“El atlas de las nubes”
Título original: “Cloud Atlas”
Título original: “Cloud Atlas”
Directores: Tom
Tykwer, Andy Wachowski, Lana Wachowski
EEUU
2012
2012
Sinopsis (Página Oficial):
“El
atlas de las nubes” explora cómo las acciones y consecuencias
de las vidas individuales tienen repercusiones entre sí a través del pasado, el
presente y el futuro. Acción, misterio y romance se entretejen dramáticamente a
través de la historia mientras un alma pasa de ser un asesino a un héroe, y un
simple acto de piedad se propaga a través de los siglos para inspirar una
revolución en el futuro lejano. Cada miembro del reparto aparece en múltiples
papeles a medida que la historia se desarrolla a lo largo del tiempo.
La división
de la crítica internacional con “El
atlas de las nubes”, en cierta
medida, nos muestra la ambivalencia de una propuesta capaz de generar debate y
devoción bajo un manto de culto, expectación y polémica. Tom Tykwer, Andy Wachowski y Lana
Wachowski han generado un conjunto que alberga la síntesis de lo increíble y
lo provocativo, de la emoción y el mero desconcierto cimentando toda su
estructura en la ambición y la repudia implícita de toda monumental obra. ¿No
es así como divisamos la vida? ¿Cómo algo absurdo y carente de sentido que a
veces queda engrandecido por su matemática coherencia y montaje interno al
mismo tiempo que es sumergido en el absoluto caos? El juego de historias
cruzadas en distintas épocas (y épicas) cubiertas de kilos de criticable maquillaje
nos deja ciertas constantes y evolución en los personajes que va interpretando Tom Hanks. El bien (Halle Berry, Jim Sturgess, Doona Bae, Ben
Whishaw) y el mal (Hugo Weaving, Hugh
Grant) permanecen como inmutables elementos mientras que Hanks alberga la evolución del alma
humana hasta convertirse en el más sabio de la tribu detrás de sus innumerables
vivencias y errores bajo su epidermis existencial y pecados pasados.
Jim Broadbent y Susan Sarandon podrían ser los comodines de esa dramaturgia que
forma la vida: a veces mística, otras divertida y, finalmente, esperanzadora. Es
cierto que todo espectador conoce de memoria los argumentos explorados y
repetidos por el “El atlas de las nubes”
más allá de esa conexión kármica y cósmica. El poder corrompe y somete al ser
humano bajo el mandato de su esclavitud y servilismo, impidiéndole escapar del
sistema impuesto y prisión en vida. Pero esa re-implantación y reincidente
estructura sirve —más allá de la ostentación montaje de Alexander Berner, la fotografía de Frank Griebe o un cuidadísimo diseño de producción y vestuario—
para trazar una hábil circunferencia entre el ciclo vital y el ridículo del
cualquier pretensión de exuberancia y heroica. Como esa sinfonía que da sentido
a la obra y al mismo tiempo sienta un código sobre la invariabilidad como
escenario (el ‘mapa’ de las nubes) como observadores de los intentos de
variación del ser humano sin conseguir escapar de la misma premisa, rol, nudo y
desenlace. ¿Nuestra historia ya está escrita desde que nacemos o somos capaces
de alcanzar una redención? La moraleja del cuento imprimado por Tykwer y Wachowski es que únicamente traspasando ese ‘atlas’ que rodea al
mundo y ser los observadores desde de la distancia, cambiaremos y alteraremos
los roles del destino y la impuesta condena.
Aunque “El atlas de las nubes” pretende ser
una película definitiva bajo la sombra del reputado y aparentemente inadaptable
best-seller de David Mitchell,
realmente puede ser divisada con numerosas variaciones. Desde unas islas del
Pacífico en el Siglo XIX, la Bélgica de 1931, el actual Londres, la California
de los setenta y unos Hawai y Corea del Norte distópicos y apocalípticos se
conforman una sucesión de escenarios que plantean un gran todo y, al mismo
tiempo, nos deja cierta sensación de reiteración sobre el mismo eje e historia.
Todo se repite, como eco del pasado y un ADN grabado en el alma humana junto a
sus pecados capitales. Como la misma piedra sobre la que tropezar, “El atlas de las nubes” podría
funcionar en orden cronológico pero no serían tan evidentes sus alambres y
conexiones en paralelo. Ni tan visionaria ni tan controvertida, simplemente la
propuesta se reduce a atravesar la superficial aureola de new age y dejarse caer en su espiral de profundidad de la esencia y
alma de la película.
Más allá del
zen de “La fuente de la vida”, la
intención en moldear géneros en una suma de presente, pasado y futuro cuyo
resultado es una propuesta tan pretenciosa y ambiciosa como argumental y
estructuralmente reivindicable. Su esquema, construido sobre diferentes piezas,
hace que el tiempo nos parezca lineal y consecuente con una aplastante lógica
aprisionada interior. Tanto Tykwer como
los Wachowski no paran de enfatizar
la constante alada y espiritual de su pieza maestra sobre esa inmutable verdad
y razón de nuestra existencia: el planeta y nebuloso que forma un karma con sus
habitantes desde que la civilización comenzó a florecer industrialmente a
partir del Siglo XIX hasta el destino velado de la humanidad en pleno Siglo
XXIV. Más allá de espejismos, misterios y enigmas considero que “El atlas de las nubes” es un reflejo de ese modelo
socioeconómico que es el capitalismo cimentando sobre las dos historias de amor
y de la lucha del individuo frente al sistema que protagonizan Jim Sturgess y Doona Bae, a modo de bisagra de toda la obra. Desde 1849, la fiebre
del oro y el traslado de esclavos a través de los océanos comienza a emerger el
capitalismo hasta que en 2144 el sistema de sociedad plasma la liberalización
del mismo sometiendo a su voluntad y a las falsas esperanzas de albedrío al
individuo. La historia de 2321 en una tierra posapocalíptica y
post-revolucionaria ejerce como pre-epílogo a la leyenda de toda la acumulada
historia tras su articulación y gozne: el alma humana ha evolucionado y hemos
atravesado el atlas de las nubes para ser ahora los testigos de un nuevo mundo
sin el mal y todos los oscuros estigmas que dejamos atrás. Todo fue nada más
que un simple cuento e idealización de las vivencias propias y pasadas como
página y nota final de una misma canción que seguirá resonando por toda la eternidad.
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