Páginas Bastardas

domingo, 7 de noviembre de 2010

The Wire: El mundo marcha


Sus iniciales títulos de crédito avisan que vamos a ver imágenes residuales de la propia temporada montadas con ritmo y sin aparentes intenciones. “The Wire” funciona como ese mosaico que se nos muestra sobre un mismo tema: diferentes imágenes amoldadas a una versión distinta en cada temporada de la misma canción compuesta y escrita por Tom Waits.

La serie de David Simon está simplemente tan bien armada que un breve tirón de un hilo estira y tensa a otros tres, que a su vez mueven a otros cinco y así, sucesivamente, alargando toda una pequeña madeja, que cabía en la palma de una mano, hasta abarcar una ciudad completa. “The Wire” es y funciona como suma de elementos orgánicos en pequeñas secuencias que forman un resonante conjunto. Como el efecto mariposa: un aleteo de un viral en una esquina del Barrio Oeste puede desenterrar conspiraciones de un senador. Todo está orquestado mediante innumerables personajes secundarios que forman un conjunto coral demoledor. Posiblemente sea una de las pocas series capaces de incluir una doce nueva de personajes en una temporada y reducir la aparición de un personaje principal a mínimos sin que el conjunto salga arañado con un rasguño.

Habitualmente veo (y creo que es algo bastante común al mortal y moral mundo del televidente) los primeros episodios de una serie. Dos, tres, cuatro e incluso desde ese caramelo a la puerta del colegio llamado ‘episodio piloto’ sabemos si una serie nos convence o nos desagrada, nos ata o nos empuja hacía su olvido. Es puramente una ración de la ley de las calles del mundo de las Series de TV.

Una droga puede estar mejor cortada o demasiado adulterada para inyectárnosla al completo. Morir de sobredosis o iniciar la rápida rehabilitación en una clínica de desintoxicación llamada OFF del mando a distancia. Nos metemos un chute o dos y esperamos alcanzar una gloria y adicción duraderas. “The Wire” no se puede valorar así, como una simple dosis introducida en nuestro cuerpo en dos o tres episodios porque solamente podemos valorar la serie de David Simon en un completo abanico y conjunto. Es toda la cadena de distribución al completo. Pura simbiosis de la serie que genera su trama con breves aleteos que se convierten en feroces huracanes. Eso es que una charla-chivatazo por parte de un detective inconformista a un juez genera todo el engranaje de la serie, que una pelea por colocar una vidriera en una iglesia provoca el parto de toda una temporada.

Bajo escucha
“The Wire” es una serie grande, monumental y una de las más completas vistas en pantalla pequeña porque ilustra una ciudad al completo. Desde la burocracia política y policial pasando por la que habita en la ley de las calles, comparadas con un tablero de ajedrez, hasta la que forma parte de la educación, un puerto o la de un periódico.

La búsqueda de la verdad es aplastada por la mentira como manera de supervivencia. Pero realmente lo interesante es que todo el comportamiento jerárquico de la policía o de instancias, que forman parte básica de los pilares sociales y morales, funcionen como empresas privadas. Lo importante es el presupuesto, el rendimiento y el número efectivo para presentar en un informe frente a su concepto básico por el que fue creado. La ayuda al ciudadano ha pasado a un segundo plano por la ayuda por interés.

La ley de las casas bajas. Temporada 1.
Desde el humor más desopilante y negro hasta el terror de lo imprevisible “The Wire” ofrece un completo espectro de unos personajes imperfectos. Tal vez esos contraplanos de villanos y héroes se entremezclen y se solapen. No hay una verdad absoluta sino personas que tratan de sobrevivir en un mundo inhóspito y en el ecosistema que les ha tocado vivir. Existen roles grupales alrededor de toda la serie como figuras de un tablero de ajedrez. Cuando un rol desaparece otro debe remplazarlo a modo de teorema inevitable.

Educando a futuros criminales y genios
La construcción de la secuencia se realiza por breves ecos. Directos y sencillos. Economía en estado puro. La belleza de su construcción de guión oscila sobre un completo conjunto. En su episodio final se cierran tramas incluso circulares, ciclos vitales e instintos de supervivencia. Es la gracia del encanto artístico, de la clase conciliadora sobre fondos y leyendas, de puestos sobre puestos y de magnificencia como una apisonadora.

“The Wire” es una genialidad que nos demuestra que la marcha es sueño en vida y las series de televisión captan una breve porción de un camino de miradas, acciones y momentos. Personajes que intentan luchar frente a un mundo hipócrita y se dan cuenta que la hipocresía es una regla y requisito más del sistema. Tal vez el leitmotiv de la serie sea el precio que hay que pagar por sobrevivir intentando ser fiel a principios. Ese es el de ser expulsado del sistema. En un mundo donde mentir es la ley y su motor la injusticia explotando los principios. El mundo marcha porque tiene que marchar y nada puede detenerlo. Si lo observas mucho desde el exterior seguramente veas la ironía y simpleza de un objeto, que ya es difuso, dando vueltas sobre un eje inamovible. Si estás dentro e intentas ir contra su rotación acabarás mareado y vomitando todo lo que llevas dentro. El mundo marcha, míralo desde la excluyente distancia, déjate llevar o acabarás muerto en tus propias nauseas. 

3 comentarios:

  1. Bendita sea 'The Wire'!!!! Y pensar lo mucho que me costó empezar la serie.... Personajes inolvidables, lo más cercano a Shakespeare desde la televisión. Inolvidable!!!!

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  2. Es tan increiblemente humana .....

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