Páginas Bastardas

jueves, 17 de noviembre de 2011

Boss: Reinos y Caballos

Serie de TV
“Boss”
(2011)
EEUU

Sinopsis (Filmaffinity):

El alcalde de Chicago Tom Kane se sienta como una araña en el centro de su telaraña de poder. Una telaraña basada en un pacto con el pueblo. Ellos quieren ser liderados, resolver los problemas, conseguir puestos de trabajo. Si se logra a través del engaño y la falta de moral, que así sea.
Sin embargo, a pesar de ser el alcalde más eficaz en la historia reciente, un desorden cerebral degenerativo está haciendo estragos en su vida. Su esposa por conveniencia, Meredith Kane, no sabe nada. Sus asesores, Kitty O'Neil y Ezra Stone, tienen sus sospechas pero no hacen preguntas. Sólo Emma, hija sin apenas relación con Kane, tiene la oportunidad de conocer su secreto.

Crítica Bastarda:

El apellido Kane del protagonista tal vez no sea casualidad frente a un enlace sobre el poder absoluto en la vida, milagros y obra de Charles Foster Kane y al mismo tiempo ese desenlace mutuo como estar desposeído del secreto de la felicidad. “Boss” es lo mejor que ha hecho Kelsey Grammer en la pequeña (y gran pantalla) desde “Fraiser”. Retrata la caída y decadencia personal, física y mental, del alcalde de Chicago. Su poder es, al parecer, su único consuelo personal: tiene una hija con la que apenas se relaciona, una mujer que es simple consorte publicitario y conveniencia y ahora es víctima de una enfermedad degenerativa, su creciente tara, que debe mantener en el más absoluto secreto de amigos y enemigos para no caer de su trono inmediatamente.

Política y Palabra

La ficción americana parece querer llevar a sus personajes a extremos (emocionales) terminales. “The Boss” podría entenderse como uno de los múltiples hijos bastardos que están por llegar de “Breking Bad” aunque en España podríamos buscar parecidos razonables en el esquema que mostraba “Crematorio”. No es que la corrupción envuelva la vida política de Tom Kane tan brutalmente como la de un empresario como Rubén Bertomeu aunque en ambos el fin justifica los medios. Los títulos de crédito con el tema de Robert Plant ‘Satan, Your Kingdom Must Come Down’ parecen jugar con una estética seria y un delineado  indie y más al constar en ellos Gus Van Sant de productor. El drama político que dibuja “Boss” es aparentemente frío y autodestructivo, emocionalmente inestable para sus personajes. El problema es saber si esa enfermedad degenerativa que va a producirle en unos años un deterioro de sus funciones mentales principales, que le afectará al modo de hablar diciendo muchas veces cosas sin sentido, que le hará tener alucinaciones, depresión, paranoia y espejismos… temblores y perdidas de conciencia hasta la muerte como un escuálido vegetal dará el suficiente juego para perpetuar la serie. ¿Sería mejor una miniserie? Tal vez, aunque “Breking Bad” va a llegar a cinco temporadas…

Locura y Secreto

Tal vez la lectura que nos ofrezca “Boss” sea la de una metáfora sobre el mundo actual, entendiendo la serie como esa política enferma y palpitante que agoniza en secreto su futura desaparición. Los reinos y caballos podrían estar emparentados con “Ricardo III” de William Shakespeare aunque también “La locura del rey Jorge” podría expresar las explosiones y desvaríos de su protagonista. “Boss” me gusta por su presentación y pero sobre todo por el uso de los primeros y primerísimos planos, los encuadres y la percepción del detalle… pero por otro lado al intentar utilizar el montaje, la cámara lenta y esos recursos anteriores sobre las secuencias de sexo todo me recuerda a un anuncio de condones para ejecutivos. Y, por supuesto, no falta el periodista-que-busca-la-verdad como dicotomía moral que inspeccione los resortes de corrupción para generar suspense. Sí, es necesario el cliché. 

Las rubias ya no son tontas

Los personajes viven atrapados en una mentira, en un crematorio político del que tan sólo podrán acabar hechos cenizas aunque lo mejor del show (una vertiente más ácida y cómica sería recomendable entre tanta sordidez) son los papeles de los asistentes y asesores de Tom Kane. Son, por supuesto, los que manejan todo el cotarro. Uno lo interpreta Martin Donovan que fue nuestro inolvidable Matthew Slaughter de la bellísima “Trust” de Hal Hartley y la otra es encarnada por la también bellísima Kathleen Robertson que ha preferido ocultar su personaje con unas gafas de pasta gruesa para hacerse la listilla. Y realmente lo es. Puede recordar al de esa asesora política en “The Wire” y aquí es capaz de utilizar a futuros gobernadores como objetos sexuales de usar y tirar y por supuesto darnos lecciones de ligue. Después de despachar políticamente a su maestro en la barra de un bar es asediada por el guaperas de turno que la invita a una copa con cierta retórica. No cuela. Ella primero le mira directamente a los ojos y, sin cortarse ni pestañear, le mete la mano dentro de la cremallera para ver la materia prima. Su siguiente frase, mientras recoge el bolso de la barra y se levanta es: «Bien, vamos». Las rubias en el Siglo XXI han dejado de ser tontas.

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