2011
Sinopsis (Filmaffinity):
Marcel
Marx, famoso
escritor bohemio, se ha exiliado voluntariamente y se ha establecido en la
ciudad portuaria de Le Havre (Francia), donde vive satisfecho trabajando como
limpiabotas, porque así se siente más cerca de la gente. Tras renunciar a sus
ambiciones literarias, su vida se desarrolla sin sobresaltos entre el bar de la
esquina, su trabajo y su mujer Arletty;
pero, cuando se cruza en su camino un niño negro inmigrante, tendrá que luchar
contra los fríos y ciegos mecanismos del Estado, armado únicamente con su
optimismo y con la incondicional solidaridad de los vecinos del barrio, para
evitar que su protegido caiga en manos de la policía.
Es
normal que a Kaurismäki se le
pregunte en una entrevista y en referencia a “Le Havre” sobre si la fraternidad que
muestran sus personajes existe en el mundo real. El director de “La vida de bohemia” opta por la esperanza
y la inocencia de la afirmación de un mundo bondadoso y cooperativo para un
desinteresado fin común. ¿Milagro? La lectura podría ser irónica y cínica ya
que muchos espectadores pensamos y ubicamos la película como un gran cuento al sentir
que es inviable e imposible en nuestro mundo actual: racista y donde el inmigrante
tiene la culpa de todos los males, incluido el terrorismo.
Cuento en mundo de cuentistas |
Esa
visión caritativa contrasta con lecturas anteriores de grandes cineastas. Con
ese Buñuel que afirmaba en todas sus
obras que no existía la bondad en el mundo o con un Bergman que descendía a los infiernos metafísicos a sus personajes
por la opresiva sociedad que les rodeaba. Vittorio
De Sica justificó el fenómeno inexplicable de una obra neorrealista como “Milagro en Milán” mediante elementos
fantásticos y Roberto Rossellini en
la también neorrealista “Europa 1951” condenaba
los buenos actos de esa samaritana con la locura y la falta de entendimiento de
una sociedad que había dejado de creer en la caridad. Pero Kaurismäki, que siempre ha tenido en la mirilla a Bresson y Ozu, y ahora
también a Becker y Carné gracias a una localización netamente francesa, parece pretender hacer una película tan humana y realista como
imaginaria e imposible en tiempos en los que nadie cree en milagros. Parece
un mundo aparte en el que realmente existe el karma pero tampoco ofrece
soluciones ni discursos moralistas o políticos.
Cuento en mundo de cuentistas, realismo y milagros, fe en la humanidad si ser blando y despojando cualquier efectismo dramático. Sólo queda la poesía. En “Le Havre” vive todo un cineasta
y una extensión de su anterior obra… como ese río que da paso a un gran océano
y una aventura por descubrir. Rostros que vimos en el pasado y siguen vivos en
el presente. Tal vez Kaurismäki nos quiera hablar de la llama de la
esperanza de un mundo en crisis que se une y fortalece ante la tragedia y el
poder sin rostro que lo doblega y gobierna. Siempre hay y debe haber esperanza
porque es el único consuelo que algunos les queda por perder.
— ¿Has llorado?
— No.
— Bien, no sirve de nada.
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