Páginas Bastardas

sábado, 7 de diciembre de 2013

Los babymakers: Kill Jay, Volumen 5

“Los babymakers”
Título original: “The Babymakers”
Director: Jay Chandrasekhar
EEUU
2012

Sinopsis (Oficial):

Después de hacer todo lo posible para que su mujer Audrey (Olivia Munn) se quede embarazada, Tommy Macklin (Paul Schneider) se da cuenta con horror que ya no podrá tener hijos porque se ha quedado estéril. Aterrorizado de que mujer le pueda dejar, Tommy recluta a sus amigos para robar un banco de semen donde hizo una donación unos años atrás. “Los Babymakers” es una divertida comedia que trata con mucho humor de hasta donde es capaz de llegar una pareja para poder concebir un hijo.

Crítica Bastarda:

Jay Chandrasekhar es un viejo conocido para bastardo servidor. Con un volumen cero en forma de la inédita y ¿perdida? “Puddle Cruiser” (1996), protagonicé mi peculiar ‘Kill Jay: Volumen 1’ gracias a “Supermaderos” (2002) donde mi cerebro dictaminó coger una katana y acabar con mi tortura interior expulsando mi ira y venganza sobre Broken Lizard. Desde que incluyeron al señor del apellido impronunciable en la lista de las cien personas que necesitas conocer de Hollywood en el 2005, su ego no paró de crecer y prueba de ello fue el antes con “Club desmadre” (2004) —una de las cintas más vergonzosamente divertidas y estúpidas del arranque del Siglo XXI— y “Dos chalados y muchas curvas” (2005), con sus siete nominaciones a los Premios Razzie como reconocimiento al execrable talento del estadounidense de ascendencia india con sonrisa de anuncio de dentífrico. Fue “La fiesta de la cerveza ¡Bebe hasta reventar! (Beerfest)” (2006) su mejor y gran película que ha mantenido encerrada a la bestia mientras dirigía capítulos de “Mujeres de Manhattan”, “CommunityoArrested Development… y relegaba la dirección a su amigüito Kevin Heffernan en “The Slammin' Salmon” (2009).


Y llegamos a “Los babymakers” como quinto volumen del homicidio cerebral y vendetta con katana de JayChandrasekhar convierte la odisea masturbadora de eyaculación y entrega de esperma en una Odisea que solamente Ethan Hunt y su protagonista podrían sobrepasar. Entre zoofilia, traumáticos sueños húmedos cruzados con la religión o pornografía amateur nos quedan siempre dos buenos melones. ¡Qué no falte la tradición de todo hijo de fruta! Halagos a los ovarios, traumas testiculares y proposiciones rectales indecentes aparte, “Los babymakers” cambia cerveza por esperma y el bukkake cómico con el que tiene que tragar el espectador es demasiado ácido y poco espumoso. Que fuera considerada una de las peores películas de 2012 para público y crítica no sorprende demasiado.


El argumento es todo un cum-shot ocultar: el protagonista se enamoró de una mujer maravillosa y compró un anillo de compromiso que no podía costear a 85 dólares la eyaculación en un banco de esperma haciendo 20 donaciones. Actualmente su esposa quiere tener un bebé pero sus espermatozoides están más borrachos que Mel Gibson en Nochevieja y decide robar la única muestra que queda en el banco de esperma, ante la negativa de practicar sexo anal con la pareja de homosexuales que ha adquirido su última muestra de semen. Con la ayuda de sus amigos disfuncionales y un supuesto profesional indio friki que siempre está borracho o drogado intenta perpetrar el robo más estúpido de la historia del cine de robos. La aberración acaba y empieza con llantos de bebé, como metáfora simbólica de aquello que está sucediendo con los propios espectadores. Ni “El Quinteto de la muerte” ni “Atraco a las tres”, ni una revisión con esperma de “Palookaville”, la comedia clásica de la película de robos de banco amateurs, se queda en una corrida sin orgasmo y con grumoso y pestilente esperma. Tenemos a Olivia Munn y cierta apología del onanismo y orgasmo frutal, entre la diarrea de vulgaridad y el arrebatoso discurso de la masculinidad. El baño de semen, algún implante escrotal y la apología de lo políticamente incorrecto como catarsis sentimental y matrimonial, dosifican una propuesta cual micción después de la eyaculación. No se olvide de tirar de la cadena… si es que le queda alguna neurona con vida, claro.

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