serie que suele sugerir mucho más con sus imágenes que con sus codificados y asépticos diálogos, siendo ya los protagonistas máscaras de porcelana que apenas a estas alturas conseguimos atravesar. Esta gran serie, no obstante, nos invita a observar en sus múltiples grietas, revelando un oscuro interior cada vez más hueco y drenado, esperando que llegue el momento en el que se quiebren completamente ante nuestros ojos.


APUNTE: No sé hasta qué punto la estructura de la temporada se ha visto mermada por la continuidad de la serie. Da la impresión de que los showrunners estaban plasmando en pantalla una despedida y conclusión, dando sentido a los arcos argumentales que afectaban a muchos de sus personajes. Tal vez la renovación de “The Americans” haya provocado que el acto final no sea tan potente como lo que previamente vimos a lo largo de la temporada y esa sensación también sea interesante al planteamiento actual de historia: todo ha quedado congelado y en punto muerto, siendo el suspense la imposibilidad de tener el control respecto a sus vidas de todos los protagonistas.

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