«COLMENAR 6 – CHAMARTÍN 3»
Para colmo el Metro de Madrid pone y saca a becarios y no aciertan con las paradas. Encima sin concurso de talentos como premio de desfogue al usuario. Lo normal es que se vayan a 50 metros o que no atinen a meter todos los vagones dentro de un ‘pequeño’ andén. Esta vez la mirada de los viajantes que intentaban ser liberados de su encierro era de órdago. Aunque con paciencia y buena letra todo llega a su sitio.
Recuerdo que una vez en Atocha parte del tren se quedó en el interior del túnel y no hubo lugar para la rectificación. Las puertas se abrieron y quién quería salir tenía que andar cincuenta metros hasta la ‘salida’ más cercana del interior del propio tren. Esas sensaciones de encierro son, como describimos anteriormente, idénticas a las del gato de la paradoja de Schrödinger: puteado y en manos de científicos locos.
También esta mañana me contaban que ayer un autobús quedó averiado en la rampa de salida del intercambiador de Avenida de América y que ‘tuvimos suerte’ ya que el encierro de esos viajeros y de todo autobús que intentase entrar allí rozaba lo surrealista y la ironía: tan cerca y tan lejos.
Otra persona me contó hace varios años que quedó encerrada junto más usuarios en un tren que se fue a las cocheras al fallar las puertas del vagón. Yo no me lo creía pero en estos tiempos de poca cordura cualquier cosa es posible.
Cambio de rollo: y con tanto rollo del cambio climático ya no ha estaciones intermedias. Es invierno y tienes que ir vestido por la calle como una cebolla o despelotarte en plena calle si es verano. Otra cosa es madrugar con frío y asarte a la salida vespertina. Las primaveras volaron. Hoy nieva y mañana te torras. No tengo más tiempo así que tengo que cerrar el ‘chiringuito’ de las lamentaciones a doscientas pulsaciones por minuto. Haré caja inmediatamente, mejor dicho, mañana en el primer resumen mensual del blog. Pero cerrando con otro tipo de caja: posiblemente el mundo en el que vivimos sea una caja en la que sólo nos abren la tapadera desde la siete y cuarto de la mañana hasta las ocho y media de la tarde. Eso claro, si es verano y si no te dejan encerrado en un tren, metro y autobús. “La cabina” de Antonio Mercero, al parecer, sigue vigente.
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