“Blind Spot”, undécimo capítulo de la segunda temporada de “Arrow”, debe afianzar el recorrido de esta nueva entrega con la que The CW quiere potenciar su carrusel de mediáticas series pero, al mismo tiempo, ofrecer un producto menos (de)limitado. Los cómics de DC son una inspiración y material de apropiamiento para que tanto Ra´s al Ghul o La Liga de los Asesinos formen parte de las tramas o incluso quede en evidencia la precuela de The Flash sobre la mesa. A la espera de conocer a Nightwing (Dick Grayson) y el Rey Reloj (William Tockman) es momento de adentrarnos en las últimas novedades (o chistes): algún medio insinúa que Stephen Amell pudiera ser en nuevo James Bond. Mejor corramos un (es)túpido velo y repasemos “Blind Spot”.
Confirmado: “Arrow” es una precuela de una precuela que, en el futuro, dejará de ser precuela. ¿Se me entiende? Si bien podríamos considerar la isla inicialmente como la presentación y creación del superhéroe, su primera temporada dejó claro que también su supuesta línea presente formaba parte de la misma. Un recorrido que explosionará en esta nueva entrega perfilando a héroes y villanos en un escenario bastante poco aprovechado por cualquier ficción de superhéroes con actores reales. Nos quedamos con Laurel investigado a Sebastian Blood y precisamente arrancamos con él mismo visitando a su mamá en el psiquiátrico donde la dejó encerrada y conociendo que le largó todo a Laurel sobre su pasado… «Tus dioses están muertos» y también la sufrida madre… El nuevo candidato a alcalde de Starling City tiene un pasado demasiado oscuro que puede poner la operación y venganza de Slade al descubierto. Laurel, con su sospecha de que Blood está detrás del asesinato de su propia madre (y padre), decide pedir ayuda a Arrow… ¿Volvemos a las andadas?
También teníamos pendiente descubrir si Roy iba a desvelar a Thea que ahora es el primo de Zumosol y confirmaremos que el chico sigue siendo un absoluto desastre neuronal. Ni la colaboración con Sin para encontrar a un criminal sobre el que probar sus nuevos súper-poderes-pica-piedras resultará. ¿Le sale algo bien a este chico? ¿Es el Pupas de la serie? El criminal acabará en el hospital y Sin con una leche en su cara… Roy es un animal salvaje y será Arrow aquel que le adiestre cual cachorro de pit bull terrier. Sí, la comedia está asegurada… En la isla Oliver y Sara compartirán planos, confesiones y posicionamientos. Sara no acepta la oferta de Ivo por walkie-talkie y éste la insulta… Mucho. En resumen… poca chicha para avanzar y con una oscura moraleja: ¿no te fíes nunca de las mujeres? El equipo quiere localizar el archivo del caso del padre de Blood pero llegamos al punto de giro: el objeto únicamente puede ser localizado en su estado físico y en el lugar más seguro del ayuntamiento. Que Laurel y Arrow trabajen juntos y a contrarreloj deparará una secuencia de tensión y acción para que, después de un tiroteo con explosiones incluidas, surjan preguntas sin respuesta:
—¿No era más fácil que Laurel lo hubiera birlado por la mañana al tener acceso a la sala y dejando caer una bragas por allí para crear confusión?
—¿Por qué los policías no se asoman por la ventana y disparan a Laurel y Arrow! ¡Están en el callejón de al lado... por DIOS-SAKE!
Sea como fuere, previamente el archivo fue vaciado por alguien. ¡Y fue Slade! El señor del parche regaña a su esbirro y mucho. Blood monta un pedazo de plan que ni al villano de “Se7en” se le hubiera ocurrido: el oficial Daly encuentra las pastillas de Laurel y es arrestada para luego ser secuestrada delante de Oliver. Daly se sacrificará y Laurel sacará su lado homicida para reconciliarse con su padre y presumiblemente acabar en una clínica de desintoxicación cual folclórica. Blood ha borrado convenientemente sus huellas pero Slade, transformado ya en Deathstroke, deja claro que las imprudencias se pagan… La secuencia es como esas cintas de artes marciales en las que el villano obligaba a sus esbirros a cortarse un dedo por cada misión fallida pero, aquí, a Blood le corta a sus colegas, escoltas y/o hermanos de sangre. La serie parece decirnos también que nuestros dioses están muertos y tenemos aquí la nueva carne del entrenamiento con entretenimiento (o al revés)… aunque alguno, a juzgar por las interpretaciones de Stephen Amell y Colton Haynes, dirá que es puro estreñimiento… pero muy sólido, que conste. Y, ahora, a tomarse la pastillita en honor a Laurel y hasta la semana que viene que se está poniendo todo muy interesante.
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