Páginas Bastardas

miércoles, 7 de abril de 2010

Viral y Viril


El término viral se ha convertido en el origen y propaganda del marketing a través de la red. En vista de que las pandemias, que nos ha ofertado y vendido el más deleznable, común y vulgar periodismo globalizado, que han acabado siendo simples estornudos primaverales con el mismo índice de mortalidad por infarto del último enfrentamiento de la Campanario y la Esteban, uno no sabe si sus efectos serán pasajeros, perpetuos o risibles. Lo que sí se sabe es que funciona. Y de verdad.




El otro día comentaba el poder de transmisión de las leyendas urbanas. Muchas de ellas rondan los correos electrónicos de todo el planeta y la publicidad viral tan aparentemente anónima encierra una técnica publicitaria tan original como eficaz. Las películas, la música, las series o cualquier contenido multimedia se propagan mejor por la red. Lo sabe Ramoncín, está al corriente Rosarito, lo perciben los grifos de oro nuevos en la mansión de Lars Ulrich y lo conocen a raja-tabla la directiva de la S.G.A.E. Pero, aparte de comentar que la libertad y parte de gratuidad también entierra beneficios futuros pese a la ceguera de muchos y malos hábitos de otros cuya cutreria por no pagar ni 5,95 euros por un CD y DVD (de serie media o no), aparece un efecto mercantil que describiría “El capital” de Karl Marx: el consumo incita a consumo y lo más importante es que se hable de ti.


¿Pozos de ambición?

El efecto suele ser estremecedor por su pretendido anonimato. El boca a boca hace el resto. La transmisión del ‘virus’ se expande eficazmente hasta que aparece el autor. El truco se descubre. Algunos o todos aplauden. Otros echan monedas. La autoría siempre es reconocimiento: lo sabe el autor de popular virus informático, está al corriente el villano de turno, lo perciben las cuentas corrientes de los agraciados y lo conocen a raja-tabla el sistema.




Una propuesta como la que ha surgido en youtube con el seudónimo iamamiwhoami sigue en su firmeza de anonimato. Con videos y títulos tan sugerentes como “23.5.12.3.15.13.5-8.15.13.5.3383” y la plastificada y etérea b han puesto un contrapunto entre el new age y el arrebato pasado por planos de entradas cabelludas.
Pasados varios meses la campaña viral sigue sin descubrir ni el cómo ni el quién. Apuntaron alto (desde Lady Gaga a Christina Aguilera) pero ahora la autora material del atentado artístico para que es la sueca Jonna Lee. Su representante lo desmiente pero podría ser hasta una vuelta de tuerca promocional de su próximo disco o incluso del festival que celebra su país. Nadie lo sabe y esperemos que continuemos con un eterno halo de misterio que desmitifique lo viral del marketing. El seudónimo o el anónimo recurrente en la literatura y cualquier arte universal hace que los quijotes a veces parezcan caballeros. Hace años se descubrió que el tema “Do the Bartman” de los Simpsons era obra de Michael Jackson. Muchos ya lo sabían. Romper el anonimato y marcar un nombre con una firma puede ser la distancia que separa lo viral de lo viril: sobre todo ¡para quitarse el celofán el plástico pegado a la piel!


FOTO DE iamamiwhoami DURANTE LA GRABACIÓN DE “b”


FOTO DE iamamiwhoami DESPUÉS DE LA GRABACIÓN DE “b”

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