Páginas Bastardas

jueves, 13 de abril de 2017

Por trece razones (13 Reasons Why): ¿Quién ‘mató’ a Hannah Baker?

Serie de TV
“Por trece razones”
Título original: “13 Reasons Why”
EEUU
2017

Sinopsis (Página Oficial):

Tras el sorprendente suicidio de una joven, un compañero de clase recibe varias cintas que desvelan el misterio de su trágica decisión.

Crítica Bastarda:
Hola, soy Hannah. Hannah Baker. Así es. Noto que es lo que sea que estés usando para escucharme. Soy yo, en vivo y en estéreo. No daré más pases ni haré bises y, está vez, no aceptaré peticiones. Coge algo para picar y ponte cómodo porque estoy a punto de contarte la historia de mi vida. La razón por lo que me vida se terminó. Y si estás escuchando esta cinta… eres uno de los motivos…
Si algo se puede aplaudir de Netflix es su capacidad para gestionar y construir muchos de los nuevos acontecimientos virtuales/televisivos de galaxia seriéfila. Tras Stranger Things todo parece indicar que “Por trece razones (13 Reasons Why)” va a ocupar ese espectro en el que medios y público converjan ante uno de los ‘must-see’ de la temporada y generen, simultáneamente, una tonelada de artículos y opiniones en la red para acrecentar el fenómeno. La pregunta que nos podríamos plantear es si la temática que plantea la ficción, independiente de sus intenciones para remover conciencias, es un mero golpe de efecto consumado con todo tipo de mecanismos efectistas o si, por el contrario, es capaz de trazar una historia compleja que consiga estremecer nuestras entrañas. Tal vez la secuencia que mejor sintetice la nueva serie de Netflix sea precisamente aquella que muestra sin ninguna clase de filtro el suicidio de su ‘ausente’ protagonista. Ese componente tan doloroso como macabro, sumando esos avisos previos a la audiencia sobre el contenido que se iba a revelar, posiblemente enmarquen el suicidio en un lugar oscuro en que el no hay nada salvo el propio vacío de dejar de existir. No hay respuestas… Y, entonces, ¿por qué se quitó la vida Hannah Baker? Es obvio que “Por trece razones”, a través de las cintas de cassette de su protagonista, va a darnos uno por uno los motivos que la condujeron a cortarse las venas en la bañera de su casa. Tal imagen desea también ser retratada desde sus consecuencias inmediatas y directas a través de un plano fijo en el que el personaje principal ha dejado de tener protagonismo. Son sus padres aquellos que representan el dolor y devastación ante una decisión que en absoluto fue divisada o alertada por nadie a su alrededor. Y precisamente de eso trata la propuesta. 



“Por trece razones (13 Reasons Why)” puede ser entendida bajo dos lecturas ciertamente contradictoras. La primera la representa esa carcasa de cuerpos adolescentes y claramente estéticos que personifican todos los estereotipos inimaginables del subgénero de institutos. Tanto los actores escogidos como sus personajes encajan en dinámicas en absoluto desconocidas para el espectador, alentando un halo previsible en la tragedia que se va a simbolizar. Es entendible que estamos ante una treta tanto de Jay Asher como de la propia ficción de Netflix. La idea, por lo tanto, es utilizar esos clichés para conectar a la audiencia con la temática de la obra. De este modo, la búsqueda de que nos sintamos cómo Hannah Baker en algún momento de nuestra vida o hayamos sido algunas de sus razones para suicidarse es una hábil maniobra argumental. Existe también un claro componente de Sartre en plasmar el instituto estadounidense como un infierno por lo que todos han de pasar y todos han de quedar marcados. El infierno son los otros y esas cintas de Hannah Baker van a transportarnos al bullying desde distintas percepciones en las que un simple chisme o foto de internet puede acabar con la reputación de una persona para siempre. Los problemas de Hannah son los nuestros y la utilización de un doble narrador para representar y evocar a ese fantasma facilita que los estereotipos se amolden a la realidad al otro lado de la pantalla. Se puede acusar, no obstante, a “Por trece razones” de utilizar sobredosis de pirotecnia audiovisual (véase la banda sonora o la diversidad cultural a golpe de calzador) para estilizar el sufrimiento y dirigirnos a una complicada y difusa red de eventos plagada de golpes de efecto demoledores. Vamos a pasar de lo ‘light’ a lo ‘hardcore’ con violaciones, violencia, uso de drogas o abusos sexuales para que el mensaje de la serie quede impreso en nuestra conciencia. Son trucos que tampoco resultan novedosos teniendo en cuenta que el formato es similar al empleado en “Pregúntale a Alicia”, publicado en 1971. Hemos cambiado el diario por ese componente retro/anacrónico (en el que insiste la selección musical y sus muchas versiones para remarcar cierto aire atemporal) y la drogadicción por el acoso escolar. En cierto modo, la propuesta de Netflix no nos engaña al representar a la sociedad actual adicta a las redes sociales en acosadores en potencia. Simplemente, cada uno decide asimilar el dolor y la soledad por distintas vías y, sobre tal aspecto, la ficción divide a la perfección a través de sus personajes y roles cada uno de esos tortuosos desvíos. El otro sugerente detalle que manosea a la perfección “Por trece razones (13 Reasons Why)” es el montaje que unifica las vivencias de los dos narradores y, sobre todo, los intentos de Clay Jensen por entender los motivos por los que se quitó la vida la chica a la que amaba y, además, por qué él está en las cintas que dejó a modo de testamento (y digámoslo, venganza premeditada). Tal vez Hannah Baker no se podía ir de este mundo con toda la oscuridad que llevaba en su interior y la exteriorizara, a modo de horrocruxes que dividieran en cintas magnéticas su torturada alma, para que aquellos que la condujeron a su suicidio entendieran el daño que pueden ocasionar a otras personas. 



