Que J.J. Abrams convierte en acontecimiento todo lo que toca es una verdad irresoluble: incluso bluffs como “Monstruoso (Cloverfield)” tuvieron una envidiable repercusión previa a golpe de inteligente publicidad viral. Y esta cuenta atrás con su último filme, “Super 8”, se ha repetido en publicaciones en páginas asociadas virales y pequeñas migajas para que el fan siga la pista y el camino creado hasta el esperado estreno en USA el 10 de junio. Por desgracia para los espectadores españoles el filme no se estrena hasta el 19 de agosto y para completar la ansiedad el mismo fin de semana en el que llegaba a las salas de medio mundo era accesible el primer screener en calidad cam con notable inclinación, sombras cremallerescas y butacas de ultratumba. No es que uno justifique o no su decisión de ver la película en un previo por puerto USB en un tuneado Cinexin sino que llega la gran pregunta: ¿padezco de antopofobia o asocialidad en esas salas de cine frecuentadas por impertinentes, maleducados, móviles que no tienen nada que envidiar los efectos de “Encuentros en la tercera fase” y, en definitiva, la intranquilidad de la incomodidad? El único consuelo es la calidad de proyección pero el trailer de “Super 8” con el doblaje español y esa voz de grillo resfriado del protagonista me remite a la VO. y créanme si les digo que los cines donde van a proyectar en versión original la cinta de J.J. Abrams son viejos, cutres y seguramente con muchos guiris impertinentes, maleducados y con móviles. No hay escapatoria. Hasta que la vea en las anteriores circunstancias les adelanto todo aquello que he podido ver en esa proyección de “Super 8” a calidad de imagen de Super 8.
“Super 8” funciona por la vía de la revisión y la comparación en el mejor y peor sentido de la palabra. Su gran defecto es esperar algo no visto en la gran pantalla porque uno empezará a ver a lo largo de su metraje numerosos avistamientos y señales extra-terre-cinematográficas. Pensemos que Abrams es un tipo listo que sabe esconder sus defectos perfectamente en el ‘secreto de sumario’. Su ‘monster’ es tan secreto como unos archivos militares clasificados pero una vez abierto el telón y examinado el espécimen se encuentran parecidos que hacen sangrar los ojos. En “Super 8” hay similitudes en el ADN de envoltorio a cintas ochenteras muy spielbergianas como “Exploradores” o “Encuentros en la Tercera Fase” e incluso alguna secuencia calcada a la primera. “Super 8” puede también ser vista como un remake americano de “The host” viajando en un DeLorean a un tiempo más feliz donde los directores rodaban con la inocencia de niños películas de género. Era ahí donde estaba la magia. Tal vez el director de “Misión imposible III” quiere hacernos ver esa ingenuidad cinematográfica en esos niños que ruedan como pueden y en circunstancias completamente adversas. Contra sus padres y el orden impuesto. Contra la familia (cinematográfica) quebrada y a la deriva. Sin apenas futuro pero muchas ganas de vivir y crear una realidad más satisfactoria mediante cine de género. ¿Es esa metáfora de la que nos quiere hablar? Tal vez pero ese envoltorio a lo visto y vivido empañe demasiado la misma. Si la hubiera dirigido Joe Dante (“Gremlins” y “Exploradores”) sería más lógica.
Aventuras Infantiles |
Que nadie se engañe con la producción de Steven Spielberg porque su aire revisionista de “La Guerra de los Mundos” hace añorar en menor o mayor medida a todas las cintas de los ochenta: desde “Los Goonies” a “E.T., el extraterrestre” con todas las ínfulas dramáticas pertinentes y sentimentaloides de la mano de una madre difunta y un hijo sin apego por su padre más preocupado por su trabajo de Sheriff del pueblo. El protagonista sigue atado a un cordón umbilical materializado en cadena de collar a esa madre ausente que habita en viejas cintas de Super 8. También mora el odio en toda la película (tal vez un tanto incomprensible hacía un compañero de trabajo alcohólico al que le abandonó su mujer, que también es padre de Alice —Elle Fanning como síntesis del amor imposible por padres enfrentados) y el perdón se erige como salvación para soltar las ataduras. La de ese alienígena insectilizado para la ocasión parido del Área 51 y un espectacular y genial accidente de tren nos revela uno de los grandes misterios: al inteligente y sobrehumano ser le da tiempo a cavar las cuevas del Rey Salomón sacadas del escape de prisión “Top Secret”, hacer visitas guiadas por el pueblo, robar hasta todas la bragas del convento más cercano, hacer unos secuestros por si hay que pedir rescate, hacer un revival de “La Guerra de los Mundos (Paletos)” asolando el pueblo, asediando y arrasando con el ejercito de las fuerzas áreas y, por supuesto, construir una nave para huir de semejante e inmundo planeta condenado a la crisis mundial. Vomitón hizo todo lo anterior en veinte minutos sin explosiones ni escándalos (salvo las carcajadas del otro lado del televisor y dos toneladas de vómitos), sin parecerse a un Tyrannosaurus rex derribando autobuses y persiguiendo a niñatos y, escapando a su planeta, con una cuerda sin homologar.
Misterio Oculto y Herméticamente Cerrado |
Digamos que nos encontramos ante una pista de patinaje y una película que se mueve perfectamente por la misma en un monopatín molón muy vintage. Pero aparece un ligero inconveniente. Abrams, que lo maneja a la perfección, ha olvidado cerrar los ojos y dejarse llevar: el espectador conoce aquí cada curva, giro y salto por mucha precisión, elaboración y destreza de su conductor. Nada nos eleva porque nada nos sorprende. Queda, como mucho, la nostalgia por encima de la emoción.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Lea antes los Mandamientos de este blog.