(2011)
España
Director: Toni Bestard
Sinopsis (Página Oficial):
Mark
O'Reilly, un
misterioso viajero, llega a un pequeño pueblo mallorquín y se instala
discretamente en un viejo comercio abandonado.
Los vecinos pronto se entusiasmarán creyendo que Mark pretende reabrir el local y ello reanimará el pueblo. Pero un detalle pasa desapercibido para todos: Mark no tiene intención alguna de abrir la tienda. Ni siquiera habla castellano. Las verdaderas intenciones del viajero en la isla se ocultan detrás de una vieja fotografía polaroid, que le ha llevado hasta allí en busca de respuestas.
Los vecinos pronto se entusiasmarán creyendo que Mark pretende reabrir el local y ello reanimará el pueblo. Pero un detalle pasa desapercibido para todos: Mark no tiene intención alguna de abrir la tienda. Ni siquiera habla castellano. Las verdaderas intenciones del viajero en la isla se ocultan detrás de una vieja fotografía polaroid, que le ha llevado hasta allí en busca de respuestas.
“El perfecto
desconocido” de Toni Bestard es
en el fondo una perfecta conocida, aunque su mérito es hallar un paisaje y
escenario inéditos donde ambientar su historia. El cine independiente (e
incluso la comedia mainstream) siempre ha formulado la premisa de un
‘perfecto desconocido’ en un ambiente rural y antagónico, generando el choque
de personalidades, tradiciones, costumbres e incluso tiempos. Más si cabe en un
entorno turístico donde el cliché siempre se encuentra en el extranjero que
llega para poner patas arriba la tranquilidad previa. Esta vez es un forastero
el que llega a un minúsculo pueblo mallorquín y se instala, como si fuera un
fantasma, en un viejo local que se encuentra actualmente abandonado y en venta.
El ‘ocupante’ anónimo es descubierto por varios vecinos, que no dudarán en
ayudarle a recuperar el local aunque no sepan qué negocio va a montar. La
incomunicación, tema principal del filme, ubica a gran parte de esos personajes
que no se dan cuenta que ese viajero no entiende nada de lo que (le) dicen y
que simplemente se encuentra de paso.
Búsquedas exteriores e interiores |
Un policía bienintencionado y una mujer que quiere
quedarse embarazada sin importar el padre ofrecen un cariz cómico, pero al
mismo tiempo irreal. Pese a moverse en ese tono de fábula, finalmente abraza
los peores tics del costumbrismo, e incluso en el retrato de esos jóvenes inconformistas
se hallan momentos de comedia involuntaria. Tampoco habita en “El
perfecto desconocido” un tono documentalista, aunque ofrezca testimonios
aislados en alguna apartada secuencia de montaje. Tal vez todo se deba a esas
continuadas revisiones y reescrituras del guión original, que enfocaba la
historia a una comedia coral y se ha convertido en un drama con ecos trágicos
con personajes positivos y generadores de sonrisas que han sobrevivido al corte
y eliminación de material.
Recuerdos y Polaroids |
Observamos flashbacks que se irán completando al
mismo tiempo que la memoria del protagonista, aunque la imagen es nítida pese a
la lluvia y lágrimas que empañan el instante. La extinción del recuerdo marca
la destrucción del paisaje perdido tanto en la memoria como en el recuerdo.
Así, los hechos más insignificantes desde fuera se convierten en los mayores
cambios desde dentro. Es imposible, por lo tanto, modificar el pasado, pero
puede servir para purgar nuestro presente y cambiar el futuro. Al menos, el de
otros. Tal vez la película se convierte finalmente en el paisaje que retrata y
acaba perdida en una frondosidad y oscuridad de la que no puede escapar. No
creo que catalogar una ópera prima como una oportunidad perdida o decepción sea
consecuente si al menos se ha intentado filmar el final de un alargado camino
llamado proyecto. Lo importante y meritorio es que el director mallorquín ha
dado forma a parte de esa foto que todavía está por revelar. Más cuando otros
directores patrios, con una dilatada trayectoria, todavía no han encontrado ni
siquiera el botón de su cámara emocional.
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