Páginas Bastardas

martes, 26 de diciembre de 2017

Feud. Bette and Joan: Joan Crawford y Bette Davis, Bette Davis y Joan Crawford

Serie de TV
“Feud: Bette and Joan”
EEUU
2017

Sinopsis (Página Oficial):

“Feud: Bette and Joan” cuenta la historia de la legendaria rivalidad entre Joan Crawford y Bette Davis durante el rodaje de la galardonada “¿Qué fue de Baby Jane?” y mucho después de que las cámaras dejaran de grabar. La serie explora cómo ambas mujeres sobrellevan la vejez, el sexismo y la misoginia a la par que siguen aferrándose al éxito y a la fama en el ocaso de sus carreras.

Crítica Bastarda:

Admiro su talento y su dominio y pienso obtener su respeto, aunque tenga que matarnos a las dos para conseguirlo. 

Bienvenidos a la otra cara del reino de la industria del cine norteamericano que ya nos mostró Kenneth Anger en sus dos libros de ‘Hollywood Babilonia’. Sin embargo, en la serie de antología de FX se trata de explorar el homenaje sobre los iconos de la industria del séptimo arte y, al mismo tiempo, desvelar los misterios que se ocultan detrás de sus bambalinas. Más que exhumar los trapos sucios y escándalos de los rodajes de “¿Qué fue de Baby Jane?” o “Canción de cuna para un cadáver”, la imagen que sintetiza la propuesta de Ryan Murphy es la de su plano y secuencia final, en la que ese par de ‘monstruos’ de la actuación daban la impresión de evocar el desenlace de “Casablanca”. Todo parecía el comienzo de una gran amistad… hasta que Hollywood parecía empeñado en exprimir —hasta la náusea— la rivalidad de las reinas brujas que gobernaban en aquella época, incluso en el ocaso de sus carreras. He aquí una historia de respeto pero también de la glorificación de las leyendas y su legado, de sus luces y sombras. Ese choque de dos titánicas actrices e iconos, al mismo tiempo, conforma otro espectro de la mitología y el enigma del glamour por el celuloide, que inspira el rodaje de un documental como eje de la narración. Se trata de un macguffin para sumergirnos en la intensidad de una relación y enemistad que sirva como radiografía tanto de la gran manufactura del cine clásico estadounidense como de sus astros condenados a apagarse. “Feud: Bette and Joan” está plagada de diálogos y secuencias imperecederas, pero puede que el in memóriam en la gala de los Oscars sobre Crawford, que tanto indignó a Davis, sea clave para entender la injusticia que viven las estrellas condenadas a ser dos simples segundos en una cronología del olvido. Pese al odio visceral en frases como «Si Crawford se quemara, no la apagaría ni meándome encima», el leitmotiv es una historia de respeto de dos mujeres. Hollywood, al fin y al cabo, era —y es— una maquinaría que masticará a cualquiera que se ponga delante de sus afilados colmillos… y los escupirá en un suspiro. No hay más… salvo la propia teogonía que parece infundir la primera temporada sobresaliente de una antología condenada a perdurar. 


