“Desmadre de padre”
EEUU
Director: Sean
Anders
2012
Título
original: “That's My Boy”
Sinopsis (Oficial):
Cuando todavía era un
adolescente, Donny (Adam Sandler)
tuvo un hijo, Todd (Andy Samberg),
al que crió como padre soltero hasta que cumplió 18 años. Ahora, tras estar sin
verse varios años, el mundo de Todd se viene abajo la noche antes de su boda,
cuando Donny aparece sin ser invitado. Mientras intenta desesperadamente
recuperar la relación con su hijo, Donny se ve obligado a sufrir las
repercusiones de sus errores como padre.
Aunque el bodrio se salvo de entrar entre las 51 peores películas del 2012 (y no por la enfurecida crítica) fue recibida con
una nueva lluvia de nominaciones a los Razzies (en total 8) de las que materializó dos al Peor Actor para Sandler y el Peor Guión del año… Año en el que “La saga Crepúsculo: Amanecer - Parte 2” parecía condenada y que provocó que el
actor, que ya lleva ganados 6 anti-premios, evitara la reválida de batir todos
los récords después de los odios engendrados por “Jack y su gemela”. Aquí, el
intérprete estadounidense debería preocuparse más por el fiasco de taquilla
que se quedó lejos de recuperar los 70 millones de presupuesto y que hace
replantearnos dónde coño se han gastado la pasta para algo tan aparentemente cutre. ¿Habrá
dilapidado todos los millones en la preproducción evitando futuras demandas por
utilizar temas como el sexo con menores (y tercera edad), el incesto o curas
boxeadores ultra-violentos? ¿Sobornando a los propios actores al ver el resultado final?
Después de la
decepción de duplicarse como Jack y Jill, Sandler
volvió a su vertiente más sucia y transgresora bajo el mandado de la nostalgia
ochentera. El resultado no es tan mediocre como lo pintan unos ni tan divertido
como podrían derrapar las neuronas de otros. “Desmadre de padre” es una comedia tan ofensiva como aséptica que
parte de una interesante concepción de la popularidad. Si “Ted” de Seth MacFarlane se
servía de un ‘milagro’ para ejecutar su atropello contra el buen gusto y su
himno de melancolía de los 80, Sean
Anders opta por una fantasía sexual de instituto para plasmar la relación
prohibida de una profesora con su alumno y protagonista del filme. Fruto de tan
estúpida y surrealista unión es un hijo warsiano
que debería continuar con la absoluta inmadurez de su padre como sucesión y
maldición hormonal.
Cerveza en
mano y grosería por bandera, el personaje de Sandler sigue de nuevo las enésimas pautas del telefilme barato
familiar queriendo reconciliarse con su hijo y sufriendo la dicotomía de
defraudar su confianza para eludir la prisión gracias a un jugoso acuerdo
televisivo. No faltará despedida de soltero y un espectáculo desagradable sobre
la idiotez incorregible y su certificación de consumada y perpetua inmadurez.
Entre gritos, eyaculaciones, Wassup y
Vanilla Ice lo vulgar encuentra un
objeto de estrechez dejando penetrar a
la infamia y al sensacionalismo barato. Ni Han Solo se salva del convite ni
mucho menos la absolución de cualquier sintomatología libertaria; los chistes
están a la altura del emético conjunto, pero en “Desmadre de padre” se incrusta una lectura en la que el propio Sandler fluye y se coagula como el esperma a modo de desagradable savia
cinematográfica. El árbol que ha compuesto su trayectoria está marcada por el
bodrio rapaz y el repollo asonante, entre el vómito y la arcada, pero sobre
todo por ese final FUCK YOU antes de
presentar la dimisión al más resabiado crítico. La idea es irritar y demostrar
que la fama te convierte en una víctima de la sociedad si emerges como un
inusual y peligroso modelo para futuras generaciones. Puedes copiar o pegar, en
el amplio sentido del verbo y mucosidad, y “Desmadre
de padre” se convierte en ese pegamento que une las páginas de las revistas
pornográficas y las difumina en la nostalgia del recuerdo. Ese lado mezquino del placer que
nunca conviene levantar y que Sandler estira en cada obra con la misma ignorancia innata que sus mentecatos
personajes. El desgarro (neuronal) y los daños irreversibles, obviamente, están asegurados.
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