“El mayordomo”
Título original: “The Butler”
Director: Lee Daniels
EEUU
2013
Sinopsis (Página
Oficial):
Cecil
Gaines (Forest Whitaker) es un joven
que trata de escapar de la segregación racial del Sur de EEUU en busca de una
vida mejor. A lo largo de su arduo viaje a la madurez, Cecil adquiere
habilidades inestimables que le permiten acceder a una oportunidad única en la
vida: un trabajo como mayordomo en la Casa Blanca. Allí, Cecil se convierte en
testigo directo de la historia y del funcionamiento interno del Despacho Oval,
mientras se gesta el movimiento por los derechos civiles, los asesinatos de
John F. Kennedy y Martin Luther King, los movimientos de los Freedom Riders y
las Panteras Negras, la guerra de Vietnam y el escándalo de Watergate. Pero, al
mismo tiempo, la dedicación de Cecil a su trabajo comienza a distanciarlo de su
esposa Gloria (Oprah Winfrey) y crea
conflictos con su hijo Louis (David Oyelowo). Con un reparto secundario
estelarque incluye a Yaya Alafia, Mariah
Carey, John Cusack, Jane Fonda, Cuba Gooding, Jr., Terrence Howard, Elijah
Kelley, Minka Kelly, Lenny Kravitz, James Marsden, Alex Pettyfer, Vanessa
Redgrave, Alan Rickman, Liev Schreiber y Robin Williams, “El
mayordomo” es una historia sobre la resistencia de un hombre, la maduración
de un país y la fuerza de la familia.
Me parece curioso que “El mayordomo (The Butler)” hable sobre
Sidney Poitier, a modo de esa
idealización y fantasía del hombre
blanco sobre cómo debería ser el hombre negro, cuando Lee Daniels —habitual provocador de amor y odio a partes iguales—
ha embellecido hasta la nausea el viaje de su protagonista para mostrar la
evolución de la segregación racial en
el Siglo XX y principios del Siglo XXI con la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca con final ¿feliz? de un cuento
familiar. Aunque más que el emperifollado académico con todos los trucos bien
aprendidos de “Precious” —2
estatuillas de 6 nominaciones en los Oscars de 2009— se ha asociado
correctamente con Weinstein (& Company) y marcado con su propio nombre el
título como única composición autoral de una película que es simple suma de
clichés y placas conmemorativas. Si las desventuras de Clareece ‘Precious’
Jones nos remitían a “Dos mujeres”
de Vittorio de Sica —y su memorable
reinterpretación con el perfecto «Mange, mange... Mange puttana»—, en “El mayordomo” somos condesados al
influjo de Poitier en
el Hollywood (de alfombra roja) de los años 60 como parte de la maquinaria de la integración social de una
de las principales industrias del país, que ahora da la impresión de cumplir una cuota tanto de mercado como de premios para este tipo de producciones que van de negro pero que resultan ¿tan-tan blancas como el algodón? A Daniels, no obstante, le faltó dedicar unas palabras finales a sus haters del tipo «Mange, mange... Mange puttana» a modo de sal de frutas o agradecido laxante para evacuar rápidamente todo lo visto en su última premeditada y pretendida obra ¿maestra?
Se
agradece que una película deje claramente sus intenciones en sus primeros cinco
minutos y que el discurso de “El
mayordomo” nos narre el viaje vital desde un campo de algodón en 1926
en Macon (Georgia) hacia el mismísimo
despacho Oval de la Casa Blanca partiendo de una cita de Martin Luther King: «La
oscuridad no puede expulsar a la oscuridad, sólo la luz puede hacer eso». Y Lee Daniels sabe, al parecer, aquello que es un buen puñado de
oscuridad: violación, asesinato, locura y un niño como motor del cambio y
futuro. Que Cecil
Gaines sirva a siete presidentes de Estados Unidos o que su historia esté
inspirada (presumiblemente al 2%) de Eugene Allen poco debe importar en ese juego
de pelucas y cosmética que acaba siendo en sí mismo mero maquillaje. Que Lafayette
Reynolds de “True Blood” se
convierta en Martin Luther King, Jr., que Alan Rickman y Jane Fonda jueguen a
ser Ronald y Nancy Reagan, que John Cusack sea Richard Nixon y mienta en la
cara de los protagonistas, o que James Marsden sea Kennedy así como Robin
Williams se meta en la piel de Eisenhower no deja de ser parte del espacio
cómico… Sobre todo cuando Obama es Obama, aunque, eso sí y ya puestos, ¿por qué
no hubiera sido interpretado por Will Smith? ¿Y por qué no Jaden Smith con kilos de maquillaje? Los 50 años de historia evidencian
la escalada social hacia la igualdad de los afroamericanos y nos recuerdan como
colofón el síndrome pre-electoral del primer mandato de Obama y el mítico «Yes
We Can» como elemento disonante (e incluso irónico y socarrón) desde nuestra perspectiva presente.