Sobre todo ese mensaje aleccionador, “Por trece razones” vive atrapada en esa comunión de toques realistas y estética claramente edulcorada y estilizada. Interesa ver cómo enfrentan el pasado al presente en los personajes, siendo sus cuerpos, generalmente repletos de heridas y pesares, un claro componente de la puesta en escena que sirva de alegoría a aquello que se está planteando. Los remordimientos por aquello que cometieron son exteriorizados por esas lesiones abiertas y sangrantes que perpetúan la autodestrucción que les asola. En cambio, Hannah Baker siempre se revela radiante y repleta de belleza y vida, como si la ironía nos trasladara a ese mensaje en el que no podemos juzgar el (dolor) interior de las personas por su superficie. Los tiralíneas argumentales de la serie de Netflix nos llevan a enfrentar el acoso escolar como un problema de todos. Desde el profesorado a los alumnos como a la propia familia, la sociedad arrastra a otros hacia una senda tenebrosa en la que nadie suele detectar los gritos de auxilio de aquellos que realmente lo necesitan. “Por trece razones (13 Reasons Why)” juega también con un sentido macabro de los adolescentes actuales. Son, en su mayoría, gente egoísta y egocéntrica que no se preocupa en absoluto de los demás y su conciencia está dictaminada bajo ese halo individualista en el que únicamente les importan cuestiones personales. Que veamos cómo esos intérpretes de la historia están más preocupados en mantener enterrados sus secretos que en aceptar aquello que desencadenaron nos dejan en manos de las ‘buenas’ intenciones de Tony y Clay por dar sentido al críptico testamento de Hannah Baker. La propuesta también parece ser conocedora del formato en el que adapta el bestseller de Jay Asher y la inclusión de directores como Tom McCarthy o Gregg Araki facilita ese compendio de diversidad que desea perpetuar la obra. No parece tampoco que tengamos una moraleja clara o una solución simple y sencilla ya que la idea es que la serie absorba el material original para serializarse y que sigamos a sus personajes. En “Cinta 7, cara A” quedan muchas líneas argumentales abiertas y secretos por resolver. Aquel escúchalo/pásalo nos ha trasladado al enfrentamiento con la verdad, entre rosas, muerte y clichés, pero desconocemos qué harán, por ejemplo, los padres de Hannah con las cintas y ese juicio que está en el aire. Tarde o temprano todo saldrá a la luz… y los villanos (como Bryce Walker) tendrán que pagar aquello por lo que hicieron. Es posible que todo sea un juego de disfraces como el episodio que sintetizaba tal metáfora y, en realidad, las cintas de Hannah sean un punto de partida para muchas incógnitas. Desconocemos, además, si Tyler fue aquel que disparó a Alex o si éste fue aquel que decidió ‘escapar’ del callejón sin salida vital en el que se encontraba atrapado. También el futuro es difuso y a la libre interpretación del espectador aunque estamos seguros que Alex prepara una matanza en el Instituto Liberty aunque, de nuevo, todo puede ser una estratagema sobre esos estereotipos en los que cabalga la hora. Otra cuestión es que miremos al futuro. El suspense lo establecía en la primera temporada saber los motivos que condujeron al suicidio a Hannah Baker y que muchas personas influyeron en su decisión. Tu dolor es importante para los demás aunque, tal vez, poco importe en un mundo claramente egoísta y los caminos que escogen algunos de los protagonistas representen que existen otras alternativas para comprendernos y ayudarnos los unos a los otros. “Por trece razones” es conocedora a la perfección del material con el que juega y los elementos que emplea y estamos seguros que su legado aspira a ser tan sobrecogedor como el testimonio de Hannah Baker. Otra cuestión es que estemos ante la crónica de un ‘hype’ anunciado y todo el torrente de noticias y artículos que vamos a ver en los próximos meses empañen el sentido y sentimiento de una ficción atrapada en otra clase de ‘acaso’ virtual. La pregunta perniciosa, no obstante, es si los fanboys de esta propuesta de Netflix van a practicar el cyberbullying con todos aquellos que no profesen la misma simpatía por su nueva serie favorita. 

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1 comentario:

  1. Dejando aparte la cuestión de si es una jugada comercial fríamente calculada no se puede negar que es una serie sobrecogedora que presenta un panorama desolador y que pone el dedo en la llaga al señalar que todos somos cómplices

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