Pasajero del destino y eterno acompañante puede que dedicar un momento a algo tan inexacto sea simplemente un punto intermedio en el camino. En este caso en mi continuo y obligado camino de seguir escribiendo y obligarme a hacerlo: todo se reduce a una cuenta atrás diaria y esta vez toca rebatir los mismos argumentos del propio tiempo. Estas palabras serán lo más inmediata a mis pensamientos y se reducirán al mero acto de observar y sentir aquello que me rodea.
La música de Joanna Newsom y su último e imprescindible disco “Have One On Me” queda apagado por las pulsaciones en un teclado. La soledad que inunda todo no lo es nada sino otro habitual acompañante. Las persianas bajadas y el silencio como apoderado de la ciudad. Interrupciones y vacilaciones constantes. Posiblemente esté pensando ahora mismo en aquello en lo que soñaré dentro de pocos cuartos de hora.
Pensar en el tiempo como porciones sea aquello que más nos agrade para evitar reducir todo a unidades mínimas. Nadie dice que trabaja 28.800 segundos al día. Toda la humanidad miraría a ese proscrito como si la locura le hubiese invadido o procediese de un incierto planeta. Preferimos sintetizar a horas, cuartos y minutos si queremos aligerar la brevedad del momento. Las ideas se van y viene como cada segundo sube al marcador. Marcador que se llena o vacía al gusto del consumidor. La botella llena o vacía o esas incansables apuestas del marketing moral indicando a los fumadores los minutos de vida que les acaba de quitar el cigarro que acaban de evaporar en sus pulmones. O pensar en la vejez como una cuenta atrás hacía el eterno descanso podría convertirse en una obsesión:
Debería convertirse en
Posiblemente nuestra existencia simplemente se reduzca a tiempo como en aquella desaprovechada y horripilante película titulada “El arte de morir ”, para el 99% de los mortales una pérdida de tiempo, en la que no desparecemos mientras sigamos viviendo en los recuerdos de los demás. Después no quedará nada. No habrá tiempo [muerto].
Queda tan poco para que acabe el disco de Joanna Newsom y su armoniosa arpa me abandone que intento desesperadamente escribir las últimas palabras y solamente puede pedir al tiempo una breve cuenta atrás aunque siempre nos quedará la función REPEAT del reproductor de turno.
La música de Joanna Newsom y su último e imprescindible disco “Have One On Me” queda apagado por las pulsaciones en un teclado. La soledad que inunda todo no lo es nada sino otro habitual acompañante. Las persianas bajadas y el silencio como apoderado de la ciudad. Interrupciones y vacilaciones constantes. Posiblemente esté pensando ahora mismo en aquello en lo que soñaré dentro de pocos cuartos de hora.
Pensar en el tiempo como porciones sea aquello que más nos agrade para evitar reducir todo a unidades mínimas. Nadie dice que trabaja 28.800 segundos al día. Toda la humanidad miraría a ese proscrito como si la locura le hubiese invadido o procediese de un incierto planeta. Preferimos sintetizar a horas, cuartos y minutos si queremos aligerar la brevedad del momento. Las ideas se van y viene como cada segundo sube al marcador. Marcador que se llena o vacía al gusto del consumidor. La botella llena o vacía o esas incansables apuestas del marketing moral indicando a los fumadores los minutos de vida que les acaba de quitar el cigarro que acaban de evaporar en sus pulmones. O pensar en la vejez como una cuenta atrás hacía el eterno descanso podría convertirse en una obsesión:
«Polvo eres y en Polvo te convertirás»
Debería convertirse en
«Tiempo eres y en Tiempo te convertirás».
Posiblemente nuestra existencia simplemente se reduzca a tiempo como en aquella desaprovechada y horripilante película titulada “El arte de morir
Queda tan poco para que acabe el disco de Joanna Newsom y su armoniosa arpa me abandone que intento desesperadamente escribir las últimas palabras y solamente puede pedir al tiempo una breve cuenta atrás aunque siempre nos quedará la función REPEAT del reproductor de turno.
Añadidos posteriores al post: esta entrada estaba escrita ayer con la mayor celeridad e improvisación para evitar lo que sucedió 24 horas más tarde. El tiempo es irreductible e inamovible. Por azarosas casualidades la entrada se registró con el día y la hora de ayer por lo que quedó en un mero borrador. Por más suculentas eventualidades ocurridas hoy la entrada no ha podido quedarse actualizada hasta la hora de las brujas. Digo suculentas porque darán pie a nuevas entradas y también reafirmo aquello que el tiempo es impasible a los cambios: la entrada siguió los pasos del pasado y quedó marcada como entrada pasada, del día anterior, incumpliendo su propósito.
Finalmente queda clonada como homenaje al homenaje. El tiempo es, al fin y al cabo, tiempo. Y tiempo al tiempo todo finaliza aquí… por el momento eso sí.
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