Páginas Bastardas

domingo, 17 de julio de 2016

Viaje a Sils Maria: La serpiente de Maloja

“Viaje a Sils Maria”
Título original: “Sils Maria (Clouds of Sils Maria)”
Director: Olivier Assayas
Francia / Alemania / Suiza
2014

Sinopsis (Página Oficial):

María Enders, una actriz en la cima de su carrera internacional, recibe la propuesta de volver a intervenir en un nuevo montaje de la obra y consiguiente película que la consagraron 20 años atrás, La serpiente de Maloja. En aquella ocasión interpretó el personaje de Sigrid, una joven encantadora que influye en la voluntad de Helena, la mujer para quien trabaja, y a la que empuja al suicidio. Ahora María debe interpretar el personaje de Helena y, para preparar el papel a conciencia y visitar al autor de la obra, Wilhelm Melchior, viaja hasta la región de Sils María en los Alpes acompañada por su secretaria personal Valentine. En esta reposición de la obra el personaje de Sigrid lo interpretará Jo-Ann Ellis, una aspirante a estrella con tendencia a generar escándalos mediáticos. María se ve a sí misma, al otro lado del espejo, frente a una mujer ambiguamente encantadora que en esencia no es más que un perturbador reflejo de sí misma.

Crítica Bastarda:

Olvidémonos por un momento de las referencias un tanto obvias alrededor de “Viaje a Sils Maria” y centrémonos en un motor un tanto universal que se posiciona en una historia a tres bandas y tres mujeres. En toda aspirante siempre ha existido la ambición implícita de alcanzar a la estrella a la que trata de igualar y, evidentemente, de superar y Olivier Assayas desea ubicarnos en el punto de vista de actriz en la cumbre de su carrera (Juliette Binoche) que recapacita sobre ese ciclo en el que ella misma se ha visto atrapada, pasando de interpretar a Sigrid (la pretendiente al trono) a la pretendida y veterana Helena. Tanto en esa joven intérprete (Chlöe Grace Moretz) como en su secretaria personal (Kristen Stewart), Maria Enders (Binoche) va a divisar reflejos que cruzan la realidad y la ficción, que tratan de aferrarse y desestabilizar un icono muchas veces etéreo y amparado en la indefinición de una diva que es consciente de que a partir de este momento comenzará su caída y declive. Sobre ese tono autoreflexivo, el director de “Boarding Gate” se centra principalmente en la vampírica relación de Enders con su ayudante por encima de esa posible lucha de egos con Jo-Ann Ellis que nunca acaba de despuntar hasta que la ficción dinamita el plano supuestamente real entre las actrices. Hasta llegar a este punto, la propia iconografía y escenario de los Alpes sintetiza la relación de la estrella con su secretaria: sinuoso, repleto de presagios naturales y anuncio de tempestades, torcido, con forma de serpiente y, finalmente, ambiguo en ese camino sin retorno remarcado por ese fenómeno nuboso de Maloja raro y casi inexplicable. ¿Estamos ante la historia de una muerte alegórica, de una anomalía o una clásica reinvención personal?


La estupenda “Viaje a Sils Maria” nos recuerda que el texto siempre acaba siendo un objeto capaz de cambiar de perspectiva de acuerdo al punto de vista, siendo el espectador aquel que aporte la subjetividad. El paisaje no sirve solamente al cineasta para trazar todas las líneas y núcleos dramáticos de su película sino que permite establecer un espíritu complejo en un juego de espejos para diseccionar a esa actriz estelar que interpreta prodigiosamente Binoche. Assayas también desea trazar otra línea emocional respecto a la propia intérprete fuera de la pantalla, transportándonos a su evolución cinematográfica y relación desde que un joven guionista coescribiera el libreto junto a André Téchiné allá por 1985 de “Rendez-vous (La cita)” para esa actriz cuya carrera comenzaba a ascender. Aunque el director también ha ido escalando en paralelo y requirió de sus servicios en “Las horas del verano”, se siente que “Viaje a Sils Maria” es en parte un tributo y homenaje al completo para y por Juliette Binoche utilizando a dos jóvenes actrices también condenadas a ir despuntando en la gran pantalla como Kristen Stewart y Chloë Grace Moretz. Ese cúmulo de ambición bajo un discurso plenamente establecido permite a Assayas explorar tanto la madurez de su diva como desentrañar sus mayores temores y conflictos relacionados con ese tránsito al conocimiento y lucidez que muchas veces se niega aceptar. 


Ese viaje es claramente emocional de la actriz para reflejarse sobre un espejo muchas veces delineado como un calidoscopio, siendo su negativa a aceptar su nuevo rol parte de una lucha interna y externa que trata de sobrellevar su secretaria en el doble juego que proponen los textos teatrales que ambas recitan y ensayan. María Enders acaba enfrentándose al propio tiempo pretérito, aferrándose definitivamente a la madurez que inicialmente rehusaba aceptar como parte del ciclo vital impuesto y, simultáneamente, Assayas se fija parcialmente en la habitual intrascendencia del superficial mainstream actual gracias a Jo-Ann Ellis/Chloë Grace Moretz. Esa doble lectura y ambigüedad nos remite a al tránsito que habita entre el cambio de perspectiva de cada individuo —y por extensión de cada actriz— con el paso de los años. “Viaje a Sils Maria”, en realidad, quiere hacernos entender como a su protagonista que Sigrid y Helena son la misma persona. Aquello que antes era la arrogancia y crueldad de la juventud acaba transformado en la sabiduría y humanidad con la madurez. Ese viaje de diferencias, entre recuerdos, defunciones y viejos amantes, acaba dejándonos en los albores del levantamiento del telón, como si ya conociéramos la obra antes de que ésta fuera interpretada. Maria Enders se topará con el desdén de Jo-Ann Ellis al saber que ya es una mujer/personaje destruido por aquella que tomará su relevo y que poco importa su devastación sino la celebración de la nueva reina y diva a la que seguirá el público a partir de ese momento. No obstante, Assayas nos remite al buen gusto de un vino que ha ganado con el paso del tiempo y la edad, siendo Enders tentada por un cineasta que ve la atemporalidad de todo mito, a esa ‘mutante’ capaz de reinventarse en cada nuevo suspiro y piel; aquella que tiene todas las edades y nos representa a todos. Al fin y al cabo, una gran estrella seguirá brillando eternamente en el firmamento dentro de la relatividad.

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