Susan Sarandon y Jessica Lange parecen sumarse a esa bacanal de calidad y talento que desea propulsarse por encima de anécdotas sobre el crepúsculo de un par de diosas de Hollywood y sus intentos —un tanto desesperados— por seguir siendo unos mitos forzados al final de sus carreras. Quizás “Feud: Bette and Joan” no haya conseguido el respeto de otras premiadas miniseries de la temporada —como Big Little Lies— por mostrar el machismo, sexismo y la misoginia que reina(ba) en una industria que cuestiona pero que, en simultáneo, iconiza en sus imperfecciones. Davis y Crawford también sobrellevaban, en cierta medida, el machismo como lenguaje y ambas jugaban sobre las reglas del reino que deseaban gobernar. Las dos inolvidables actrices tenían una gran personalidad, un ego desbordado, un carácter que convertía a ambas en seres intratables y sabían cómo conseguir aquello que deseaban. El problema fue ciertamente su (des)encuentro sobre una misma finalidad y esa machista industria deseaba potenciar su enemistad en el papel cuché como condimento de marketing de “¿Qué fue de Baby Jane?”. Era obvio que el fulgor y las chispas homicidas por la colisión de dos estrellas no se iban a hacer de esperar entre rumores incandescentes, declaraciones fogosas y pasión infernal. Los ocho episodios que componen la primera temporada de la antología creada por Murphy no se conforma con los pormenores de la cinta de Robert Aldrich, ya que se proyecta en la noche de los Oscar de 1962 para explotar su nuevo (des)encuentro en “Canción de cuna para un cadáver” y culminar con el epílogo vital y crepúsculo profesional de ese par de titánides de la actuación. Aunque la serie se empapa de clasicismo, existe un claro componente contemporáneo y anacrónico a modo de retrospectiva y una esencia psicológica por entender los conflictos e interiores de Crawford y Davis. El alcohol parecía lo único que podía frenar su desesperación y vacío interior. Y su lucha por no acabar siendo las madres destructivas o tiránicas que ellas mismas tuvieron conformaba parte de su condena. Ambas actrices también estaban abocadas a convertir los rodajes en el epicentro de su tensión y ego. Tanto Sarandon y Lange son conscientes de los dos grandes iconos del séptimo arte que están interpretando y tratan de humanizar a Davis y Crawford en sus sombras, pivotando sobre las contradicciones que las engrandecieron para la posteridad y el alma de su amistad imposible y desencuentros constantes y airados. Murphy vuelve a convertirse en el maestro de ceremonias de una nueva autopsia a un cadáver exquisito y se recrea en el gusto de ser tan directo —en el discurso o los temas que trata— como Davis y persuasivo —formalmente— como Crawford. En los márgenes de esa combinación, “Feud: Bette and Joan” acaba siendo una pequeña joya para la pequeña pantalla que se somete a sus moralejas sobre la ambición y el precio por sobrevivir en una industria que crea y destruye sueños en menos de unos pocos fotogramas. 


Más allá de las vulnerabilidades de las protagonistas de “Feud: Bette and Joan”, Ryan Murphy se centra en sus excesos artísticos —y personales— y carencias emocionales. El autor se recrea en excepcionales planos secuencias para introducirnos en los microcosmos que habitan en la meca del cine tras unas interminables bambalinas, fiestas y, por supuesto, escenarios con un público congregado para disfrutar. El material permite establecer una afilada y satírica comedia y someterse, asimismo, a un drama construido sobre esos roles de villanas que Crawford y Davis decidieron interpretar fuera y dentro de la pantalla para sobrevivir a Hollywood. Murphy también se guarda ases en la manga como el cameo de John Waters interpretando a su idolatrado William Castle o la percepción familiar alrededor de las estrellas protagonistas como parte de sus fracasos personales. En cierta medida, la redención de Crawford —por aceptar sus errores en su vida— supone un brillante y emotivo epílogo, que no desea caer en las turbulencias del melodrama superficial en ningún momento. La primera temporada de la antología de FX, en definitiva, nos habla sobre la hipérbole como trampolín de salvación de artistas complejas, icónicas y sombrías. Aunque nos recuerden que la hipocresía es el tributo que el vicio debe pagar a la virtud, Davis y Crawford daban la impresión de interpretar unos papeles que Hollywood les había obligado a encarnar como parte de su enemistad y sus intentos de volver a un ruedo que, finalmente, acabó convertido en un circo. Murphy no desea en ningún momento desmitificar o destrozar a los ídolos de Hollywood aunque, sin embargo, revela instantáneas diabólicas como la cancelación del cheque destinado al hermano de Joan Crawford o la desidia con la que trata Bette Davis tanto a su hija como al marido de ésta. En “Feud: Bette and Joan” tenemos desde miradas que rompen la cuarta pared para llegar al alma del espectador y destrozarla como todo un acto final que se puede entender como un prolongado funeral por esa meca del cine y las estrellas que lo habitaron. Y su brillo perdurará durante cientos de años tras su muerte porque no existe ocaso que pueda empequeñecer el legado de estas dos grandes actrices.


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