Encontrar algún adjetivo calificativo que transcriba en una palabra lo que produce “Sólo una noche” de la escritora y directora de origen iraní Massy Tadjedin me resulta contraproducente. No tiene nada qué describir aunque se le puede aplicar las normas de la comparación como rasero de sus atributos y desméritos. Se puede mirar los parecidos en puesta en escena minimalista y teatral (pese a su aire cosmopolita) reducida a la composición de dos parejas y la crisis de un matrimonio en “Cegados por el deseo (Closer) de Mike Nichols y “Secretos de un matrimonio” de Ingmar Bergman. Pero no existe la hondura de los anteriores en el filme de Tadjedin. Mucho menos un aire y contexto político y/o social que envuelva la obra como sucedía en “Mamut” de Lukas Moodysson. Y si comparamos a esta nueva joven burguesía cosmopolita y contemporánea trajeada y bohemia sacada de anuncio de tienda de moda (dependiendo si uno es ejecutivo o escritor) con los cuarentones burgueses, con predisposición al cambio de pareja y/o aventura extraconyugal, de principios de los 70 de “La tormenta de hielo” de Ang Lee sólo se puede hablar de noche en el sentido de oscuridad beata y castidad. Casi cuarenta años después el matrimonio formado por Keira Knightley y Sam Worthington con ese triángulo que origina inicialmente Eva Mendes y, finalmente, cuarteto que propicia la aparición de Guillaume Canet se me antoja mojigato en comparación al triangulo de hippies reciclados a burgueses que formaban Kevin Kline, Joan Allen y Sigourney Weaver. Ante la absoluta negación de un adjetivo descriptivo (y decrepito) me queda esa noche en la que se desarrolla prácticamente la totalidad del filme. Me queda ese eterno bostezo llamado película.
Y es que cuando el guión se esfuma en el recuerdo de un olor venido del amor pasado sólo queda fumar con pose como acto insurgente del nuevo siglo. Sin diálogos afiliados y nada interesantes que decir se llega al silencio del sepulcro en el cerebro que habita al otro lado de la pantalla. Los personajes hablan mucho pero nos han contado la película en sus primeras incertidumbres, dudas de pareja y posible infidelidad tejida en el secreto. Le podría salvar el género y buscar cierta sofisticación con un material reciente como “Carta blanca” de los hermanos Farrelly pero Massy Tadjedin opta por el drama romántico. Hay efectivamente drama pero producido en la somnolencia que emerge y se reproduce a medida que avanza el metraje. Hay deseo y tentación por ese espectador que desea abandonar la sala de proyección e introducirse en su caliente y placentera cama y, para cuajar, queda el romance con uno de los peores actores dramáticos del momento: Sam Worthington. El chico tiene química con navis y Medusas pero no funciona su relación en pantalla ni con Eva Mendes y mucho menos con Keira Knightley.
“Sólo una noche” ante la descalificación absoluta en todas las comparaciones anteriores vive únicamente en el montaje paralelo de esas dos parejas que eran anteriormente una y sus detalles de edición dentro del eje y adelantando la pista de audio ante la acción venidera. Se crece en el buen funcionamiento de dos buenos actores como Keira Knightley y Guillaume Canet en una recreación neoyorkina e inferior de “Antes de amanecer” y se halla a sí misma en ese gran actor relevación peludo y con cuatro patas que soporta cómo puede el tedio que se le impone.
Aquí no nos queda ni París… y el lema de «La única forma de superar la tentación es caer en ella» parece que quiere arrojar y hacer caer al espectador a otra gran tentación llamada sueño y, por supuesto, olvido.
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