Que desean removernos
las entrañas con el asesinato de Martin Luther King Jr. y John F. Kennedy es
evidente pero aquí Daniels muestra sus mejores armas para salir de la tangente
emocional dentro del sobrepeso dramático de su obra. Pudiéramos ceñirnos a que
se trata de una dramatización en su sentido práctico e insultantemente
manipulado y no un documental, pero el director de “El chico del periódico” utiliza resortes e instantáneas sacadas de
hemeroteca para respaldar la maniobra emocional. Esa lucha interna entre la
evidente falsedad deliberada y la condensación del conflicto a la familia y la
reconciliación queda simplificada a su
éxito comercial: ¡EEUU ama a “El mayordomo” de Lee Daniels y, por supuesto, a Oprah! Desde un comienzo más cercano al subgénero autobiográfico con una voz en
off característica y un posicionamiento al pasado como conflicto/trauma del
personaje, el filme que monopoliza Forest Whitaker (y su cara-palo más propicia para una partida de poker) se diluye rápidamente en
el foco familiar y la bifurcación de distintas luchas de padre e hijo que les
posiciona como antagonistas el uno del otro. La lucha por la abolición del apartheid
en los 80 y la liberación de Nelson Mandela bien pudiera ser esa catarsis
conjunta al reflejo de una situación dentro su alegato: la lucha de los
derechos civiles se puede hacer desde la pasividad del mayordomo —en casa del
propio ‘enemigo’ como voz de la conciencia del hombre más poderoso del país—
focalizada en la presencia del eficiente servicio o en plena calle y cárcel
como ejerce el hijo del protagonista con sus ‘siempre’ pacíficas
manifestaciones. Esa tensión familiar y lucha interna del filme no hacen más que acentuar la irregularidad del
discurso, que da la impresión de predicar poco con su ejemplo. Desde la amoralidad de las Panteras Negras —que la separaban del idealismo
pacífico de Luther King—, los tiralíneas históricos son tan gruesos que “El mayordomo” elude el matiz y se
posiciona ante una clara auto-complacencia. Como si quisiera ser el cruce
imposible de “Forest Gump” y “Paseando a Miss Daisy”, Daniels mea
fuera del tiesto al comparar los campos de algodón con campos de concentración
y que todo el mundo de piel blanca es poderoso, tiene pasta o es un pobre
racista ignorante que se pone una capucha blanca para quemar autobuses llenos
de afroamericanos. Además sigue con su metralleta ideológica revelando que todas las personas de color de EEUU son buenas
personas y trabajan mucho y muy bien ganando menos y que Gandhi fue el ejemplo a
seguir… ¡Qué den el Premio Nobel de la Paz a Cecil Gaines YA y se lo quiten a Leatherface! En fin, a esas alturas el cúmulo de manipulación emocional e histórica, similar al racismo que evidencia criticar, poco
o nada importa aunque a muchos nos encantaría ver una versión del KKK sobre este mismo material y la cara que se le queda a Daniels para que entienda cómo nos quedamos otros con tanto algodón, blancura y que digamos lo que digamos EEUU ama (y seguirá amando) a “El mayordomo” y, por supuesto, a Oprah... Sí, nos toca mangiare... ¿y callarnos también como puttanas?
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