(2011)
EEUU
Director: Kevin Smith
Sinopsis (Página oficial):
“Red
State” se desarrolla en un pequeño
pueblo dominado por un predicador fundamentalista, Abin Cooper. Cuenta
la historia de tres estudiantes de instituto, que de camino a una cita con una
mujer organizada en internet, terminan cruzando sus caminos con el de Cooper.
El encuentro desencadena una serie de eventos que hacen que se desencadene un
auténtico infierno.
Está bien eso de que
el terror pueda encontrarse en la esquina más cercana de tu casa pero
precisamente no es novedoso el planteamiento de Kevin Smith sino su
cambio de registro. Más allá de Craven y su “La última casa a la
izquierda” (72) estaba ya Polanski y “La semilla del diablo”
(68) donde los más amables vecinos pueden ser los más terribles y satánicos
villanos. La reinvención así de Smith (de “Clerks” a “Vaya par
de polis” va un abismo en cualquier baremo o canon) pasa por el
independentismo absoluto, distribuyendo su propia cinta, a cuasi-precio de
ticket de la Comic-Con, en una gira norteamericana con él y parte del casting
como reclamo. Buena jugada mercantil que está dando sus frutos aunque queda la
respuesta y aprobación cinematográfica. El director de “¿Hacemos una porno?”
ha decido apostar por el cine de terror con cierta provocación
mediático-religiosa. El lobo por el que se la juega Smith no es carne
del género fantástico ni un hormonado monstruo psicokiller sino parido de la
realidad. La iglesia de las cinco estrellas de la que se habla en la película
se basa en la figura de Fred Phelps y su secta de la iglesia bautista de
Westboro, que justifica sus acciones de acuerdo a la primera
enmienda de la constitución estadounidense.
El propio cineasta parece tener claro que está manejando una patata caliente desde su propio cartel: «Una improbable película de ese que se hace llamar Kevin Smith». Y precisamente el recorrido va directo hacía el género con adolescentes atrapados como carne de ‘rito’ de una secta fundamentalista. Si en “Scream 4” una víctima reivindicaba su homosexualidad para salvarse del acuchillamiento aquí supone una maldición. Da lo mismo una gang bang heterosexual que ser gay para un tipo tan loco y peligroso como Abin Cooper. Una persona que hasta los nazis consideran peligroso.
La película ha sido calificada por algún miembro de la familia Phelps como inmundicia y, polémica visceral aparte, Kevin Smith destruye la estructura tradicional que intenta homenajear. Ese survival horror setentero con una secta de psicokillers podría enlazar con ese Craven pero hay otros planes exterminatorios. Y tal vez, ante la llegada de un clímax, se esperaba algo mejor que una solución narrativa muy en la onda de “Quemar después de leer” pero alargándonos tanto las explicaciones resolutivas que también mata al propio espectador. Aleja a la película de esos santificados monstruos y de una vuelta de tuerca que podría haber sido más demoledora y moldeada al género. Porque “Red State”, al contrario de lo que muestra, no mata.
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