Título original: “The Awakening”
Director: Nick Murphy
Director: Nick Murphy
Reino Unido
2011
2011
Sinopsis (Página Oficial):
“La maldición de
Rookford” está ambientada en 1921, en la Inglaterra de la
posguerra, donde muchos de quienes han perdido a sus seres queridos buscan
consuelo en el espiritismo. Atormentada por la muerte de su prometido, Florence
Cathcart dedica sus energías a desmontar presuntos fenómenos
sobrenaturales sirviéndose de sistemas metódicos y racionales. Cuando le piden
que visite Rookford, un internado en la campiña inglesa, para investigar las
supuestas apariciones del fantasma de un niño, ella se siente decidida a
aceptar el reto. Ya en Rookford, se pone manos a la obra, poniendo trampas y
reuniendo pruebas científicas. Poco a poco empiezan a desvelarse algunos
secretos, y el misterio que rodea al fantasma parece no ser más que una broma
de niños. Sin embargo, cuando Florence está
lista para marcharse, tiene un escalofriante encuentro que desafía toda
explicación racional. Uno de los maestros, Robert Mallory, se
preocupa por el bienestar de Florence
después del hecho, ya que se encuentra asustada y confundida. Pero ella está
dispuesta a llegar al fondo de la cuestión, y decide quedarse allí durante las
vacaciones de Navidad, cuando los niños se van con sus familias.
No sé por qué en vez de “La maldición de
Rookford” siempre me refiero a esta película
como “La maldición de Roquefort”. ¿Será porque huele mal?
Perdón, huele fatal. El argumento es prácticamente el mismo que “Luces rojas” de Rodrigo Cortés pero
con casi un siglo de retraso menstrual y cambiando los pitos por potorros. Que
si no creo, que si desenmascaro, que si no creo, que si llego y sigo sin creer,
que si se refleja en el pomo de la puerta mi mano y salto, que si me asomo a la
ventana y me levantan la falda por detrás, que el operador de sonido está de ¡subidón!,
que si puede que empiece a creer, que si pongo a jugar con los pre-clips de
playmobil y me trollean, que si me quiero bañar con las bragas puestas… que sí,
que sí, que sí… que tanto que sí… que todo acaba oliendo a que-so. O sea, a Roquefort. El chiste es malo, pero al menos
es más original que la película.
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