Páginas Bastardas

viernes, 3 de septiembre de 2010

De Chichis y Farolillos

¿Hasta qué punto la confianza da asco? No hablo de la habitual lectura y visión de la frase a la que muchos le dan uso. Ese que cuando invitas a alguien a un Frigo Dedo no sólo se lo come doblado sino que te saca un Frigo Pie del mismo orto y cartera. Sí, en resumen, de cuando pides puntita y te la meten entera. No, hablo del sentido práctico del asunto o aquello de lo que estarían dispuestos hacer debido a la confianza o al amor. Al grano: ¿se dejarían limpiar el chichi o lo que tengan debajo de su ropa interior (si llevan) por una persona de ‘confianza’? ¿Se pondrían al otro lado y, con esponja y jabón en mano, le limpiarían el refajo, chichi o lo que sea a esa persona de ‘confianza’?





Todo esto no surge de mi cerebro calenturiento, ruin y depravado sino que uno escucha los sonidos de la naturaleza que le rodea y descubre historias para no dormir. Hoy he descubierto un caso real, aunque contando por una tercera persona, de una mujer que se hizo una operación de aumento de pechos y quedó ‘imposibilitada’ temporalmente de cintura para arriba. Al parecer le dejó tan dolorida en los hombros y brazos que no podía moverlos. Y claro, hay muchas mujeres que se asean el chichi a diario y varias veces. Y no sólo pasándose un trozo de papel cuando acaban de miccionar sino que el ritual incluye toallita, lavamiento no-escrotal de manos y posteriormente la crema protectora de manos de rigor. Faltaría más. Esa señora estaba imposibilitada y delegó tal labor a una persona de confianza...¡Su marido! Con lo que les ponen a caldo (entre ellas y por supuesto de espaldas a ellos) por su incompetencia total en cualquier labor doméstica...

Chichi a punto de ser limpiado con esponja


Porque claro, pasar una esponjita por una zona delicada como el chichi es un tarea que requiere de encomienda a los dioses chichilísticos. La señora en cuestión quedó tan contenta con el trabajo de limpieza de su marido que fingió y alargó su recuperación algunas semanas más debido al apego y profesionalidad del esposo. Él, como buen compañero, amigo y amante se implicó tanto en la limpieza del chichi de su mujer que dejaba a las visitas en su misma casa para hacer la limpieza a su amada esposa. Tenía hasta horarios, oigan. Y es que ¿eso no es amor?
¿Harían  sus parejas lo mismo con tanto cariño y dedicación?

Un Chichi con ojos y piernas...


Lo mejor de todas estas confesiones y/o testimonios es que surge la complicidad y toda una oficina se pone a hablar de chichis o de su mismo chichi. Tirando y siguiendo la cuerda del tampón se llega al chichi universal femenino. Muchas prefirieron la limpieza de su chichi por parte de sus esposos en un periodo de convalecencia en el hospital antes que una enfermera despreocupada o su infernal suegra le metiese sus sucias manos en el refajo.  
Lo siento, pero mi ‘chichi’ no se toca. Al menos, desde que llegué a la pubertad. Es cierto que de pequeño, antes del florecimiento púbico, tenía una extraña fobia y obsesión por la taza del retrete. Sí, tenía que avisar cuando acababa porque no podía tocarme el ‘chichi trasero’. Salía al comedor o incluso al descansillo, donde mi madre se ‘reunía’ con sus ex-vecinas a marujear, con medio ‘tiburón’ fuera de la cueva, a que alguien voluntarioso y afectivo limpiara mi ‘chichi trasero’. Ninguna vecina se dignó a ayudarle y tenía que ser ella o mi hermana las personas que limpiasen mi ‘chichi trasero’ con una total entrega y dedicación. Ay, mísero de mí, y ay, mi infancia y tiburones arrebatos...

Un Chichi musical...





Por otro lado en las noticias de ese día figuraba una de procedencia británica hablando de España. No citaban a la Cabronero pero sí que existía un contrastado aumento de ‘pornochachas’ en España. La BBC ha detectado tres cuartos de millón de anuncios ofreciendo esa clase de servicio pero no indica cómo realizó el ojeamiento de chichi o chacha y su contabilización. Yo, en un día con tanto chichi, limpieza, amor marital y ‘pornochachas’ de la BBC sólo pienso en el chichi como metáfora de hucha y que tengo que ahorrar. Lo de las ‘pornochachas’ es una clara señal de que tengo que tener cuidado con gastarme mis ahorros en chichis que limpian pero cobran. No acabes como un farolillo... y menos por un chichi. No entendí nada de estas claras y simbólicas señales hasta que terminé de escribir estas líneas. Y es que los caminos de los chichis son inescrutables.
Como curiosidad, y prácticamente para acabar la limpieza de esta entrada-chichi, si abren el programa Word y escriben la palabra «chichi» si tiene el autocorrector activado se lo corregirá por la palabra «chicha». ¿Le gustarán a Bill Wates los labios carnosos? Mejor no saberlo porque «¡No tengo el chichi pa' farolillos!».

Un Chichi Puti-Fashion...

1 comentario:

  1. 21-03-2011: Pese a estar basada en hechos reales y salir chichis hasta en la sopa de letras nadie se ha dignado a poner un comentario y hablar de sus experiencias chichilísticas. ¿1.048 vistas a esta página no es suficiente?

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