2011
EEUU
EEUU
Director: Roman Polanski
Título original: “Carnage”
Sinopsis (Página Oficial):
“Un dios salvaje” es una hiriente comedia afilada, cual navaja, centrada en las diferencias
paternas. Después de que dos niños peleen en el parque, los padres de la
‘víctima’ invitan a los padres del ‘agresor’ para resolver sus asuntos. Un
debate cortés sobre la educación de los niños pronto se intensifica en una
guerra verbal, cuando los cuatro padres revelar sus verdaderas personalidades
para sacarse mutuamente los colores. Ninguno de ellos va a escapar de la
carnicería. Adaptación de la obra teatral homónima de la autora francesa Yasmina Reza. Ha sido rodada en Europa, pero la historia se desarrolla en Nueva York. En la obra original, los protagonistas son dos matrimonios que se reúnen, en principio de manera civilizada, para hablar de la reciente pelea que han tenido sus hijos en un parque. Pero el encuentro se complicará hasta límites insospechados.
Me
cuesta muchísimo valorar una película como “Un
dios salvaje” porque no sé si lo que me ha gustado más es el caramelo que
ofrece el texto de Yasmina Reza o el envoltorio que proporcionan Polanski, Foster, Winslet, Waltz y Reilly. ¿Valoraría menos la película si fuera una cinta indie con actores secundarios al margen
del mainstream y un director novel?
¿O la valoro más precisamente por la firma del director de “Repulsión” y lúbrica en forma de grandes interpretaciones que
sacuden la pantalla y dotan de brío el texto definido? Me gustaría ver el making-of,
si existió libertad creativa o improvisación… si realmente Polanski tenía el proyecto en mente hace pocos años o, por el contrario, contarán de
ella en su biografía que se trata de la película escrita durante el arresto
domiciliario en Suiza.
Me
replanteo todo en sus dos cuestiones básicas:
1.- El texto: la obra de Yasmina Reza nos habla de la hipocresía
generalizada de una sociedad que adorna de retórica y enmascara la moralidad los
actos más primitivos y propios del ser humano. Las manadas de simios salvajes se
convirtieron en cavernícolas que vivían juntos en cavernas y a su vez en primates
bípedos ‘auto-domesticados’ por la palabra para poder vivir los unos con los
otros en paz, felicidad, guerra con la tribu vecina y armonía. Las diferencias
privadas a partir de entonces fueron escondidas en una aureola impropia e impía
de reglas y valores.
No hace falta invadir un país para declarar la guerra a otro ser humano y volver a ser los animales salvajes que llevamos dentro. Aquí los personajes quedan atrapados al igual que en “El ángel exterminador” por sus propias presiones y estresante forma de vida, como los nuevos impulsos cardiacos de su inexistente vida personal. Como si el Dios Salvaje les hubiera maldecido hasta encontrar una violenta catarsis grupal para que vean en los otros el reflejo del interior de ellos mismos. Todo arranca desde el primer acto humano, desde la nausea y el vómito para alcanzar, a través de la violencia verbal e incluso física, su lado más humano y primitivo. Mientras tanto y ajeno a la respuesta feroz por minucias sociales y levemente existenciales, el ecosistema y el reino salvaje recuperan su equilibrio natural…
2.- La imagen: Polanski ni ha optado por un plano secuencia hitchcockiano (“La soga”) ni por la excelencia
cinematográfica para formular una obra de teatro en la gran pantalla como ya
realizó Mankiewicz en “La huella”. Ni se opta por el falso
documental cámara al hombro ni por la multi-cámara para registrar el más
absoluto directo en un hibrido cinematográfico de un episodio botella. No hay
ornamentación salvo las interpretaciones con actores más propensos a la comedia
y actrices características del drama. Tal vez Polanski pensara que ese choque de ambos unido a la guerra de
clases y sexos que se produce en el interior de la pantalla funcionara
sobradamente como una comedia incisiva y elegante. En tiempos de la
post-comedia y la era Apatow es una excepción a la regla actual o de efecto similar a las revistas de Penelope.
“Un dios salvaje” parece anclada en posiciones de cámara que acaban pareciendo más una formalidad que un capricho del cineasta. Tan sólo esos títulos de crédito iniciales y finales marcan el único hilo cinematográfico y es precisamente su guiño y credencial fílmica. Me parece demasiado poco para un director capaz de cuotas mayores. Le falta la visceralidad del mundo (de la comedia) actual, le falta el espíritu buñueliano de “El discreto encanto de la burguesía”, le falta precisamente aventurarse en ese terreno indómito y brutal con el que predica. Ese adorno para que “Un dios salvaje” deje de ser esa obra de teatro filmada con estrellas que nos ha divertido moderadamente e impactado por su texto durante los poco más de 70 minutos previos…
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