(2011)
Alemania
Director: Yasemin Samdereli
Título original: “Almanya -
Willkommen in Deutschland”
Sinopsis (Página Oficial):
Después de vivir 45 años en Alemania como un ‘Gastarbeiter’
(trabajador invitado) turco, Hüseyin Yilmaz,
setenta años cumplidos, anuncia a su familia que ha comprado una casa en
Turquía y que todos deben volver con él para hacer las reformas necesarias. La
familia no se siente en absoluto atraída por la idea y todos empiezan a
discutir acaloradamente.
Por si no fuera bastante, Canan, una
nieta de Hüseyin, decide anunciar que está embarazada y que el padre
es su novio inglés, del que nadie sabía nada. Para consolar a su primo Cenk, de
seis años, al que trataron de ‘extranjero’ el primer día de colegio, Canan decide
contarle la fantástica historia de por qué acabaron todos en Alemania a pesar
de no ser alemanes.
Viajan en el tiempo a un maravilloso lugar donde una
pequeña familia turca descubre una tierra poblada de gigantes rubios que comen
cerdo, sacan a unas ratas muy gordas a pasear con correa, beben agua llamada
Coca-Cola, adoran a un hombrecito en una cruz de madera y usan un galimatías
ininteligible, una tierra llamada Almanya.
Muchas veces la asociación de terrenos cinematográficos foráneos funciona como asentamiento del espectador. A veces da miedo averiguar si es mejor lo bueno conocido que lo malo por conocer… o, por el contrario, lo malo conocido acaba valiendo por ese ‘malo por conocer’. Pero el inmovilismo no funciona para el público sino la comparación. Muchos verán en su argumento, que nos habla de la historia de una familia turca que emigró a Alemania hace 45 años, una versión turco-bávara de “Cuéntame cómo pasó”. Otros, al ver una furgoneta-bus con una familia dentro (y con algo que no puedo decir porque es spoiler), pensarán en la cercana y exitosa “Pequeña Miss Sunshine”. Incluso alguien apuntaría a una versión turkploitation de “Vente a Alemania, Pepe”. “Almanya: Bienvenido a Alemania”, no obstante, tiene claros componentes autobiográficos y nos recuerda que algunos ‘efectos llamada’ fueron flagrantes invitaciones, como el caso de esa Alemania que (re)trata la película. Nada de inmigración ilegal y gente sin papeles. Los turcos, según el material de archivo del filme de Yasemin Samdereli, fueron los mejores y más cualificados trabajadores que levantaron y estabilizaron a la todopoderosa nación europea. Lo sentimos por los griegos, italianos y los compatriotas de Alfredo Landa.
Sobre los orígenes |
Obviamente una cinta de estas características está
ablandada por la comedia, la bondad y la catarsis familiar ante esa pérdida de
identidad en la que los protagonistas ya no saben si son alemanes o turcos.
Sobre todo las nuevas generaciones, que ni siquiera hablan el mismo idioma
original que sus padres o abuelos. El multiculturalismo parece haberse perdido
entre los continuados ataques, vía clichés, sobre la falta de cultura y de
integración que se le atribuyen a los extranjeros que no vayan (ni vengan) de
turismo a un país. Su otra vertiente es explotar el costumbrismo en el que se
sostiene la película, mediante ese relato familiar contado al más pequeño del
clan. También mediante un viaje a sus orígenes por la compra de una casa que ha
adquirido en su país natal el patriarca, una vez ya ha obtenido la nacionalidad
alemana. “Almanya: Bienvenido a Alemania” se
embarca en una acumulación de reincidencias y clichés, aunque esboza en su
recta final algún ramalazo berlanganiano del que se aparta
inmediatamente.
Hermanos y Polos Opuestos |
Los esbozos acaban desarrollándose en tramas como un
embarazo no deseado, un niño discriminado en el colegio, un parado, un hombre
en vías de separación… lo interesante se encuentra en esas microhistorias
basadas en hechos reales, como ese intento de celebrar una Navidad o los
reversos caníbales del cristianismo. Simplemente quedan como gotitas
humorísticas de un viaje interior al pasado físico, generacional y espacial que
quieren hacer tanto los personajes como la directora y guionista.
Generaciones y cambios |
En “A Better Life”, cinta
sobre la inmigración mejicana en EEUU que le valió una nominación al Oscar a Demián
Bichir, quedaba también claro la posición de esas personas
que han aceptado ese país que no es el propio como suyo. El caso de “Almanya:
Bienvenido a Alemania” es diferente, pero más interesante al no admitir
réplicas: se trata de una inmigración legal que ahora intenta ser desacreditada
desde el extremismo. Ahora mismo, como ocurre con el personaje de la madre,
esos inmigrantes que ya son ciudadanos en sus nuevos países no quieren volver,
al entender que su familia y ya su instaurada vida se encuentran en ese país
que les abrió las puertas de un futuro. Más allá de ese cuaderno de recortes
sentimentales y sus buenas intenciones, no hay caminos de un cine que consiga
crear raíces emocionales a los espectadores. Tal vez sus rutas son demasiado
conocidas y sus parecidos con esas comparaciones odiosas (ese cruce de “Pequeña
Miss Sunshine” y “Cuéntame cómo pasó”)
provoquen sonrisas y lágrimas a medio gas. Ya puestos a comparar, me ha llamado
sorprendentemente la atención que en los salones de las casas alemanas también
tengan un cuadro con ciervos. Hay cosas que nunca pasan de moda aunque se
perderán por nosotros, las nuevas generaciones. Una pena…
Es una pena, también, que desde esa premisa inicial e inusual (el retrato, vida, milagros y familia del inmigrante número 1.000.001) se haya hecho una película tan plana y común (que no vulgar, aunque el cuarto de baño y sus contrastes tengan especial protagonismo). Eso sí, deberían prohibir los finales dramáticos a cámara lenta. Sobre todo, tal vez, filmados con una cámara de cine impropia e incorrecta que parece avanzar a trompicones.
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